No recuerdo cuántas representaciones hice en sindicatos, organizaciones vecinales, jardines públicos. Se trata ahora de leer uno, dos o tres breves textos para tratar luego más o menos a fondo un tema, histórico, social, relacionado con la vida cotidiana.
Para divertir a los posibles organizadores empiezo con algo de aire eroticón.
Era
con quien al fin cumplir el sueño y no sólo por su asombroso instinto
sexual. El tiempo se emborrachaba en ella, trastabillando hacia adelante
y atrás o sin moverse un milímetro, entonces infinito.
Como
una cámara enfocaba, crecía y disminuía a capricho los trazos de la
realidad, y vórtice absorbía el alrededor o lo contagiaba. No era raro
que produjera temor o un irresistible apetito, y así oferta de eterno
viaje en la pasión corrí tras ella apenas se me insinuó.
Los
cercanos no entendieron mi maniática nostalgia luego de dejarla marchar
y por pudor oculté los desbordes de la imaginación, consciente de cuán
lejos habría ido de tenerla todavía.
Era
ya por entero imposible cuando encontré el camino que pudo conducirnos a
la plenitud durante el breve momento antes de que nos llevara el
diablo. A seis mil kilómetros le envié el correo cuya respuesta me hizo
temblar de calor y de frío: "Sí, jugabas a poseernos hasta las
últimas consecuencias hurgando en las sombras de la intimidad, las mías
hechas de cumplidos rincones de deseo y las tuyas de fantasías. Y sí,
¿por qué la ira cuando a tu lado escapaba imaginariamente hacia otro,
confesándolo? No te equivocas, de haber acompañado mi vuelo..." Escribía
sin emoción y me sentí como el único episodio que borró del pasado. No
importa, si fui quien abrió las puertas para la verdadera apuesta, a la
manera de éste y el resto de los días, a solas y no pues con el olor le
robé el secreto, aquí anda, con sus fugas entre nuestros cuerpo a
cuerpo, más mía. -0- Que la gira empiece por Michoacán, dice Lupita. Guerrero y la zona conurbada de nuestra gran capital irán entremedio, claro. ¿Verdad, San, Roberta, Ce, Sara?
Como hay de todo, como en botica, según decimos, elijan.
Grito, 2014
Noche del mexicano grito y
al Barrio, como llamo a mi cuenta depurada en FB durante nueve
años para no vérmelas con la parte del país que desprecio, lo pone
furibundo la fecha reglamentaria y está casi vacío.
David: en Neza los cohetes son K 47
Dany:¡Vivan los hoteles de Tlalpan! Ahhh no vea…
Yo estoy alelado con la canción que buenas razones trajeron hoy.
Pregunto
a la Dany en el hotel de paso en Tlalpan, si su grito no fue mera
oportunidad para una de las geniales declaraciones que acostumbra:
¿La conoce, Ña?
Dany: Obvi
Itzel y yo aprovechamos para bromear:
Foto que una agradecida carnalita nos acaba de tomar
Itzel: Jajajajaj! Yeha!!!
Yo: ¿La chocamos como usted le hace?
Itzel: Jajajajaja ta güeno! ¿Tons qué? Chichocamos nalga?
Yo: Nomás con cuidadito, me vaya a botar casa la chingada jjjjjjjj
Igual
que la gran mayoría de nuestra docena de cuadras, no volteamos a mirar
el deprimente circo de la plaza mayor, donde el antiguo rito lo cumple
un monigote al servicio del criminal proyecto poder reafirmado dos años atrás.
Entonces alguien sube esto:
¿Argelia en los 1950s?,
pregunto para los demás, y para mí: ¿En verdad están cagados de miedo?
Sí, de sí mismos, de lo que están preparados a hacer a la menor
provocación.
Justo diez días después el país da el brutal salto en la nada que puede conducirlo a la nueva utopía.
Entre
un dolor y una esperanza que no conocía, en noviembre el azar me lleva
por primera vez a Cuba y encuentro la más espléndida experiencia
imaginable en promoción de cultura comunitaria.
El alimento a los sueños es tal que rindo a la ¿Me perdonas?,
según la llamaré pronto: la mujer de otro país por quien suspiro desde
un año atrás. Lo hago al modo de un viejo en procura de una hermosísima
joven imposible, se diría, y para un amor platónico que repentinamente
anuncia pasar a algo más: el día siete, fin del encuentro en el cual
coincidimos. Los organizadores nos premian con la música de uno de los
mil geniales grupos cubanos
Cuando la canción termina, la joven dice la frase que la bautiza:
-¿Me perdonas?
-¿Prometes? -respondo y mirándonos fijo no sabemos qué nos espera.
Entonces alguien se acerca con la noticia, falsa sabremos luego: encontraron los restos calcinados de los 43.
No hay rincón que alivie y la hermosísima me encuentra en uno de ellos.
-Anda, vamos a bailar y juntos la pena…
No escucho el final de la frase y por la mañana del seductor queda sólo el recuerdo.
La revolución y el amor son un mismo, indisoluble acto, rezan muchas justas frases, que por momentos no bastan.
Julio
César Mondragón Fontes, el estudiante de Ayotzinapa cuyo cuerpo,
desollado en vida, se arrojó en una calle de Iguala tras la desaparición
de los 43. El grito hoy es tuyo. Te prometemos no perdonar. -0- Esa nota decidirá a familiares y abogada de Julio César a encargarme un libro a hacer en seis semana, presentando su caso ante la corte internacional contra la tortura. -0- Exilios Soy producto de tres exilios, afirmo. Uno sufrido por mis padres y abuelos, tras sueños que se construyeron contra la España Negra con palas y pianos y cuya derrota debe achacarse al fascismo internacional. Otro lo protagonizaron millones de familias campesinas buscando las ciudades mientras yo crecía. El tercero lo vivió mi hermano pequeño al escapar hacia una realidad propia. De éste me escucharán decir veinte líneas nada más:
Digo
cualquier cosa sabiendo que quien te cuenta son los ojos y las
inflexiones en la voz, y al voltear con la sonrisa casi me olvidas,
atrapado por lo que tardo largos segundos en sospechar es una luz sobre
el filo de la cortina. Lo creo porque te he visto antes encandilarte con
ella como si fuera la primera vez, y la sé para mí perdida según
debiera, a menos de hacer el enorme esfuerzo de otros días. Gracias a él
descubrí, por ejemplo, el justo vaivén de la rama al borde de la
ventana, sin traducción para mí que estuve dale y dale en el intento de
hacerlo palabras.
No
puedo con tu mundo, hermano, me rebasa, me apabulla, me pierde en el
desorden aparente donde tú por necesidad encuentras armonía. Desde el
baño mamá pide que la ayude a bajarte por la rampa, le contesto que
puedo solo, me recuerda cuánto has crecido. ¿Ves? Todo eso está en el
juego de voces entre los dos. ¿Algo intuyes viniendo de lo que no atino
si te vale llamar "ayer"? Algo, sí, me parece. Más lo olvidas en un
tris. Qué caso tiene, dirás, en un decir.
Más
de medio siglo después, cuando haya entre nosotros cinco mil kilómetros,
seguiré peleando con las palabras para decirte. La distancia no me
separa, pues moro en ti y entonces es imposible precisar cuánto estoy
frente al escritorio y cuánto entre la habitación y la terraza en las
que mamá te hizo un reino a modo. La casa del horror Vivimos un narco Estado, dicen; y una narco sociedad, debe agregarse
simplificando. Gran parte de la población nacional sabe quiénes pertenecen al
crimen organizado, calla los actos de corrupción alrededor y tal vez conoce el
rostro y hasta el nombre de los secuestradores de los niños y las mujeres cuyas
fotos circulan por la internet, o el de los violadores y feminicidas.
Un psicoanalista opina que sus
colegas han equivocado el punto de arranque sobre los torturadores. No son
seres a-sociales, dice. Entonces tampoco quien corta cabezas y demás. ¿La
realidad se volvió de revés?
Poco después un mismo día
aparecen dos noticias sobre el estado de Tamaulipas. En Tampico una niña
de siete años es atacada por varios compañeritos. “Jugábamos a la
violación”, dicen ellos. La madre denuncia y la maestra contesta: ella “tenía
algo de culpa por ser la más bonita y coqueta del salón”.
Un poco al norte, en Reinosa,
el gobernador tamaulipeco “inaugura calle en honor al fundador del Cártel del
Golfo”.
Otro "Terciopelo azul"
El celular notifica. Es Tú o Anónima, según la nombro. Nos enviamos mensajes
a hora y media de distancia y entra una llamada. -¿Me abres? Es
ella, tiene veintiún años y el espíritu teatral mejor cultivado que
conozco. Tres minutos después cuatro manos hurgan sexos, pechos, nalgas. -Vine para quedarme, con una promesa: que sea para siempre -dirá luego. Y días más tarde: -Necesito tiempo. Entenderé a medias hasta otro telefonazo al que responde: -¿Un millón doscientos mil? Pero no está en X colonia de buen gusto. Dos
días entre actividades a pasto en otra ciudad le bastaron para
encontrar a alguien poco menos viejo que yo, quien ofrece comprarle
departamento. Pongo el clip de la película que me cautiva y vuelvo a escribir: El hermoso petirrojo en placido domingo suburbano devora una lombriz. Eso es normal. No así la anciana que mira horrorizada. Capitalismo del fin del mundo, llaman al que cursa. No puede narrarse con cantautores, perdona, Anónima. Nos asesinarán tan rápido, que no podrá verse nuestros cuerpos caer, cito de memoria palabras que Stanley Kubrick dijo al morir. Creciste
en una región donde "la muerte tiene permiso" -título que Edmundo
Valadez dio a su ingenioso cuento- ¿y crees que para vivir basta Calle
Melancolía? Estaba
equivocado. La joven musicalizaba estupendamente. Joaquín Sabina servía
tanto como la balada rocanrolera que David Lynch escogió. Con ella, pues, podría haber
protagonizado el papel del impoluto universitario que en Terciopelo
Azul se asomaba al abismo gracias a Isabella Rossellini. No exagero, supe cuando poco después un reportaje exhibió el trafico sexual infantil en la ciudad donde Tú creció.
Para morir iguales
No sé cómo organizar las viñetas
con ése título, Ohsis. Al principio pensé que debería empezar así:
No importa por donde vayamos nos acompaña la
fotografía de un muchacho. Tiene dieciocho años, la piel mulata parece de
aceite, los cabellos se le ensortijan y los brillantes ojos negros sonríen. Al poco de recordar esta estampa que presidía el hogar de Mario el Jarocho, fui citado por la Corte de Medianoche (1). Igualitito
que en la obra cumbre del último gran poeta en lengua irlandesa, duermo
plácidamente y el reclamo de una metálica voz me despierta: -"¡Eh, tu, vago, ¿qué haces ahí cuando la más digna corte jamás reunida espera para juzgarte." Claro,
no estoy en el lomo de un río, a la manera del campesino en el poema,
sino sobre la cama, y no es una monstruosa mujer de mirada sangriente
quien amonesta, sino El Grillo, metro sesenta de altura, pecho echado pa
lante y ojos de capulín. -¡Comadre! -le digo harto contento de verlo luego de casi cuarenta años. -No te hagas baboso y jálale. -¿Y ora? -Que nos juntamos pa darte con todo. -¿A mí? -alcanzó a preguntar antes de que como en un sueño aparezcamos en un castillo cuyas troneras echan humo de fábrica. Frente
a nosotros el abuelo, Filiberto, uno de las muchachas que no murió en
1524, Bryan O´ Donnel, Artemio, la niña que perdió una pierna en un
bombardeo, Felícitas, Malena, el propio Jarocho, en gigantescas
representaciones se sentaban a una mesa en lo alto. En la multitud alrededor había muchos rostros conocidos y el resto tenía un impreciso aire familiar. Acostumbrado
a los escenarios con miles de protagonistas, el abuelo no necesitó
forzar la voz para que se escuchara a través del eco profundo en el
fantástico lugar. -Mira
-dijo extendiendo la mano en un movimiento circular. -Te nos dimos, tan
diversos en tiempo y espacio y tan íntimos como deseabas. Y has
traicionado nuestra confianza.
Prometo cumplir la
tarea y recuerdo a Domingo embobándose con los recuerdos de una bronca toma de
predios, para que de pronto, sin venir a cuento, pensaría uno, los ojos se le
fueran quién sabe a dónde y decir:
-Todo fue por mi papá, que vendía pájaros en el
mercado y no tenía un centavo y andaba cante y cante.
Demasiado humano Hay buenos motivos para iniciar en la bahía de Santiago de
Cuba una mañana de noviembre
de 1517. No estoy seguro qué historia perseguimos. ¿La de una pasmosa revolución de los tiempos y los espacios
humanos, cuyo resultado obra de diabólica manera a comienzos del
siglo XXI?
Esperen. Vayamos a un
inicio distinto a los planeados: las columnas de Hércules o de Melkart, si quieren, en 1325. Más bien,
a un centenar de kilómetros al oriente de ellas, pues nuestro guía, Ibn Battuta,
abandonó hace días la ciudad erigida frente a aquél brutal encuentro del Mediterráneo
y el Atlántico, en la cual nació. Vayamos sin pretensiones de gran sabiduría y una carcajada por quienes las tienen con tan pocos méritos como nosotros.
No
conozco Argelia más que
a través de una maravillosa película y las descripciones de diarios más o
menos contemporáneos a la época en la cual estamos. Para ayudarme busco
fotografías y redondeo la
imagen de una tierra mágica. Battuta, nuestro personaje, descansa en una
llanura cerca del mar, que en estos tiempos no cultiva la
agricultura. Parece el eco del desierto del Sahara, muchos kilómetros
a sus espaldas. En las fotos la tierra es rojiza y le crece una rala
hierba.
Por aquí las caravanas pasean hace cuatro mil años quizás. Las dirigen
los
bereberes seminómadas, cuyos rostros en las estampas de mi computadora
muestran como seres salidos de un cuento. Visten túnicas muy bellas en
su sencillez, y se
cubren la cabeza y parte del rostro con telas de colores vivísimos:
azules,
anaranjados, rojos. Sus miradas guardan secretos que les dejan
innumerables
generaciones transitando a veces sin encontrar a nadie en días o
semanas.
De no ser noche al
fondo nuestros ojos distinguirían el filo del mar, y el cielo sólo se iguala en
riqueza al de los sioux del Niño de Piedra, a quien me refería antes. Sin duda
como éstos, los pastores trashumantes guían mássus jornadas por el mapa de estrellas que por el ciclo solar.
El perfume de los árboles
de dátiles lo conozco bien, porque a cachos pasé mi infancia cerca de ellos. Emborrachan
un poco, ¿saben?, de dulcísima, penetrante manera.
Battuta cubrirá tres veces la distancia que hará
famoso a Marco Polo, el paisano de Cristóbal Colón cuyo diario de viajes
alimentará el descomunal apetito en quienes dirigirán la conquista del Nuevo Mundo.
Hagamos un alto, pues el camino es largo.
Red de agujeros
A
pie por el camino mi compadre Agustín y yo no nos cansamos de dar
gracias a la fragancia de la hierba alta, jugosa, en la que pareciera no
caber un tallo más, y a sus verdes suaves por el sol, siempre padre y
aquí en un papel distinto a los muchos que decidió y no hacer en nuestro
gigantón urbano. Padre sol y madre tierra, sabemos ahora, envueltos por
ella y su prodigalidad. ¿O los géneros deben intercambiarse entre
ellos, pienso recordando una milenaria leyenda de las naciones muy al
norte de estos lugares, donde la luna, por ejemplo, era la tea de un
celoso amante?
Deberíamos
preguntar a los campesinos y campesinas que rinden el diario culto a
las prodigiosas matas alrededor, divinos regalos entregados casi cinco
siglos atrás a sus conquistadores, y se nos hurtan a la mirada por sus
ocupaciones o deliberadamente, como el pueblo sombra que se me descubrió
una mañana en una colonia de posesionarios y luego gracias al abuelo.
Todo
enamora a nuestros ojos de ciudad: el contraste entre la vegetación y
el rabiar azul del cielo, la franja arcillosa que serpentea frente a
nosotros, el apenas perceptible reptar o trepar de pequeñísimos seres y
esa terca soledad aparente que a lo repentino se viene abajo.
“-¡Bájense todos, hijos de la chingada!" –grita a los ochenta hombres en un camión de redilas “un señor grandote” que carga “un radio” -Bótense al suelo porque se van a morir.”
Ya
está: el compadre y yo llegamos al momento que nos trajo hasta aquí en
la manifestación material a través de la que la Corte de Medianoche
asiste a los viajes convenidos.
Ahora,
nietos, ustedes se suman a la aventura que en la infancia guía el canto
de Felicitas, a quien sin eufemismos llamo nuestra sirvienta
Casi
medio siglo me tomó acercarme al misterio que intuía también en los
viajes al puerto de mar donde papá nos llevaba. La carretera corría
sobre el mero paisaje en el cual la Red de Agujeros convirtió a estas
tierras de densa, milenaria historia, por los que yo buscaba
ansiosamente con los ojos, gracias a propia Felicitas y sus iguales a
cientos de miles; a la señora de los tamales en la esquina y la
avalancha de albañiles, jardineros, trabajadores de las fábricas en
torno nuestro. Buscaba sin sentido, pues la ruta aquélla se trazó sin
hacer caso más que a las caravanas en pos de los productos traídos de
fantásticos lugares al costado contrario del océano.
Tanto
el misterio oculto a la carretera, que no lo develo bien a bien sino
ahora, con mi compadre, en el vado donde un camino interior tuerce.
Aguas
Blancas se llama en paraje adonde llegamos y no habría razón para la
presencia de tal número policías apostados entre la maleza y tras sus
camionetas, de no ser el castigo ejemplar que se aplica a miembros de la
Organización Campesina del Sur.
“-Nos espantamos, pero yo no creía que nos iban a matar -–contará luego uno de ellos. Y otros:
“-Sentí que nos estaban cazando....
“-...me tiré al suelo... Oía los quejidos de las personas que estaban matando...
“-Me sentí mal al ver como nos habían trozado aquí de la cintura al compañero.
“-Cuando
estaba ahí debajo del camión, pues yo sentía algo caliente que me caía
aquí arriba, así, pero yo no creía de que fuera sangre. Y cuando ya nos
sacaron de ahí ya vi que había muchos más regados así, alrededor del
camión y adentro también.” (1)
Las
con justicia llamadas fuerzas del orden dan el tiro de gracia a los
diecisiete caídos, y la cámara de video que llevan corta mientras
recomponen el escenario: los machetes de los campesinos asesinados se retiran para colocar rifles y pistolas en sus manos o cerca de ellas.
¿Primaveras en otoños? "Pero
debe haber liderazgo para que los manifestantes del Líbano
sobrevivan a su lucha. De lo contrario, se dividirán. Y fallarán."
¿Esas palabras escritas por Robert Fisk aplican para Chile, que
protagoniza no una primavera, como llamaron a las "árabes" -"islámicas"
sonaría más justo; habiendo cristianos involucrados...- sino una
"revolución", según gustan calificar al precipitarse de los pueblos
latinoamericanos en octubre pasado -¿cuáles más, si sumamos Haití y
Ecuador?; ¿incluyen a Bolivía, donde defienden el voto, y Argentina, que
volvió por sus fueros electoralmente?; hay quien agrega a Uruguay
cuando está todavía por venir una segunda vuelta con dudosos
resultados-? Suman
a la 4T méxicana, hasta ayer ninguneada, y así no entiendo ni tantito,
ideólogos marxistas de quienes tomo la categoría. Bueno, también lo hace
la izquierda argentina", cuyo primer acto será visitar a AMLO. Inició
ayer en La Habana el Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la
Democracia y contra el Neoliberalismo, mayormente mero blabla, me temo,
pues murieron Fidel y Chávez, sin quienes parecen inconcebibles los
"gobiernos populares" que marcaron nuestra región -¿a partir de 1990 o
1994?, aclárenme si son tan amables- y sus pueblos están en un callejón
sin salida, aunque quizá siguen constituyendo la única reserva. Falta nada para que crea al delirante anarquismo ¿continental? -a
pura pregunta voy, esta vez con dudas sobre la posible extensión a
Estados Unidos, de donde mi optimismo ¿esperaba?, ¿aún lo hace?, grandes
cosas. Contagiado, quiero tirar el arpa con que canté a Santa Utopía. -0- Uno
tiene malos días, como el que empezó con esta nota y al cual puede
sumarse otro peor, ayer, cuando me informaron la posible marcha de mis
nietos adonde soplan menos los huracanes en nuestro país. Paren,
quise decirle a Él, su padre, y no hubo manera mirando un video.
Catorce o quince años tiene el joven palestino a quien a la entrada de
un túnel esculcan soldados israelís. Lo dejan ir y al llegar al fondo un
arma dispara y atina. Los uniformados dan vuelta tranquilamente. No hay duda: el celular que registró la escena era de ellos, que lo circularon. Para
entonces corregía un libro sobre la industría armamentista sionista,
cuya oferta incluye adiestramiento a sus usuarios, basado en
experiencias en Gaza y Cisjordania. "Es
en ese espacio donde la doctrina de seguridad con
la que fueron entrenados dichos elementos -explican allí usando casos
mexicanos -entran en juego las decisiones personales, que finalmente no
lo son tanto,
sino que están influenciadas y delimitadas por una serie
de elementos aprendidos previamente sobre cómo reaccionar en situaciones similares." Tal
vez, pues, los soldados en el túnel tomaron esas estampas para
mostrárselas a sus superiores y ganar un bono como contribución a las
destrezas que luego se exportarán produciendo grandes ganancias.
Cuestión de mercado, en resumen. -0- Y en resumidas cuentas, ¿para qué la gira? Simple, Watsones y Watsonas. Hay una revolución mundial en curso.