Como con cualquier Cuaderno -entiéndase blog mío- leer antes Calzada.
En
septiembre 2022 esta Última sigue en estado de borrador -era obligado, ¿no?-. ¿Terminará
teniendo concierto si, según preveo, festejaremos las próximas
navidades con mi incineración, jeje?
Mira todas las cosas bajo el aspecto del momento.
Deja ir tu yo a merced del momento.
Piensa en el momento (...)
Ten respeto por todos los momentos, y no tiendas lazos entre las cosas.
No retrases el momento: extenuarías una agonía.
Observa: todo momento es una cuna y un ataúd."
¿Ven? A pura ocurrencia ando. Principio, final, ¿de qué carajo me hablan?
En lo alto había una canción. La escucho mientras escribo y ustedes no deben hacerlo. Miento, claro.
A 6 de marzo de 2016, firmo moviendo la cabeza a lo péndulo pues mañana lunes haré nuevamente el tonto en público. Ya no basta con ser sombra.
En fin, empecemos el dichoso cuaderno:
Cuánto cansa la pasión amorosa. Bienaventurados los viejos. Cesan los gritos. Nadie sino el par de pildoritas sabe que ese hombre está en el parque y sólo él cómo mejor mira y declina hacia el único tiempo de verdad, el de ellos en él. Qué paz. En la rama más próxima una amable mujer de negro levanta los hombros y sonríe.
Ahora lo hago de tarde en tarde, aunque de cierta manera mirado y sólo de cierta, que los viajes con ellos por el cielo de los ciegos y los remedos de gatos fueron de plano estelares, más juntos estamos.
Desde luego no voy a reproducir aquí mis plumazos, pero en algún momento no resistiré la tentación de en algo confesarlos.
En el espacio ese de socialización virtual que suelo citar, una noche escribí: Todo iba bien hasta que a lo repentino fui a dar de bruces a la banqueta. Uno de los dos individuos había dicho Eres mi mejor amigo.
Par de infames zotacos.
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A sus dos años y medio fue mi viaje con el abuelo.
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Ustedes, E y S, tenían dos años y medio y casi por fuerza terminó el romance. Tardaría en verlos y quedé a solas con la Inesperada.
Por ahí está contado cómo empezaron nuestras charlas sobre el Magreb, que yo conocía un poco,
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Biafra, 1968 |
África negra llevaba décadas de conflictos étnicos que culminaron en Ruanda y... no pregunten más pues no tengo respuesta sobre lo que aquello se proponía y su aquiesencia en mi caso -creo que buscaban parias dispuestos a morir sin una queja, justificando dineros malhabidos (exagero por vez número mil pues cuando menos entre músicos la cosa era sería).
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Ruanda, 1998 |
Entonces y en combinación con su madre, la hice marchar.
Después escribí:
Al pie del Río Níger estamos el abuelo, Nabor el Sabio Analfabeta, otros y yo, espectros para quienes entran y salen por la doble puerta cantinera al lado y estiran una moneda a manos que asoman desde la sombreada cama de papeles. No mendigamos; pagan la paz transmitida por nuestro semi invisible espectáculo.
Casualmente cerca de casa había un antro que copiaba el nombre al río.
Están al tanto sobre mis siguientes aventuras. Primero por esta ciudad, conociendo de paso sus pústulas, que Octavio y otros frecuentaban participándomelas hasta pasmarme, y luego hacia el sur.
-No.
-¿Y no es genial el país?
-Pa enredarme se necesita uno mil veces más listo que tú, crío.
-Jejeje.
-¿De qué te ríes?
-De tu insistencia en llamarme crío cuando tengo casi siete años más que tú.
-Sí, pero para mí siempre serás eso. Para mí y para cualquiera, que parece que sigues jugando en el arenero.
-¿Me pasas las camisas que están sobre la cama?
-Si piensas que ya me diste la vuelta, estás más loco que una cabra. Y mira el desastre este. ¿Así se dobla la ropa? Cago en Dios. Y para de reírte o te meto un carrujo de dinamita ya sabes dónde. ¿Y si te digo que no voy?
-No bromees.
-Qué río Níger ni qué ocho cuartos.
-Pues te quedarás como los patitos.
-Déjame de patitos. ¿Cuáles patitos?
-Los de la canción: comiendo mosquitos.
-Vete a tomar por culo, queridísimo nieto.
-¡Abuelo!, jejeje.
-¡Vecino, llegó el taxi!
-Ya está la maleta.
-Ni sueñes que me has liado. ¡No voy!
-Pues no te creo.
-¿Ah, no?
-No me dejas ni aunque vuelvan a convocar a la revolución.
-Exagerao.
-Piénsalo dos veces: un río de misterios, el origen de la humanidad...
-Y calor y mosquitos y no ver más a los pequeñajos. Con la medida que les tengo tomada para driblarlos...
-Por favor, si tiro por viaje con los túneles que te hacen quedas peor parado que la estatua de Carlos V cuando le quitaron el caballo.
-¿Yo? Te estás buscando unas hostias...
-¡Vecino, que sale o el taxista lo mata a navajazos!
-Vamos.
-Cago en Dios tres veces.
-Anda, que en llegando te compro un pandero muy guapo.
-Panderos a mí... Trae aquí eso, que no sabes cargar. Ya me veo haciendo de todo en ese lugar, con lo torpe que eres.
-¿Remar sabes?
-Cago cinco tantos ahora. Cuatro mil kilómetros de ida y vuelta no sé cuántas veces. ¿Preguntaste si de veras es el río todo?
-Minucias.
-A este, mátulo.
Marchar al Níger no fue una ocurrencia y tuvo dos orígenes. Uno lo deducirán de la viñeta a continuación. El otro vino tras una extrañísima oferta.
Por fortuna para entonces mi amita había llegado y una conocida me contó que su fundación buscaba inútilmente quién pasará tres años en las poblaciones ribereñas sobre el río más largo del mundo.
No tuve que pensarlo dos veces y levanté la mano pues, según cuento con detalle en el diario a ella, se enamoró de la idea. Debimos renunciar pues al poco olvidaron el proyecto, demencial si consideramos la multitud de etnias y países a quienes atender y muy atinado pensando en el monstruoso, latente estado del África negra centro-occidental tras Ruanda 1994.
Es domingo y el chofer de un pequeño transporte público se esmera en matarnos, como quienes conducían los pericos de casi medio siglo atrás por esta valle contiguo al nuestro, Ohsis, donde están mis mejores recuerdos.
Aquí el asalto de las casitas a los cerros fue incontenible y el verde se conoce sólo en dibujo.
Bajo donde Dios me da entender, pues no ubico ya bien los lugares. Voy a un absoluto fracaso si se hace caso a las primeras impresiones. Entre sombras, siempre entre sombras, puede verse algo más.
De nuevo domingo viajo quince minutos en el Metro hasta un barrio bravo donde lo colorido es ley: la gente, el habla, los edificios. La próxima semana haré un viacrucis de dos horas para alcanzar el punto contrario al primero, y marcha atrás luego otra vez, obsesionado con el espejismo de las montañas que no se agrandan según el auto de quién sabe quién avanza hacia ellas, pues para setecientas mil personas hay una, única, serpenteante entrada. Y así, sin falta entre regocijos y compañía, de jóvenes mujeres sobre todo, empezando por las que llamo hermanitas, inimaginables años antes pues retan cuanto se les ponga enfrente, tienen bocas sucísimas y apenas pueden contener los borbotones de ideas en sus cabezas.
¿Nueva exageración? Cómo precisar a estas alturas, si creo que mi historia termina por tener sentido. Una suerte de Cuanto hice antes azarosa o estúpidamente respondía a la más correcta lógica y los más sólidos principios.
Escribí algo sobre sombras y reflectores y no atino cuánto es un amanerado juego de palabras o una trampa con lo que creí escuchar a mi abuelo, a Filiberto y demás, nietos.
Más allá de las veleidades de este yo, los agujeros en nuestra Red no se borraron con el tiempo. Por sus túneles va el hormiguero y si inventé un río no el curso.
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No nombrar es la regla, jugando entre lo dicho y lo callado, y por ello la ciudad en que ando se pierde para ustedes, como casi todo en el cuaderno, y dejo para La casa del horror las pústulas en esa ruta que entrevimos.
Basta mi cuadra cuando niño para ocuparme la vida entera si busco a lo derecho y andamos ahora entre veintidós millones atiborrados en millón y medio de kilómetros cuadrados. Hay allí una urdimbre por donde afloran mil anteriores superpuestas o cuyas fuentes están regadas por vastísimas tierras y son eso, orígenes, pasado, adentros tras adentros que se vuelcan en secreto y no explican sino en algo los actos uno a uno de esos millones, el cada día creciendo hacia afuera y adentro otra vez para recomenzar mañana, cuando ustedes hagan lo propio, E y S.
Largo tejer entre valles, trepando montañas, a pedazos. Auténtico rompecabezas cuyo armado quedará en el misterio por los siglos de los siglos pues no para.
El primer lugar al que fuimos ilustrando mis paseos es nuestro Santo Lugar donde una tarde encontré a Agustín y luego a doña María, Simón el Grillo, la Negrita... Fuera de la ancha avenida por cuyo centro corría el ferrocarril, durante los primeros tiempos podían recorrerse kilómetros sin un alma, y enseguida y cuando menos se esperaba desde la nada aparecía una colonia que improvisaron sin pedir permiso.
"Caos apasionante", digo que dijo quien miraba desde fuera el país poco antes de mi nacimiento y en esto alrededor había entonces un millón de almas.
Crecimos siguiendo necesidades y caprichos, sobre un mapa alguna vez coherente.
"Aquí, toda la geografía tiene nombre. Y lo que tiene nombre, tiene significado”, escribió un estudioso, y se vaya donde se vaya el apellido indígena supura siglos o milenios. Encima, lo que construyeron décadas de furioso crecimiento.
¿Cómo describir ese rompecabezas rearmando su historia, que transcurrió a mi vista?
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Sombras y reflectores. No está mal la imagen, pensándolo bien, y corresponde a lo que en verdad me enseñaron el abuelo, Filiberto, etcétera.
Un amigo hace los mismos trayectos que los míos. Siempre bajo las luminarias, va por ellos para decir y jamás escucha. No lo culpo y me ampara.
Cuando él marcha yo quedo y encuentro cómo regresar, cada vez más dentro, con las hermanitas, haciendo nuevas y nuevos.
La figura del río es alambicada y no yerra por completo.
Mi vejez privilegiada la construyeron las circunstancias. Qué importa. El privilegio sí. ¿Cómo traspasárselos, E y S?
Son los interlocutores del cuaderno y nunca intervienen. ¿Porque justo hoy cumplen diez años? Con Él me obcequé en descubrirle las claves llevándolo en brazos o de su tierna mano, seguro de que entendería pues cuanto más temprana la edad mayor la inteligencia, tengo por confirmado.
¿Y dentro de cinco, cuando se echen a la aventura? ¿Irán por esos lados, los verán al paso? ¿Entenderán que están en las regiones ordenadas por la buena educación?
Esta última frase tiene mucho de lugar común y mucho de sabiduría. Somos esquizofrénicos sin darnos cuenta pues la realidad a los ojos parpadea imperceptiblemente, y del tema sé un rato, según les consta. Toquen las paredes para sentir sus pálpitos o prendan y apaguen un foco o miren con atención dentro del refrigerador. Cada cosa se encuentra allí y se fuga. También las calles.
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No, no reharemos las rutas del presente. Proyecten muchos años después los pequeños lugares que les entreví antes.
De modo de no gastar el truco, suelo hacerlo cada tres Navidades. Lleno la caja y huelgo el resto del año. De nada más que uno, claro. Los otros dos, ni modo, paso hambres.
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Esta vez me di a los derroches y a principios de agosto ya empieza la sequía. Para aguantar de aquí a diciembre del año que viene junto periódico, hago colección de colillas, busco un zagúan a propósito y practico la más rentable forma de estirar la mano.
No, señora conmiseración, deje de pasearse por aquí. No ve que disfruto también dormir a cielo abierto y tener pretexto pa platicar con los que sueltan la moneda y con los que se la guardan, da lo mismo. Y total, sigo holgando, ¿no?
De pilón los nietos se divierten como locos en las pijamadas con la Jornada y El Universal por manta, descubriendo los secretos de la noche gorda.
En la última temporada como ésta fue que el Emi se enamoró pa siempre de la luna y el Sebas aprendió a tocar la armónica.
No, qué hueva si siempre pudiera ir al super, dormir en cama, rasurmarme y peluquearme, enverdecer por falta de aire y sol.
Era un grito por el momento que no soportaba más y debía deshacerse de obsesiones carnales para encontrar a quien me abría los ojos irrumpiendo al fin en la sociedad: una nueva generación de mujeres decididas a todo.
La encontré cuando amaneradamente declaraba que el Níger se convertía en el río Magdalena, que corre entubado por nuestro monstruo urbano, y tenía su mejor representación en la Mal nombrada.
Para la también llamada Tera, Bruja, etcétera, hay un diario al que le robo un fragmento:
Inesperada (2015)
La hija putativa tiene veinte años, duerme y su cabeza está llena de sueños. Yo tengo sesenta y ocho, estoy despierto y en mi cabeza solo hay sueños.
Solté eso y de inmediato apareció la fantástica Inesperada, o P o Tic.
Cómo a toda pasión, le dedico mi mejor esfuerzo y ratos nos sale bonita la cosa.
Repetiré el miente siempre que recomienda un gran escritor. Hago crónica, jamás ficción, y terminé respetando el consejo porque es la mejor forma de acercarme a nuestra realidad, Ohsis.
Tuve que negar públicamente a la Inesperada pues aunque ya está separada tiene un padre para su hijo. Sin querer inició mi relación con mujeres jóvenes, que habría de terminar con ella y continuó por suplirla como fuera.
Regresa al verme hecho un desastre sin aparente solución y a su lado vivo la cúspide de mi vida amorosa.
Por ella nuestra Pasión según FB se reivindica en tanto búsqueda y no encuentro la forma de resumir el diario que le llevo.
Intento, para ir por partes:
I
La vida entre la Tic y yo transcurre a distancia, ya no tiene sentido registrarla y tal vez esto sirve para otra cosa: seguir desorganizando nuestra historia como dos criaturas pequeñas y singulares a su manera.
Estuve largo rato sobre "nuestra" cama recordando un momento de 2008. Era el día previo a que te decidieras.
-Para siempre -dijimos ambos en cuando mucho a una hora de empezar. -Pero todo el tiempo tiene que ser como hoy -agregó uno de los dos. -Sí -fue la obligada respuesta, con pleno, mutuo convencimiento. Transcurría algo parecido a los años y en el último flashazo seguíamos igual.
Contesté de acuerdo a la etiqueta y al ruego en cuando menos el primer plano de mi interior.
Lo esperaba, desde luego. Dos meses y medio compartiéndolo todo, tú con la seguridad de estar sola en el mundo, no importa cuánto de lejos tu madre y hermano te procuraran, y yo ojos absortos por la llegada dos años atrás del par de maravillas llamadas nietos, con quienes seguía pasando cada tarde de pe a pa y algunas noches que empezaron a espaciar el hijo y la nuera, previsores. Por la calle siempre el contacto de las pieles, normal según los papeles y tu miedo al exterior: de la mano, del brazo, recargando la cabeza en mi hombro o mis piernas, yo acariciándote el pelo o la espalda o los brazos, un beso si la desazón pasaba los límites usuales.
Les costaba trabajo entenderte. Yo aprendí rápido, ¿no es cierto? El hermano pequeño sirvió de maestro.
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¿Paro, Tic? Gran exceso decir que no desaparecimos la una para el otro. Ocho años. Para ti los de encontrar una pareja, ni más ni menos, ni más ni menos, mujer escabulléndose de su especie, que habla con hormigas, caracoles, escarabajos. El mar para ti sola y sobre todo, luego de un monumental brinco por encima del miedo, ese niño a tu vera en la fotografía, gemelo.
El Circo del Sol me quedó chico para que escucharas cómo intentaba escapar de la pérdida irreparable entre quienes por la edad creerías una compensación.
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Espera, que quería ir en orden. ¿Mejor no? Bueno.
Volvimos a juntarnos por un sueño, ocho años después. Copio lo que escribí:
En la siesta tuve un sueño que casi me obliga a revelar la razón de llamarte P, además de ser tu inicial. Venía también de Plastilina.
Es tan obvio, Tic: las imágenes mezclaban el recuerdo con estampas de la pintura renacentista. ¿Por qué? Escribo esto cuando ocho años después de entonces rehicimos la relación. El sueño fue quien precipitó nuestro regreso. Lo conté aquí, me llamaste...
No uso música cualquiera de fondo. ¿La merecemos?
Soñé como solo un viejo puede hacerlo, creo. El fin se acerca y a cambio ofrece vivísimas fantasías irrealizables a menos que haya de por medio una Tic.
El sueño místico procedía de nuestros místicos días. El pecado era original y podía matarnos en un suspiro. Eso orilló mi decisión de que marcharas.
Los años anteriores me enseñaron que no había gran amor sin perversión. Solo con ella se hurgaba en el fondo. Idílico el romance por sus peculiares circunstancias, apuró la entrega.
-Quiero tu alma -estuve a punto de decir varias veces y estaba seguro que responderías sin dudarlo.
No era un juego y podía vernos como luego pretendería con alguien más: muertos por la mezcla de deseo insaciable y hambre.
Debías marchar, así me odiaras por obligarte.
No alardeo con aires trágicos, a los que debería sumar otros. Una mujer de negro balanceándose en el columpio mientras contemplaba a mis nietos, y P con las venas cortadas por propia mano. Vaya si sabía del asunto.
Volver (2007)
Mi cuna de niño está siempre, desde luego, y hace poco hago el arduo camino para volver a ella. ¿Puedo recostarme allí ahora gracias a ustedes? Los ojos que los recrean no son esos prodigiosos de entonces. Se hicieron. Viejo, bosque, escuche decir.
Ustedes nacieron a mis cincuenta y ocho años, la edad del abuelo al morir.
Quijositosis (2017)
"El análisis psiquiátrico de Alonso Quijano, más conocido como Don Quijote de la Mancha"*, afirma un psicópata hablando de psicopatías -como un burro si lo hiciera de orejas-, pues se trata al manchego, ya se ve, tal si hubiera vivido, con alias y todo, a la manera de los criminales reportados por diarios -sigámos cebándonos en el tipo, español y confesional si atendemos al nosocomio donde presta servicios, o está internado, digo yo, que sufro quijotisitosis y por ello consulté a nuestro big brother tumbaburros, quien, volviendo aquí al principio, con justicia remite a las orejas y al portador de ellas, siempre que sean largas, largas, termino mi aclaración recogiendo el hilo, ese cuya punta tomo para enredarlo allí mismo, trompas de Eustaquio afuera, y es cuento de no acabar cuando habla un nacido en un lugar del Distrito Federal, México, de cuyo nombre no quiero acordarme -vaya, vaya, hasta amnesia procuro y no está confirmado que la padezca, ¿o sí, Tiburcio Angosto Saura? (uy, tal vez nos embromaron, por el primer apellido, o pobre facultativo, sus condiscípulos debieron traerlo como trapo y ahora lo imagino, paso tras paso apretando el culo).
Creerse ocurrente, como en ese párrafo, es un rasgo de mi enfermedad, y realmente comparto caraterísticas con don Alonso: vejez, soledad cósmica e hijohidalguismo que conduce a la molicie y cierta conciencia de ser alguien por estirpe -algo parecido a Tuve o tuvimos y así me corresponden derechos que el peladaje no conoce y le dan rencor y miedo.
Dispongo de amas que me atienden y hasta hay un párroco para procurarme.
Versión moderna del buen hombre aquel, a diferencia suya me habrían mandado al psiquiátrico y sigo en casa por comodidad para los míos, quienes se despreocupan y creen incluso ando mejor que bien y venzo gigantes, perdularios y malditos -genética es genética y algo les heredé.
Apreciése el nivel de desequilibrio, creyéndome emular al nuevo mismísimo Quijote. Se confirma así mi proximidad al personaje novelado, enfermo de letras que él comía y yo vomito.
Para que nada falte y con personal variación, tuve mi Dulcinea, literal ensueño y no premio sino gratuito adelanto, pues para obternerlo no tenía a quienes vencer, malos, buenos o regulares, que duro dos meses y al final pudo matarme por su súbita marcha, tras la cual quedé sin saber si ahí estuvo o fue tan más invento que librar el planeta y conquistar los cielos con mi pluma -rara ella, teclada y vaya a saberse contra dónde da y deja su maravilloso producto al futuro loa, oda, reverencial conmigo, como Ella a mis pies por una eternidad, postrada, así ayúntese con otros, espurias copias del Único, yo merito.
* Angosto Saura, Tiburcio, citado por otro imbécil.
El Grito y La ¿Me perdonas?
¿Argelia en los 1950s?, pregunto para los demás, y para mí: ¿En verdad están cagados de miedo? Sí, de sí mismos, de lo que están preparados a hacer a la menor provocación.
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A L, la ¿Me perdonas?, la encontré un año atrás, queda dicho y no aclaro cómo.
Ser luminoso, la llamó antes un amigo. No conocía la historia cuando nos vimos durante un encuentro continental. Había muchas irresistibles mujeres allí y mi mirada se posó solo en ella.
Delgada, blanca de piel contra mis gustos, tenía una elegancia natural acusada por las ropas que como artesana confeccionaba para sí misma.
Los organizadores del encuentro prepararon un baile y coincidí con ella en la mesa. Nadie se decidía a empezar el desfogue de esa semana atravesada por ideas nuevas y nos atrevimos a poner el ejemplo.
Nuestros cuerpos en movimiento parecían conocerse y se emborrachaban. Lo demás también, en mi caso y no en el suyo, obviamente. Debimos seguir así y no era justo pues media docena de compañeras al lado hacían un silencioso reclamo, sin otros hombres a mano.
Nunca renunciaré a la apuesta por componer canciones de carne y hueso y L quedo en mi obsesionada cabeza. Cuánto agradecí encontrarla un año después.
Apenas desempecado en La Habana para un nuevo evento, vi un cuerpo cuya espalda me pareció gloriosa. Era de ella y apenas nos reunimos en la mesa común se lo dije al amparo de mi edad.
De noche nuestro pequeño grupo se reunió en el patio. Mi a veces agotadora vena cómica renunció lo necesario para concentrarme en la belleza aquella: su parado, la forma de sentarse o estirarse, el contraste entre su aire abstraído y su espléndida sonrisa, el durazno de la piel.
-No sé en qué manera, será "mía" -pensé dispuesto a casi cuanto fuera, incluido el ridículo, desde luego.
Al día siguiente nos separamos en equipos y la increíble experiencia de cultura comunitaria que conocí borró el delirio.
Regresé con una nieta cubana adquirida y según avanzábamos por la carretera le compartí mí locura, que volvía a velocidad de vértigo. Imposible detener a la tormenta de veinte años cuando en el hotel compartió cuarto con L.
No había pasado un cuarto de hora y la jovencita entró a mi habitación.
-Dice que eres un hombre muy interesante.
La futura ¿Me perdonas? sabía ya con entero detalle cuán demencial era mi gusto por ella.
Paracaidista en vuelo libre animado por el súbito arrojarme del avión, no me había sentado para la colectiva comida al soltar:
-No sé si te avisé: nos casaremos a las siete.
Creí que se ahogaba con el trozo de pollo cruzando por su garganta, entre las risas que celebraban el momento.
-¿Ah, sí? -respondió semi recompuesta.
-Y no te preocupes. Como soy un anciano, seguro no llego a la noche de bodas.
-No, así no -se sumó al juego.
Nos retiramos a nuestras respectivas tareas y al cenar rompió una regla no escrita: dejar libres las cabeceras.
-Son las ocho y no vi nada de boda -dijo ante las miradas cruzando la mesa.
-Se hizo en ausencia tuya, por interpósita persona.
-¿De veras?
-Cambié de cuarto para que tengan su alcoba nupcial -dijo la nieta, entonces enamorada de mi roomie, quien protestó.
-Creo que lo dejamos para mañana -propuse a L.
-Sí, creo que sí.
Quise dormir, no pude y escribí para L la mejor carta de mi vida. Poniendo punto final tocaron puerta.
-Si Dios existe -pensé en un despropósito para un ateo de tres generaciones- es la ¿Me perdonas?
Y sí. Al empezar a aclararme los motivos, la detuve.
-Deja que lea lo que escribí para ti.
Pobre, ahí, en una silla, a la escucha de tormentosas declaraciones que no deseaba, sin saber cómo retribuirlas.
Terminé, trató de explicar otra vez, ahora la situación sentimental que atravesaba. Le pedí no hacerlo, pues no había demanda en mi carta, nos levantamos a un tiempo, volví a agradecerle sin palabras las sandalias que emparejaban nuestras alturas.
¿Recibiría compensación? ¿Inmejorable remate para la historia o su ruína?
-¿Vamos al bar? -propuse y no sé si dudó en dar las gracias. De otra manera habría terminado componiéndole la canción, ¿no?, y a tal cursilería ni por el personaje femenino de París, Texas.
Todos y todas necesitamos necesitamos una épica personal, creo; hasta quienes no pareciera, ¿verdad, James Kelley? -¿recuerdan a este hombre, E y S?-. Y como no conquistamos Persia, estupidez soberbia, según probé por aquí, asaltamos corazones, y sino pregunten a Alonso Quijano -¿también a su escudero, Teresa?; Claro, responde Molley Mahoney y no aquélla a quien dieron apenas un diálogo en ciento treinta y cuatro capítulos.
Se mire por donde se mire, tengo una edad quijotesca y mi molino de viento en Cuba fue rendido según mandan las reglas de caballería. Desde luego la ¿Me perdonas? no puede compararse con la Sad Eyed Lady of The Lowlands, y estaba lejísimos de emular a Suzanne, si permiten que cambie de músico predilecto, nietos.
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Aclaro: quienes invitaban a esos eventos tenían muy poco aprecio por mí. Fui porque nadie más en el espacio al cual pertenezco estaba interesado en asistir.
Las ideas eran nuevas para mí y ya hace tiempo más o menos maduradas por sud y centroaméricanos.
No sé a quién agradecer la oportunidad. Imagino que a los pueblos donde nacieron -ideas y procesos.
Por eso L y yo no volvimos a encontrarnos. ¿Menos mal? ¿Me habría apenado mi comportamiento en La Habana? Nel. Para canciones carnales solo este viejo. Aquella, desde luego, rematada, sería cosa del pasado.
Intercambiamos correos y ni por asomos a ninguno se le ocurrió escribir al otro.
En cuanto a la genial nieta, incumplí mi promesa para ayudarla. Perdón. Te recuerdo con una foto:
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
“Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
“Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
“Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
“Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...”
Nos juntaremos, es una promesa, Julio César Mondragón. No habrá Dulcineas capaces de detenernos. Aquí no se trata de novelas.
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Pesadilla
No iré porque debo terminar de corregir los "cuentos" esos, dice mi parco mensaje.
Hoy soy un hombre más o menos respetable, que se siente prudentemente bien y le extraña su no muy buena facha cuando despierta, así tuviera malos sueños.
Había tres jóvenes allí, yo en alter ego entre ellos, marchando de paseo pues involuntariamente mataron a otro. Partieron sin dolor y solo vago temores, para asesinar a tres más también como por accidente, mientras embellecían. Estaban de regreso en casa descomponiéndose sin conciencia a lo Divina Comedia y abrí los ojos.
Cuento mal la vida, es el resumen, tras participarle pasajes míos ayer a la Mal nombrada, que en realidad me autodirigía.
Sisea, pensé de muchos días y recuerdo momentos poco edificantes escenificados por el intachable abuelo, según algunos y cierta, cabal ortodoxía.
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Dany compartió cierto reportaje muy crudo. Yo lo había leído antes pensando en Tú, que no pertenece a tal mundo, con el cual está familiarizada, pienso, y así creí entender porqué fue inescrupulosa a grados incalculables para nosotros, hombres y mujeres con relativos principios gracias a la familia o la comunidad y el azar, siempre el azar.
Históricamente estamos acostumbrados a la miseria caldo de cultivo, que apenas ahora produce semejantes aberraciones: niñas y niños violados vez tras vez por padres, tíos, hermanos, y en venta llegando a los extremos, a cuya puerta aguardan mafias extensas -taxistas, meseros, etc., siviendo como halcones- para prostituirlos y con drogas duras hacerles llevadera la cosa. Sorprendernos resulta absurdo, aquí, paraíso mundial del turismo pederasta, como nos informan cada poco. Lo hacemos por una entre conveniente y forzosa imaginación empobrecida.
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Sueños lúcidos, llaman a los esclarecedores y a estos míos les digo plácidos. Estaba convencido que llegaron durante la vejez como regalo. Ahora indican depresión, al parecer. No me importa. Son tan maravillosos y vívidos...
Si vivo triste en grados clínicos no sé porqué al menos durante buenos plazos corró aquí y allá y contamino con optimismo. Habré de reconocerme entonces bipolar. O lo que da lo mismo: fiel representación de la sociedad. Quizá solo así podemos lidiar con ella y creernos factibles, próximos triunfadores.
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Estoy y nada más, declaro orgulloso. Es cierto y no. Tengo un papel que cumplir, no interesa cuál, y para eso vendo mi trabajo y confronto a los contemporáneos. Emparejarse, temporal o establemente, y no amar a secas, resulta fuer también. Ya vamos por la segunda tanda. ¿Continuo?
Nada sólo permanece. Esto es lucha, casi sin falta a muerte. Y colaboración, desde luego. ¿Roer también entre una propia especie?, preguntamos y preguntamos, dándonos de palos al respondernos por adelantado.
Si buscaba afanosamente los ramales más profundos del Magdalena, ahora los tengo a la vista.
Mal Nombrada
Su diario (1)
De sus primeros ochocientos cincuenta y un días, Ohsis, pasé con ustedes setecientos treinta y dos y no todos pues los domingos faltaba a la cita para que Él y A descansaran siquiera un poco de mí.
Me esforzaba en pasar inadvertido ante ellos y jamás intervine en sus decisiones, sabiendo cuánto odian los padres el fisgoneo de las parentelas, tan dadas a las doctas opiniones, y como mi prestigio se hallaba en el nivel familiar más bajo desde Caín, mejor que mejor.
No resistía la tentación de los interlocutores ideales para quien vive en la azotea, según aprendí criando a Él y el Nuevo con Uno, eterno acompañante y guía perfecto.
Eran inteligencia y deseo puros, al modo de cualquiera durante la más tierna edad, certifiqué, y daba una reglamentaria batalla contra el saboteo o llano asesinato de sus naturalezas, ordenados apenas nuestra especie se exilió.
Par de infames zotacos.
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Esto va como adelanto del diario mientras seleccionó lo que pasaré aquí. De momento:
Esther
No hay día sin que escuche a Bob Dylan de ida y vuelta por la Autopista 61, deteniéndose para hacer el amor a una granjera y salir de inmediato por la ventana; experimentando la tercera guerra mundial en calles donde se diría no pasa nada, o desviándose hacia un valle en cuyo fondo se guarda la más misteriosa mujer, ante quien rendirse sin esperanza.
Mientras él anda sin parar, yo invariablemente a la primera obligada pregunta de los que llaman por teléfono, respondo:
-¿Qué hago? Ya sabes: duro on the road de la recámara a la sala.
Detrás de la broma el viaje para encontrar la batalla de todos y todas por la vida cotidiana clavando tumbas en cada uno y una -legítima preocupación por el género.
Eso era hasta hace una semana, cuando me ofrecieron volver a los diecisiete.
Entonces un jueves por la tarde estoy en Villa López, Chihuahua -cinco mil habitantes-, en un patio que un pino-estatua y un álamo sombrean, columpiado por las voces de tórtolas, zanates que aquí de los graznidos pasan al gorjeo y los para mí casi míticos cenzontles. Don Ramón bebe un vaso de agua para aliviar la ronquera de hora y media sin parar hablando a mi grabadora, con sus casi perfectos noventa y cuatro años que giran en torno a un ejido –dotación de tierra colectiva.
La tarde en mientes está cerca de coronar lo que empezó en Gómez, como llaman los lugareños a una de las ciudades que forman La Laguna -el altiplano seco e interminable del norte mexicano, el cielo en una de las versiones azul pálido y nubes rasgadas-.
No más de un auto por minuto en ambas direcciones por la avenida principal, frente al auditorio donde mujeres de las colonias, trabajadores y trabajadoras de una docena de sindicatos, preparan un primero de mayo especial.
Entre una y otra estación del viaje, en el autobús sin horario fijo Benedicto pide al chofer dejarnos en la tercera y no en la segunda gasolinera de Ciudad Jiménez sobre la carretera, como debiera, pues ahí esperan Martín y su Chevrolet 1981, cuya facha queda perfectamente definida por el preció: cinco mil pesos.
Luego frente a un caldo de camarón en el Cangrejito Playero, tengo el honor, y no exagero ni un poco, de compartir con Juan facha Gepeto, el exlectricista y agitador de Chihuahua capital, y las casi cuatro décadas de fiereza del lagunero Domingo, más conocido en el rancho que el presidente municipal.
En otra parada, en el diario que les destino escribo al futuro de los nietos:
“Quisiera no estar tan cansado y no echar la siesta, que es justo el tiempo, ya que a occidente el reloj se me adelantó una hora… Quisiera, los nogales de la calzada… "
Volver a los diecisiete... Al final de San Ecatepec de los Obreros digo que hace treinta años y cinco años tuve que marcharme de las calles de ese municipio industrial y de habitación obrera, y que no me había de recuperado de ello hasta hoy.
Hoy es ayer y no ahora... confío.
Cosas del Idiota, Ohsis, que confiesa ahora que el Magdalena lo cursa con el abuelo tal y como empieza esta viñeta:
-¿Qué hago? Ya sabes: duro on the road de la recámara a la sala.
Del miedo y el autismo quedo a deberles la explicación.
Para el fracaso y el éxito pasen a Encuesta, ¿sí? No puedo más esta día que copia vaya a saber cuántas anteriores y no digo futuras pues no hay modo de calcular si existirá el mañana. Una pesadilla me despertó al amanecer y la vigilia fue llana confirmación de ella. Sólo por milagro estoy escribiendo ahora. Ahogarse en sí, qué triste final.
Hasta en el Magdalena hay que pagar el teléfono con internet. Desperté no demasiado tarde de acuerdo a mis costumbres y aun así cuando falta nada para que cierren las cajas soy incapaz de decidirme al urgente baño tras días obsesionado con el libro y los tiempos para su publicación el día que necesita lo mucho más allá de mí.
Anoche hice la promesa de presentar Desde la azotea y esta Última función en un año. Para entonces no estaré ya donde hace mucho me pesa. Porque el Magdalena, Ohsis, tiene tramos y el abuelo y yo estamos en los primeros y desesperamos por conocer los finales dejando el mejor mensaje concebible para nosotros: un hombre puede emprender la aventura casi setentón, hacia el mundo siempre ancho y poco a poco menos ajeno.
Estos días nos acompaña maniáticamente esto:
Inesperada
"Ahí hay algo más que cariño entre una jovencita y su tío postizo", escribe una mujer en el barrio virtual, bajo la rigurosa foto diaria que coloco de P, la Inesperada.
A los tres metros de distancia entre nuestras computadoras volteó:
-¿Te enojaste, Tic?
-No, Cuac -responde esta vez imitando al pato en el cual me convirtió por incomprensibles motivos, y casi de un salto cae sobre mí a picotazos (chale, Inespe, qué espectáculos, jjj).
Un par de minutos entre un año hay ahí, P y nunca más otra sigla, hasta el día en que me dé permiso y ponga al fin las cinco letras, las canciones y todo lo demás nuestro, nuestro, conforme insististe en el único videochat con sentido, dije temiendo maltratar la memoria, necesaria en ese instante y no en este cuando ya no sé si borro el pasado pues el día a día que inauguras es el de la ella con quien jugué al amor como nunca antes ni después, de tan completas las maneras; el de la ella entonces, sigo, mejorada -y he de medir muy mucho las palabras, mujer ahora, porque si renuncié en diciembre de 2008 fue gracias y nada más que gracias, justo, a lo único cercano a cuanto significan los hijos, los nietos y el hermano pequeño, y no se te escapa un gramo de lo que hablo, no a ti, la entendedora de todo en mí, modelo exclusivo tú sí... la rima, ¡mira!, qué importa lo mala, de regreso en homenaje a la bien querida, con la cual sobran los rubores, los excesos que se temen, absurdos entre un par de excesos, desborde tras desborde, hasta el infinito, suene como suene la retahíla estilo poeta siglo XIX de la más baja categoría.
¿Vamos a dormir?, debo preguntar porque no miente y no quieres que lo haga el registro de este coso, insomne pareja a quien en tres horas demandará la jornada del niño en la foto, sobre la arena los dos.
-0-
Miente siempre, dicen los decálogos de grandes escritores. No puedo, se pensaría en principio, porque trato sólo con personajes de carne y hueso. Y no es así. Para mejor contar necesita alterarse el hecho cuando menos según aparece a simple vista. La realidad tiene múltiples planos y su captura no esta a nuestro alcance.
Con nadie práctico tanto el sabio consejo aquél como con la Inesperada. Le hago también un diario, que empieza así:
"Ahí hay algo más que cariño entre una jovencita y su tío postizo", escribe una mujer en el barrio virtual, bajo la rigurosa foto diaria que coloco de P, la Inesperada.
A los tres metros de distancia entre nuestras computadoras volteó:
-¿Te enojaste, Tic?
-No, Cuac -responde esta vez imitando al pato en el cual me convirtió por incomprensibles motivos, y casi de un salto cae sobre mí a picotazos (chale, Inespe, qué espectáculos, jjj).
Un par de minutos entre un año hay ahí, P y nunca más otra sigla, hasta el día en que me dé permiso y ponga al fin las cinco letras, las canciones y todo lo demás nuestro, nuestro, conforme insististe en el único videochat con sentido, dije temiendo maltratar la memoria, necesaria en ese instante y no en este cuando ya no sé si borro el pasado pues el día a día que inauguras es el de la ella con quien jugué al amor como nunca antes ni después, de tan completas las maneras; el de la ella entonces, sigo, mejorada -y he de medir muy mucho las palabras, mujer ahora, porque si renuncié en diciembre de 2008 fue gracias y nada más que gracias, justo, a lo único cercano a cuanto significan los hijos, los nietos y el hermano pequeño, y no se te escapa un gramo de lo que hablo, no a ti, la entendedora de todo en mí, modelo exclusivo tú sí... la rima, ¡mira!, qué importa lo mala, de regreso en homenaje a la bien querida, con la cual sobran los rubores, los excesos que se temen, absurdos entre un par de excesos, desborde tras desborde, hasta el infinito, suene como suene la retahíla estilo poeta siglo XIX de la más baja categoría.
¿Vamos a dormir?, debo preguntar porque no miente y no quieres que lo haga el registro de este coso, insomne pareja a quien en tres horas demandará la jornada del niño en la foto, sobre la arena los dos.
2021 no existe, suelo decir. Para quienes hacen cálculos sobre las próximas elecciones presidenciales, por tanto, pido camisas de fuerza.
Mayo 27, 2016.
A las 9:22 am debería prepararme para la marcha cuya importancia se mide por el desalojo de seis días atrás.
No estuve allí y sí horas después cuadras más allá. Cumplí así dos modestos papeles que no se completaron pues falló el compañero del norte a quien pedimos dar una charla sobre la lucha de los jornaleros campesinos.
Antes y en medio las fuerzas públicas cayeron aquí y allá sobre quienes tras tres años de lucha parecen conducirnos al destino esperado.
El yo que según la frase empiezo a ser cierto comenzó el día preocupado por su futuro económico, intrascendente una hora después.
Me perdí la crónica de nuestra primavera en 2012. Esta vez no será así.
Marzo 13, 2019.
¿Hubo tal crónica? A fragmentos y no sobre el movimiento de entonces. Continué en enero siguiente. Busquen dónde, aquí mismo, cuando vuelva a publicar las notas hechas borrador ahora.
No se va quien no quiere, así que siendo las 4:45 am agarro carretera hasta siempre.
Para subir a esta hermosa, modesta casa en lo alto, quien me acoge prendió las luces interiores del auto. Así pueden reconocerlo los halcones y sicarios locales. La extraña guerra ya no es distante, pues.
Enero 4, 2018.
Tuviste que regresar a casa antes de tiempo y tu Cuac volvió a la suya.
Está al corriente ahora el diario para N y a ti se te tiene prohibida la entrada a ciertas notas, pues descubrirías mis infidelidades -jeje.
Haremos juntos mi viaje final, fue el convenio firmado ante costeño notario. En caso de incumplimiento deberás darme al enano, la casa y la cuenta bancaria.
Los encuentros al amanecer quedan prohibidos en bien de mi salud -digo, pudiste haberlo propuesto hace dos años-. A cambio... entre ayer y hoy tuvimos siete, jeje.
Pico publicar pues no hay de otra, gracias a los enredos que haces cuando entras como autora.
-No se toca un tema -dijiste. -Aquí "nadie se va a morir, menos ahora".
No pongo esta canción por nosotros sino por buena.
Hay en él un anhelo de continuidad, afirman cuantos leí. Es así por la conciencia de finitud.
Describí mis sueños placenteros al volverme viejo. No tenían igual en el pasado. Estonces había cuando menos algo correcto al calificarlos de místicos.
Su quid era justamente la eternidad que así se alcanzaba, nacida entre quienes hasta ese momento no habían reparado en el otro.
-¿Por qué? -preguntaban ambos.
-No sé -respondía cada uno.
Marzo 6, 2019.
Busco a Enzensberger. Con fortuna lo hallaré al cabo de múltiples, fallidas notas. No soy un académico. Existo, luego investigo, digamos dándole vuelta a la frase. Porque también para escudriñar vino nuestra especie, toda ella y no solo quienes monopolizan el conocimiento y suelen reburujarlo nomás.
Poco antes, mientras yo y según Ana tropezaba para bien andar, aquéllos dos encontraron el tortuoso camino correcto. En su tiempo libre V era voluntario en ambulancias y P se volvió paracaidista militar y consiguió retirarse casi enseguida, tras amenazas de morir como accidentalmente -los cuerpos que caen libres desde tres mil metros conservan intacta la piel, ¿saben?-. Ambos conocerían al país profundo quizá como nadie más entre nuestras clases, guiándome a lo lejos. V campo y P ciudad.
-Registra las cien anécdotas que en el día produjeron carcajadas -pensaba con tino cada noche pues las olvidaría. Los momentos exultantes, dramáticos a veces, serían fáciles de recordar. Siempre entre trabajadoras y trabajadores.
Quedó clarísimo donde estaban mis iguales y cuando quise dedicarme a criar les perdí casi por completo la pista. Cumplido el oficio que crearía un paraíso, volví a seguirlos.
Ese zigzag no resultó fácil. Por diversión prendí fuego a un archivo fotográfico y poco después y a risas ayudé a remodelar las oficinas que inútilmente intentaban menoscabar nuestro trabajo. Lindando la locura volqué la pesada máquina de escribir sobre mi jefe y a lo Nabor no me quedé a comprobar el resultado. Luego los afectados se cobrarían por interpósita persona: un infecto figurín con cincuenta kilos de sobrepeso, un Nostromo en versión femenina, francesa y sin arredros para perderse en isla alguna, e innumerables otros.
-0-
La última vez que nos vimos P estaba semidesdentado y a V no habrían podido reconocerlo sus padres, aunque lucía bien.
La Inesper jamás vio esos verdes que sudan sol tropical y cuando le muestro fotos satelitales del anudarse serrano, apenas puedo creerlo: hondas quebradas verticales y horizontales cuyos secretos no descubren siquiera esos poderosos lentes -mientro en buena medida, claro, porque ven todo... desde fuera; dentro, Mrs., ni puta idea tienen.
La Tic toma apuntes sobre una idea musical que le nace conforme bajamos. Sonríe moviendo la cabeza.
-¿Qué? -pregunto.
-No podré con ella. Hago canciones. Esto es otra cosa. Necesito escuchar sones... y de todas formas no lo conseguiré.
Para y se da a las cosquillas cuaqueándome.
-Se nos pasa la vista. Ahora caemos casi a plomo.
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El espacio que la compañera nos renta no es una casita con patio de tierra, como sueño desde niño. Basta su aire costeño en el llano bajo árboles aromáticos, y los detalles que la vuelven poco atractiva para otros: piso terregoso, desvencijadas ventanas de madera, redes como muebles colgantes que evitan a las alimañas.
La ciudad consume pronto los aires marinos, que P seguro extraña. Con todo, y como podía preveerse, el lugar le parece encantador, "muy Cuac".
-Mira esta hamaca -dice porque lo siente y por zalamería.
El recibimiento de los vecinos y sus picadas con grasa de coco compensan las incomodidades.
Esa pequeña, bendita lucidez
Se cumplen mis ruegos y el final se aproxima sin apenas dolor y a cambio tareas y esa pequeña lucidez que permite relacionarme cálidamente con las y los demás.
Es como un sueño donde la muerte sigue pareciendo promocional de Youtube, así deba dármela pronto, sin reclamos, y tenga amor y dignidad.
Reviso mi casa y me amonesto por sus pequeñas, ominosas faltas. Necesita orden y una buena limpieza.
-Anda, pon música -pienso. -¿Pero cuál, si gasté lo mejor?
Bueno, no importa, repetiré.
(Gran viaje repetido eternamente.)
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Casi odio, solo eso y mucho me avergüenza, a quienes están dispuestos y dispuestas a todo o se dejan hacer por las familias, entre médicos que manipulan sus cuerpos acertando o falla tras falla, y pierden riñones, piernas, ojos, memorias y sientan en sillas de ruedas o mantienen postrados y postradas.
Ruinas que vuelven vía crucis los días de quienes aman.
Para marcharse nada mejor que los gloriosos días. Anoche habría sido un momento ideal, con el Potro jugando así en la División de Ni Ascenso, jeje: