martes, 22 de octubre de 2019

La última gira (temática)


Mientras el público se acomoda

No recuerdo cuántas representaciones hice en sindicatos, organizaciones vecinales, jardines públicos
Se trata ahora de leer uno, dos o tres breves textos para tratar luego más o menos a fondo un tema, histórico, social, relacionado con la vida cotidiana.

Para divertir a los posibles organizadores empiezo con algo de aire eroticón.

Era con quien al fin cumplir el sueño y no sólo por su asombroso instinto sexual. El tiempo se emborrachaba en ella, trastabillando hacia adelante y atrás o sin moverse un milímetro, entonces infinito.
Como una cámara enfocaba, crecía y disminuía a capricho los trazos de la realidad, y vórtice absorbía el alrededor o lo contagiaba. No era raro que produjera temor o un irresistible apetito, y así oferta de eterno viaje en la pasión corrí tras ella apenas se me insinuó.
Los cercanos no entendieron mi maniática nostalgia luego de dejarla marchar y por pudor oculté los desbordes de la imaginación, consciente de cuán lejos habría ido de tenerla todavía.

Era ya por entero imposible cuando encontré el camino que pudo conducirnos a la plenitud durante el breve momento antes de que nos llevara el diablo. A seis mil kilómetros le envié el correo cuya respuesta me hizo temblar de calor y de frío:
"Sí, jugabas a poseernos hasta las últimas consecuencias hurgando en las sombras de la intimidad, las mías hechas de cumplidos rincones de deseo y las tuyas de fantasías. Y sí, ¿por qué la ira cuando a tu lado escapaba imaginariamente hacia otro, confesándolo? No te equivocas, de haber acompañado mi vuelo..."
Escribía sin emoción y me sentí como el único episodio que borró del pasado. No importa, si fui quien abrió las puertas para la verdadera apuesta, a la manera de éste y el resto de los días, a solas y no pues con el olor le robé el secreto, aquí anda, con sus fugas entre nuestros cuerpo a cuerpo, más mía.

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Que la gira empiece por Michoacán, dice Lupita. 
Guerrero y la zona conurbada de nuestra gran capital irán entremedio, claro. ¿Verdad, San, Roberta, Ce, Sara?

Como hay de todo, como en botica, según decimos, elijan.

Grito, 2014

Noche del mexicano grito y al Barrio, como llamo a mi cuenta depurada en FB durante nueve años para no vérmelas con la parte del país que desprecio, lo pone furibundo la fecha reglamentaria y está casi vacío.
David: en Neza los cohetes son K 47
Dany:¡Vivan los hoteles de Tlalpan! Ahhh no vea…
Yo estoy alelado con la canción que buenas razones trajeron hoy.
Pregunto a la Dany en el hotel de paso en Tlalpan, si su grito no fue mera oportunidad para una de las geniales declaraciones que acostumbra:
¿La conoce, Ña?
Dany: Obvi
Itzel y yo aprovechamos para bromear:
Foto que una agradecida carnalita nos acaba de tomar
Itzel: Jajajajaj! Yeha!!!
Yo: ¿La chocamos como usted le hace?
Itzel: Jajajajaja ta güeno! ¿Tons qué? Chichocamos nalga?
Yo: Nomás con cuidadito, me vaya a botar casa la chingada jjjjjjjj
Igual que la gran mayoría de nuestra docena de cuadras, no volteamos a mirar el deprimente circo de la plaza mayor, donde el antiguo rito lo cumple un monigote al servicio del criminal proyecto poder reafirmado dos años atrás.
Entonces alguien sube esto:
¿Argelia en los 1950s?, pregunto para los demás, y para mí: ¿En verdad están cagados de miedo? Sí, de sí mismos, de lo que están preparados a hacer a la menor provocación.
Justo diez días después el país da el brutal salto en la nada que puede conducirlo a la nueva utopía.
Entre un dolor y una esperanza que no conocía, en noviembre el azar me lleva por primera vez a Cuba y encuentro la más espléndida experiencia imaginable en promoción de cultura comunitaria.
El alimento a los sueños es tal que rindo a la ¿Me perdonas?, según la llamaré pronto: la mujer de otro país por quien suspiro desde un año atrás. Lo hago al modo de un viejo en procura de una hermosísima joven imposible, se diría, y para un amor platónico que repentinamente anuncia pasar a algo más: el día siete, fin del encuentro en el cual coincidimos. Los organizadores nos premian con la música de uno de los mil geniales grupos cubanos
Cuando la canción termina, la joven dice la frase que la bautiza: 
-¿Me perdonas?
-¿Prometes? -respondo y mirándonos fijo no sabemos qué nos espera.
Entonces alguien se acerca con la noticia, falsa sabremos luego: encontraron los restos calcinados de los 43.
No hay rincón que alivie y la hermosísima me encuentra en uno de ellos.
-Anda, vamos a bailar y juntos la pena…
No escucho el final de la frase y por la mañana del seductor queda sólo el recuerdo.
La revolución y el amor son un mismo, indisoluble acto, rezan muchas justas frases, que por momentos no bastan.
Julio César Mondragón Fontes, el estudiante de Ayotzinapa cuyo cuerpo, desollado en vida, se arrojó en una calle de Iguala tras la desaparición de los 43. El grito hoy es tuyo. Te prometemos no perdonar.
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Esa nota decidirá a familiares y abogada de Julio César a encargarme un libro a hacer en seis semana, presentando su caso ante la corte internacional contra la tortura.
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Exilios 
Soy producto de tres exilios, afirmo. Uno sufrido por mis padres y abuelos, tras sueños que se construyeron contra la España Negra con palas y pianos y cuya derrota debe achacarse al fascismo internacional. 
Otro lo protagonizaron millones de familias campesinas buscando las ciudades mientras yo crecía. El tercero lo vivió mi hermano pequeño al escapar hacia una realidad propia. 
De éste me escucharán decir veinte líneas nada más:
Digo cualquier cosa sabiendo que quien te cuenta son los ojos y las inflexiones en la voz, y al voltear con la sonrisa casi me olvidas, atrapado por lo que tardo largos segundos en sospechar es una luz sobre el filo de la cortina. Lo creo porque te he visto antes encandilarte con ella como si fuera la primera vez, y la sé para mí perdida según debiera, a menos de hacer el enorme esfuerzo de otros días. Gracias a él descubrí, por ejemplo, el justo vaivén de la rama al borde de la ventana, sin traducción para mí que estuve dale y dale en el intento de hacerlo palabras.
No puedo con tu mundo, hermano, me rebasa, me apabulla, me pierde en el desorden aparente donde tú por necesidad encuentras armonía. Desde el baño mamá pide que la ayude a bajarte por la rampa, le contesto que puedo solo, me recuerda cuánto has crecido. ¿Ves? Todo eso está en el juego de voces entre los dos. ¿Algo intuyes viniendo de lo que no atino si te vale llamar "ayer"? Algo, sí, me parece. Más lo olvidas en un tris. Qué caso tiene, dirás, en un decir.
Más de medio siglo después, cuando haya entre nosotros cinco mil kilómetros, seguiré peleando con las palabras para decirte. La distancia no me separa, pues moro en ti y entonces es imposible precisar cuánto estoy frente al escritorio y cuánto entre la habitación y la terraza en las que mamá te hizo un reino a modo.
La casa del horror
Vivimos un narco Estado, dicen; y una narco sociedad, debe agregarse simplificando. Gran parte de la población nacional sabe quiénes pertenecen al crimen organizado, calla los actos de corrupción alrededor y tal vez conoce el rostro y hasta el nombre de los secuestradores de los niños y las mujeres cuyas fotos circulan por la internet, o el de los violadores y feminicidas.
Un psicoanalista opina que sus colegas han equivocado el punto de arranque sobre los torturadores. No son seres a-sociales, dice. Entonces tampoco quien corta cabezas y demás. ¿La realidad se volvió de revés?
Poco después un mismo día aparecen dos noticias sobre el estado de Tamaulipas. En Tampico una niña de siete años es atacada por varios compañeritos. “Jugábamos a la violación”, dicen ellos. La madre denuncia y la maestra contesta: ella “tenía algo de culpa por ser la más bonita y coqueta del salón”.
Un poco al norte, en Reinosa, el gobernador tamaulipeco “inaugura calle en honor al fundador del Cártel del Golfo”.

Otro "Terciopelo azul"
El celular notifica. Es Tú o Anónima, según la nombro. Nos enviamos mensajes a hora y media de distancia y entra una llamada. 
-¿Me abres?
Es ella, tiene veintiún años y el espíritu teatral mejor cultivado que conozco. Tres minutos después cuatro manos hurgan sexos, pechos, nalgas.
-Vine para quedarme, con una promesa: que sea para siempre -dirá luego. Y días más tarde: 
-Necesito tiempo. 
Entenderé a medias hasta otro telefonazo al que responde:
-¿Un millón doscientos mil? Pero no está en X colonia de buen gusto.
Dos días entre actividades a pasto en otra ciudad le bastaron para encontrar a alguien poco menos viejo que yo, quien ofrece comprarle departamento.   
Pongo el clip de la película que me cautiva y vuelvo a escribir:
El hermoso petirrojo en placido domingo suburbano devora una lombriz. Eso es normal. No así la anciana que mira horrorizada.
Capitalismo del fin del mundo, llaman al que cursa. No puede narrarse con cantautores, perdona, Anónima. Nos asesinarán tan rápido, que no podrá verse nuestros cuerpos caer, cito de memoria palabras que Stanley Kubrick dijo al morir.
Creciste en una región donde "la muerte tiene permiso" -título que Edmundo Valadez dio a su ingenioso cuento- ¿y crees que para vivir basta Calle Melancolía?
Estaba equivocado. La joven musicalizaba estupendamente. Joaquín Sabina servía tanto como la balada rocanrolera que David Lynch escogió.
Con ella, pues, podría haber protagonizado el papel del impoluto universitario que en Terciopelo Azul se asomaba al abismo gracias a Isabella Rossellini.
No exagero, supe cuando poco después un reportaje exhibió el trafico sexual infantil en la ciudad donde Tú creció.

Para morir iguales
No sé cómo organizar las viñetas con ése título, Ohsis. Al principio pensé que debería empezar así:
No importa por donde vayamos nos acompaña la fotografía de un muchacho. Tiene dieciocho años, la piel mulata parece de aceite, los cabellos se le ensortijan y los brillantes ojos negros sonríen.
Al poco de recordar esta estampa que presidía el hogar de Mario el Jarocho, fui citado por la Corte de Medianoche (1).
Igualitito que en la obra cumbre del último gran poeta en lengua irlandesa, duermo plácidamente y el reclamo de una metálica voz me despierta:
-"¡Eh, tu, vago, ¿qué haces ahí cuando la más digna corte jamás reunida espera para juzgarte."
Claro, no estoy en el lomo de un río, a la manera del campesino en el poema, sino sobre la cama, y no es una monstruosa mujer de mirada sangriente quien amonesta, sino El Grillo, metro sesenta de altura, pecho echado pa lante y ojos de capulín.
-¡Comadre! -le digo harto contento de verlo luego de casi cuarenta años.
-No te hagas baboso y jálale.
-¿Y ora?
-Que nos juntamos pa darte con todo.
-¿A mí? -alcanzó a preguntar antes de que como en un sueño aparezcamos en un castillo cuyas troneras echan humo de fábrica.
Frente a nosotros el abuelo, Filiberto, uno de las muchachas que no murió en 1524, Bryan O´ Donnel, Artemio, la niña que perdió una pierna en un bombardeo, Felícitas, Malena, el propio Jarocho, en gigantescas representaciones se sentaban a una mesa en lo alto. 
En la multitud alrededor había muchos rostros conocidos y el resto tenía un impreciso aire familiar.
Acostumbrado a los escenarios con miles de protagonistas, el abuelo no necesitó forzar la voz para que se escuchara a través del eco profundo en el fantástico lugar. 
-Mira -dijo extendiendo la mano en un movimiento circular. -Te nos dimos, tan diversos en tiempo y espacio y tan íntimos como deseabas. Y has traicionado nuestra confianza. 
Prometo cumplir la tarea y recuerdo a Domingo embobándose con los recuerdos de una bronca toma de predios, para que de pronto, sin venir a cuento, pensaría uno, los ojos se le fueran quién sabe a dónde y decir: 
-Todo fue por mi papá, que vendía pájaros en el mercado y no tenía un centavo y andaba cante y cante.



Demasiado humano
Hay buenos motivos para iniciar en la bahía de Santiago de Cuba una mañana de noviembre de 1517.
No estoy seguro qué historia perseguimos. ¿La de una pasmosa revolución de los tiempos y los espacios humanos, cuyo resultado obra de diabólica manera a comienzos del siglo XXI?

Esperen. Vayamos a un inicio distinto a los planeados: las columnas de Hércules o de Melkart, si quieren, en 1325. Más bien, a un centenar de kilómetros al oriente de ellas, pues nuestro guía, Ibn Battuta, abandonó hace días la ciudad erigida frente a aquél brutal encuentro del Mediterráneo y el Atlántico, en la cual nació.
Vayamos sin pretensiones de gran sabiduría y una carcajada por quienes las tienen con tan pocos méritos como nosotros. 
No conozco Argelia más que a través de una maravillosa película y las descripciones de diarios más o menos contemporáneos a la época en la cual estamos. Para ayudarme busco fotografías y redondeo la imagen de una tierra mágica. Battuta, nuestro personaje, descansa en una llanura cerca del mar, que en estos tiempos no cultiva la agricultura. Parece el eco del desierto del Sahara, muchos kilómetros a sus espaldas. En las fotos la tierra es rojiza y le crece una rala hierba. Por aquí las caravanas pasean hace cuatro mil años quizás. Las dirigen los bereberes seminómadas, cuyos rostros en las estampas de mi computadora muestran como seres salidos de un cuento. Visten túnicas muy bellas en su sencillez, y se cubren la cabeza y parte del rostro con telas de colores vivísimos: azules, anaranjados, rojos. Sus miradas guardan secretos que les dejan innumerables generaciones transitando a veces sin encontrar a nadie en días o semanas.
De no ser noche al fondo nuestros ojos distinguirían el filo del mar, y el cielo sólo se iguala en riqueza al de los sioux del Niño de Piedra, a quien me refería antes. Sin duda como éstos, los pastores trashumantes guían más sus jornadas por el mapa de estrellas que por el ciclo solar.
El perfume de los árboles de dátiles lo conozco bien, porque a cachos pasé mi infancia cerca de ellos. Emborrachan un poco, ¿saben?, de dulcísima, penetrante manera.
Battuta cubrirá tres veces la distancia que hará famoso a Marco Polo, el paisano de Cristóbal Colón cuyo diario de viajes alimentará el descomunal apetito en quienes dirigirán la conquista del Nuevo Mundo.
Hagamos un alto, pues el camino es largo.

Red de agujeros
A pie por el camino mi compadre Agustín y yo no nos cansamos de dar gracias a la fragancia de la hierba alta, jugosa, en la que pareciera no caber un tallo más, y a sus verdes suaves por el sol, siempre padre y aquí en un papel distinto a los muchos que decidió y no hacer en nuestro gigantón urbano. Padre sol y madre tierra, sabemos ahora, envueltos por ella y su prodigalidad. ¿O los géneros deben intercambiarse entre ellos, pienso recordando una milenaria leyenda de las naciones muy al norte de estos lugares, donde la luna, por ejemplo, era la tea de un celoso amante?
Deberíamos preguntar a los campesinos y campesinas que rinden el diario culto a las prodigiosas matas alrededor, divinos regalos entregados casi cinco siglos atrás a sus conquistadores, y se nos hurtan a la mirada por sus ocupaciones o deliberadamente, como el pueblo sombra que se me descubrió una mañana en una colonia de posesionarios y luego gracias al abuelo.
Todo enamora a nuestros ojos de ciudad: el contraste entre la vegetación y el rabiar azul del cielo, la franja arcillosa que serpentea frente a nosotros, el apenas perceptible reptar o trepar de pequeñísimos seres y esa terca soledad aparente que a lo repentino se viene abajo.
“-¡Bájense todos, hijos de la chingada!" –grita a los ochenta hombres en un camión de redilas “un señor grandote” que carga “un radio” -Bótense al suelo porque se van a morir.”
Ya está: el compadre y yo llegamos al momento que nos trajo hasta aquí en la manifestación material a través de la que la Corte de Medianoche asiste a los viajes convenidos.
Ahora, nietos, ustedes se suman a la aventura que en la infancia guía el canto de Felicitas, a quien sin eufemismos llamo nuestra sirvienta
Casi medio siglo me tomó acercarme al misterio que intuía también en los viajes al puerto de mar donde papá nos llevaba. La carretera corría sobre el mero paisaje en el cual la Red de Agujeros convirtió a estas tierras de densa, milenaria historia, por los que yo buscaba ansiosamente con los ojos, gracias a propia Felicitas y sus iguales a cientos de miles; a la señora de los tamales en la esquina y la avalancha de albañiles, jardineros, trabajadores de las fábricas en torno nuestro. Buscaba sin sentido, pues la ruta aquélla se trazó sin hacer caso más que a las caravanas en pos de los productos traídos de fantásticos lugares al costado contrario del océano.
Tanto el misterio oculto a la carretera, que no lo develo bien a bien sino ahora, con mi compadre, en el vado donde un camino interior tuerce.
Aguas Blancas se llama en paraje adonde llegamos y no habría razón para la presencia de tal número policías apostados entre la maleza y tras sus camionetas, de no ser el castigo ejemplar que se aplica a miembros de la Organización Campesina del Sur.
“-Nos espantamos, pero yo no creía que nos iban a matar -–contará luego uno de ellos. Y otros:
“-Sentí que nos estaban cazando....
“-...me tiré al suelo... Oía los quejidos de las personas que estaban matando...
“-Me sentí mal al ver como nos habían trozado aquí de la cintura al compañero.
“-Cuando estaba ahí debajo del camión, pues yo sentía algo caliente que me caía aquí arriba, así, pero yo no creía de que fuera sangre. Y cuando ya nos sacaron de ahí ya vi que había muchos más regados así, alrededor del camión y adentro también.” (1)
Las con justicia llamadas fuerzas del orden dan el tiro de gracia a los diecisiete caídos, y la cámara de video que llevan corta mientras recomponen el escenario: los machetes de los campesinos asesinados se retiran para colocar rifles y pistolas en sus manos o cerca de ellas. 


¿Primaveras en otoños?

"Pero debe haber liderazgo para que los manifestantes del Líbano sobrevivan a su lucha. De lo contrario, se dividirán. Y fallarán." ¿Esas palabras escritas por Robert Fisk aplican para Chile, que protagoniza no una primavera, como llamaron a las "árabes" -"islámicas" sonaría más justo; habiendo cristianos involucrados...- sino una "revolución", según gustan calificar al precipitarse de los pueblos latinoamericanos en octubre pasado -¿cuáles más, si sumamos Haití y Ecuador?; ¿incluyen a Bolivía, donde defienden el voto, y Argentina, que volvió por sus fueros electoralmente?; hay quien agrega a Uruguay cuando está todavía por venir una segunda vuelta con dudosos resultados-?
Suman a la 4T méxicana, hasta ayer ninguneada, y así no entiendo ni tantito, ideólogos marxistas de quienes tomo la categoría. Bueno, también lo hace la izquierda argentina", cuyo primer acto será visitar a AMLO. 
Inició ayer en La Habana el Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Neoliberalismo, mayormente mero blabla, me temo, pues murieron Fidel y Chávez, sin quienes parecen inconcebibles los "gobiernos populares" que marcaron nuestra región -¿a partir de 1990 o 1994?, aclárenme si son tan amables- y sus pueblos están en un callejón sin salida, aunque quizá siguen constituyendo la única reserva.
Falta nada para que crea al delirante anarquismo ¿continental? -a pura pregunta voy, esta vez con dudas sobre la posible extensión a Estados Unidos, de donde mi optimismo ¿esperaba?, ¿aún lo hace?, grandes cosas. 
Contagiado, quiero tirar el arpa con que canté a Santa Utopía.
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Uno tiene malos días, como el que empezó con esta nota y al cual puede sumarse otro peor, ayer, cuando me informaron la posible marcha de mis nietos adonde soplan menos los huracanes en nuestro país.
Paren, quise decirle a Él, su padre, y no hubo manera mirando un video. Catorce o quince años tiene el joven palestino a quien a la entrada de un túnel esculcan soldados israelís. Lo dejan ir y al llegar al fondo un arma dispara y atina.
Los uniformados dan vuelta tranquilamente. No hay duda: el celular que registró la escena era de ellos, que lo circularon.
Para entonces corregía un libro sobre la industría armamentista sionista, cuya oferta incluye adiestramiento a sus usuarios, basado en experiencias en Gaza y Cisjordania.
"Es en ese espacio donde la doctrina de seguridad con la que fueron entrenados dichos elementos -explican allí usando casos mexicanos -entran en juego las decisiones personales, que finalmente no lo son tanto, sino que están influenciadas y delimitadas por una serie de elementos aprendidos previamente sobre cómo reaccionar en situaciones similares."
Tal vez, pues, los soldados en el túnel tomaron esas estampas para mostrárselas a sus superiores y ganar un bono como contribución a las destrezas que luego se exportarán produciendo grandes ganancias. Cuestión de mercado, en resumen. 
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Y en resumidas cuentas, ¿para qué la gira?
Simple, Watsones y Watsonas. Hay una revolución mundial en curso.