miércoles, 2 de enero de 2019

Reivindicando la Tú historia

Empecé a escribir un Terciopelo azul con Tú y las otras jóvenes de mi vejez. Continuará si encuentro cómo bien decirlo.
Están también los rostros entrañables en esas historias. Contigo no hubo registro pues tan breve y vehemente el tiempo, no tuve cuándo. Queda esto poco:   
De no ser tú, y lo sabes, seguiría jubilado en el mercado del amor y la carne, jeje. 
Solo si viene y me viola, escribí hace dos años, dejaré entrar a otra mujer. Conociendo los cuadernos, eso hizo Quien jamás pierde el estilo y repetiste su generoso acto. 
Eras perfecta para mis setenta y un años y, como con ella, tuve placer a manos llenas -exagerando alguito, jeje-. Lo demás se debe al inmejorable espíritu cómico-dramático que te distingue. 
Chateábamos, por ejemplo, y viviendo a hora y media de aquí llamabas al celular.
-¿Me abres?
Estabas en mi puerta exterior. 
Apenas cumplidos los ventiuno, no te apenaban nuestros besos donde fuera y cuadra tras cuadra recibía tus empujones que contestaba a patadas y advertencias. 
-Sigue y esa pared atestiguará nuestra pasión a media tarde.
Todo a velocidad estelar, dos semanas después dije Adios pues no resistiría forzosas ambigüedades. Pasaron doce horas y nuevamente el teléfono.
-Estoy en tu casa y vine para quedarme.
Los sueños no me daban el ancho y cuando te alcancé vino un remate asegurando que este departamento con su anexo en la azotea cobijaría el tránsito final desde tu adolescencia y al hombre cuya paz se volvió beatífica:
-Con una condición: que sea para toda la vida. 
Marchaste a la ciudad donde habías crecido y recibí un video del hogar familiar y el cuarto tuyo, rematado con una hermosa canción improvisada. De voz grave, por primera vez te insinuabas allí dulce, sencillamente dichosa, y terminé por convencerme que hacíamos lo correcto.
Yo emprendía nuestra revolución mundial como remate a una vida que la prometió desde mi cuna. Nada me detendría, estaba convencido antes y ahora tenía al perfecto quién para acompañarla. Ambas iban a contracorriente en momentos que la imaginación tomaba el poder y cuánto se decía verdad comprobada eran próximo ayer.
Hay cosas que no pueden ensayarse, resultar del cálculo. Te sentí, mujer, con tanto tino como cuando por dos veces me adelanté a lo que andaba por tu cabeza. Y estoy seguro todavía: cometiste un error.
Las apariencias no engañan si tratas con este simplón, transparente hombre ni, tarde o temprano, cuando son manipuladas. 
Para finalizar no quedan sino buenos deseos y una bella canción.
   Es una letra musical.
No había vieja herida en mí y desde
luego el llanto tuyo ni por asomos apareció. Lo demás quizás sirve a la historia. 

¿Le doy demasiadas vueltas al asunto, que se resuelve con La chamaca se aprovechaba del viejo y viceversa? Cuesta reparar el ego tras nuestros infames actos que parecían finales y no fueron pues regresaste, ahora para tu real encuentro del amor, alentada por mí, como se debía: con una ella
Había llegado la pandemia, nos volvimos amigos sin más desvíos y venías a jugar poker o dominó o me empujabas por ratitos a mi bicicleta o traías regalos. 
Después te hiciste humo, según necesitaba tu nueva circunstancia.