lunes, 9 de marzo de 2020

Pocahontas y la revolución mundial

Tras catorce años de compartir estos blogs en FB, por una supuesta denuncia quedan castigados, jeje. Sobre revolución mundial es la cosa, feis, y tú, como decirte...

Es una desgracia que no pueda pasar aquí los interminables mensajes de voz intercambiados con la también llamada Matadora o simplemente Clau. Solo así puede entenderse cuánto genio hay en ella -como el de la lámpara maravillosa, jeje y no jeje- y capacidad buleadora y atrevimiento y vida queriendo comérselo todo con su gurisito -sinónimo uruguayo rural para niño, ¿verdad, Zita?
Seremos juntos por lo que me reste y luego se chingará, porque perder a un cacho de hombre como yo, le ronca, jeje.
Así queda incluida en nuestra revolución mundial y para ello procedo a presentársela con toda formalidad a Maoro -ya no Mauro, pues chinea el chamaco-, las guías ideológicas y demás involucrados en esta ingente tarea -no voltee a otro lado, Óscar, que está metido hasta el cuello.
Según queda dicho, quiero compartir su rancho y así será en tanto forma parte del proceso. Necesita más, no porque le sepa a poco lo inagotable allí, sino para andar la legua, el enanito suyo delante, proyecto de futuro universal acunado entre muchos tixs, abuelxs, hermanos, etcétera.
No se fijen en la perfecta silueta. Lo importante está bajo esa caperuza.
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Ya para irse a dormir me pasa una foto que no juega a las redes sociales y dice: Usted con tanta burguesita y miré con quién vino a caer.
¿Sabe?, siempre tuve nostalgia de mi pasado familiar, entre mineros, mujeres que trabajaban en el mercado y así, y quería ser como los niños barrio: hábiles, rudos, ingeniosos.
Toco mucho la cuestión en estos cuadernos, búsquele ahí. Por eso soy atlantista desde los cinco años, como cuento también. 
Algo no meciono: apenas encontré a la clase obrera en sus luchas, sufría por parecer poca cosa como posible romance para Ellas y las hijas y hermanas de Ellos, que buscaban hombres hechos y derechos.
Me hacían caso sobre todo las niñas bien con cierta agudeza, pues tampoco daba para un taco reglamentariamente burgués, jeje. 
Muy mayor tuve suerte, encontré a Esther y no hubo manera porque era madre soltera y los tres críos querían a su desafanado padre.
Mi vejez trajo al fin a las mujeres de origen popular. Si me les quejo, salvo siempre eso, que fue el gancho para nuestras erráticas historias. 
Usted no es muy proletaria, déjeme decirle, aunque ahora presuma, jeje, y el color quemado anda por donde quiera. Se salva de que no ponga aquí sus fotos fancy, jeje.
En todo caso, Pocahontas, llevaba mirándola dos años por otras razones -bueno, el moreno fuerte, reconozco, valió un buen, jeje. 
Como al ratito va a seguir buleándome, aprovecho que se metió en la cama y pidió arrullo, para cantar con el Bola, jeje.
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Por norma les pido discernir cómo ejerzo mi oficio de cronista. A veces hay que magnificar un aspecto para realzar el conjunto. 
Pocahontas y yo no conocemos nuestras respectivas vidas, que transcurren en mundos muy distintos entre sí. A cambio cada quien agradeció tocar al otro vitalmente. Bastaron siete días. 
Hice la tarea y tendrá despejadas nuevas puertas. En compensación recibo sus tierras, donde iniciará un proyecto que parece genial. 
Confío que la Tic no esté furiosa por esas declaraciones amorosas, jeje.
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Nieta Clau, le llamo, y ella Awue Belar.