2011
Estimaba tanto mis lentes... Hace un año al parir una idea me senté en ellos y una patita salió volando. Poco después sacaron la peor parte en una batalla campal con los nietos y los cristales se despostillaron. La Niña quiso comprarme nuevos y me negué, pues no tenían par en amabilidad.
No
es casual que hoy pisara su pata sana y como no los concibieron para
servir a lo monóculo, imposible sujetarlos ya. Mañana compraré un
pegamento rogando sirva en bien de la catarata del ojo izquierdo. Sino,
en breve los cirujanos del Hospital General tendrán que darse quién
sabe cómo tiempo.
La
anécdota me pinta de cuerpo entero y la cuento en un descuido del
abuelo, quien marchó al diario paseo de costumbre. No puedo seguir
endilgándole la cantaleta de cada tres semanas.
Con
el Whitman ni el saludo intercambio y el canto de hoy a mí mismo no lo
acompañan tambores ni trompetas. Así que al ir al río no lo hago con
propósito de admirarme. Sobra con el amor y el respeto, y el gusto por
el vaho de mi aliento no es ontológico, sale del llano aroma que
trasiega el estómago.
En
nuestro país venden un líquido de nombre Kola Loca. No pega de locura,
como asegura la leyenda, así que no adivino el resultado mañana, cuando con la patita de los lentes intente poner lo demás en su lugar.
En todo caso con catarata y Hospital General, sé bien, puede vivirse con
harta decencia y buen humor.
-0-A
veces quererse cuesta trabajo. Al día siguiente la Kola Loca no da
resultado y de noche como la muñeca del Cricrí ando por los rincones
gimoteando, no importa cuán buena fue la mañana y cuánto me quiere la
otra parte de esta pareja a lo microbio.