sábado, 26 de diciembre de 2020

Inesperada. IV

 Dame chance de poner esto, Tic.

Si vas a poner esa cara lo quito.

Más se enfurruña la indina para molestarme y subo el volumen en compensación. 

N sonríe, sale regañado y peor le va a mi amita porque el enano salta a su alrededor como mico burlón.

-Quiero a Waits -dice, caprichosa.

Trato de ser razonable mientras los nueve años buscan aires menos contaminados.

-Nunca aburre, claro, pero aquí...

-Hold On o nada.

-¿Por qué la provocación a este pobre viejo que hace un minuto te quería?

-¿Tan poco aguanta tu amor?

-Tengo el corazón desecho, recuerda.

-Farsante.  

  


F:jJf-


jueves, 24 de diciembre de 2020

La extraña guerra

 Viejo, acostumbro comprar cigarros de madrugada, caminando unas cuadras. A veces el paseo se extiende hasta La Parada, por calles alegres. Voy sin miedo y cuando hay suerte topó con un personaje en desgracia que me vuelve su cómplice. Continuo así mis viajes nocturnos desde la adolescencia, entre altercados mayormente chuscos, si acaso.

No conozco a nadie más que lo haga. La Mal nombrada, por ejemplo, apenas llegan las sombras mira el reloj calculando cuánto le queda para volver a casa sin riesgo de violación y muerte. La Inesperada en su pueblo costeño jamás osa bajar los peldaños hasta una playa donde en diez años desaparecieron diecinueve personas, y Marquitos, muchos kilómetros al sur frente a ese mismo mar, ni loco asoma siquiera a la ventana, pues una bala perdida o certera por diversión lo dejaría ahí mismo o invalido para siempre. 

¿Qué haría si viviera todavía en aquella ciudad provinciana donde hice un paraíso con Él y el Nuevo, si hoy a pleno sol camionetas levantan hombres y mujeres para que no vuelva a saberse de ellos o días después los arrojan sin vida en las propias calles, y cada poco al amanecer cuerpos decapitados cuelgan del primer lugar a modo como mensajes escritos por no se sabe quién para destinatarios imprecisos o aparecen fosas comunes que obvian las advertencias, mientras los niños juegan a ser sicarios o violadores? 
Vine al mundo para constatar la gran guerra y la silenciosa que se libra cada día, declaro, y una se me hurta y debo seguir buscándola en los entrepaños.
El abuelo regresó de sus tierras y desespera. Sabe que nunca debe pararse, así se tenga el triunfo en la mano.
Me acompaña en los paseos y llegando al gran parque cruzamos a un extranjero que no conoce, que murió cuando él y es exilio personificado. No intercambian palabra y ambos cargan derrotas y compañeros a cientos de miles o millones, vivos tal vez todavía en los infiernos donde quedaron.