¿Suicidarse por eso? Bueno, tampoco puedo presumir.
-Su razón es otra, aunque no sepa.
-¿Y la mía?
-Dímelo tú.
-Quiero un trago.
-Ay, Cuac.
-Vámonos de fiesta, ven... Mira qué chingonas luces en el casino o esta que ilumina apenas mi escritorio, volviendo dulcísimo nuestro patio.
-Donde dejé de escalar al cielo hace mucho y a cuyo largo S y E no correrán mañana temprano, tras acercártenos somnolientos los tres, cada quien aparte, por el pasillo en la madrugada.
-Esas líneas son muy poco tuyas, Inesper.
-No estás en un diálogo, amor.
Pinche pared tan respondona, jeje.
-También apuestas por vivir con empeño inusual, creo.
-Él bebía, mi droga es tabaco.
-Y soledad.
-No entiendo, Tac, para variar y así tenemos al reloj completo.
-Payaso. Adoras estar solo, convertir el tiempo en cuanto se te antoja, demorándolo, igualito que al ayuntarnos. Podías pasar semanas sin dejarme ver la calle, jeje.
-Esa sí pareces tú.
-Lo soy, pues en paredes y pisos y muebles y todo lo que pueda ocurrirse fui transformada. ¿Quién sino habla en el refrigerador ahora?
-¿Por eso no salgo?
-En parte. Quien más te retiene se llama B. Sientes tal amor por ti, para mal y para bien... Temes perderte y con ello, vaya paradoja, a la vida. Nadie más estuvo realmente contigo. Nos pasa a todos.
-¿Entonces?
-Toma un cigarro, señor mío, y al consumirse no dudes de enseguida prender otro.