viernes, 30 de julio de 2021

Kola loca

2011

Estimaba tanto mis lentes... Hace un año al parir una idea me senté en ellos y una patita salió volando. Poco después sacaron la peor parte en una batalla campal con los nietos y los cristales se despostillaron. La Niña quiso comprarme nuevos y me negué, pues no tenían par en amabilidad.

No es casual que hoy pisara su pata sana y como no los concibieron para servir a lo monóculo, imposible sujetarlos ya. Mañana compraré un pegamento rogando sirva en bien de la catarata del ojo izquierdo. Sino, en breve los cirujanos del Hospital General tendrán que darse quién sabe cómo tiempo.
La anécdota me pinta de cuerpo entero y la cuento en un descuido del abuelo, quien marchó al diario paseo de costumbre. No puedo seguir endilgándole la cantaleta de cada tres semanas. 
Con el Whitman ni el saludo intercambio y el canto de hoy a mí mismo no lo acompañan tambores ni trompetas. Así que al ir al río no lo hago con propósito de admirarme. Sobra con el amor y el respeto, y el gusto por el vaho de mi aliento no es ontológico, sale del llano aroma que trasiega el estómago. 
En nuestro país venden un líquido de nombre Kola Loca. No pega de locura, como asegura la leyenda, así que no adivino el resultado mañana, cuando con la patita de los lentes intente poner lo demás en su lugar. En todo caso con catarata y Hospital General, sé bien, puede vivirse con harta decencia y buen humor.
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A veces quererse cuesta trabajo. Al día siguiente la Kola Loca no da resultado y de noche como la muñeca del Cricrí ando por los rincones gimoteando, no importa cuán buena fue la mañana y cuánto me quiere la otra parte de esta pareja a lo microbio.