martes, 10 de enero de 2017

Inesperada (no como diario)


La vida entre la Tic y yo transcurre a distancia, ya no tiene sentido registrarla y tal vez esto sirve para otra cosa: seguir desorganizando nuestra historia como dos criaturas pequeñas y singulares a su manera.
El final del diario plagado de canciones mira hacia atrás:
Estuve largo rato sobre "nuestra" cama recordando un momento de 2008. Era el día previo a que te decidieras. 
Con helado de chocolate entraste al entonces mi cuarto.  
-¿Qué haces?
-Nada.
Nos miramos frente a frente sin qué decir. 
-¿Jugamos? -se te ocurrió tocando mi nariz. Hice lo mismo. Luego fue la frente, un hombro, la panza y las costillas acercándonos al cosquilleo. -¿Quieres helado? -Me diste una cucharada y después la cuchara. Así estuvimos cinco minutos. -Mejor con los dedos. -Y procedimos, otros cinco. 
-Estás manchada -dije y limpié con los propios dedos. 
Embarraste el alrededor de la boca y te imité. 
-¿Puedo quitar tu chocolate con mi lengua?
Lo pensé un momento. Tenías veintidós años, yo sesenta, éramos sobrina y tío adoptados. 
-Sí.
Parecías un gatito sin mayor intención. Los ojos cerrados advertían algo más. No puse objeciones hasta llegar a las comisuras, donde querías hurgar.
-Cuidado -dije en silencio, y solo eso.
Tu cuerpo se arqueaba. 
-El incesto siempre tentará -di por callada explicación. 
Te retiraste con mucha lentitud. 
-Ahora tú. 
Atardecía presagiando una secuencia interminable. El disco llegó al track que escuchamos ahora.
-Espera -dijiste yendo al aparato reproductor. Un momento después la canción se repetía y estabas de vuelta. -Seguirá así. 
Hoy en la cama llegué hasta el amanecer. No hubieron, pues, aquellas llamadas por teléfono.
Imposible amor ideal, que solo llega en la fantasía de un viejo, afirmé públicamente. No es cierto. Eso hubo y eso hay ahora. Tanto, que entonces te obligué a marchar. 
Tienes un N. Yo no podía dártelo porque padres hay millones e hijos nada más dos -uno, de llamarte Tic-. Criarlo y mantenerlo sería cualquier cosa, en relación; también que tu familia, quien te entregó a mí cuidado, me asesinara. 
-0-
Empieza la madrugada. Dormí horas de tarde y creo que volviste en el sueño. No lo aseguro pues la materia onírica -jeje- dibuja a capricho. Era una extensión de mi recuerdo. Ahora no te conocía y jugamos "porque sí, por nada", diría Zitarrosa, como en un dormirnos "sobre la guitarra".
Pasábamos a los besos y lo que continúa, con extraordinaria lentitud, sin mayores movimientos ni exaltación, sorprendidos como en el otro sueño. Ahora no dictaba un factible Señor; lo hacíamos por naturaleza y eso nos conquistó.
-Para siempre -dijimos ambos cuando mucho a una hora de empezar. -Pero todo el tiempo tiene que ser como hoy -agregó uno de los dos. -Sí -fue la obligada respuesta, con pleno, mutuo convencimiento. Transcurría algo parecido a los años y en el último flashazo seguíamos igual.
Por eso la canción se volvió nuestra.
Refresquemos la memoria de aquel año. 
Llegaste en diciembre y la escena tras el sueño sucedió a fines de febrero. El día siguiente:
No había música, escuchábamos la tarde -lo hacíamos con frecuencia, escuchar-. Lo de mis brazos como ramas y así el resto un tronco, árbol añoso con las hojas bamboleándose en el cabello al viento de la ventana, no lo inventé (me hacía sentir cosas como esas la P, a ratos verbalizadas, explico a quien lea). Tarareaste una canción que mi memoria perdió, por increíble que parezca (¿la recuerdas?)-, te dio por silbar y quizás debí prevenirme, pájaro. Una breve pausa -qué presente la tengo y la llegada en ella de las risas de nuestros vecinitos -deberías verlos ahora, en tercer y cuarto grado, calculo.
-Te quiero como hombre. 
Por la confusión perdoné la broma de género. Tu voz no dejaba dudas, hablabas de algo muy serio, y mi breve tardanza en responder no fue menos parlanchina. ¿Lo venía esperando inconscientemente y trabajaba para ello?
Contesté de acuerdo a la etiqueta y al ruego en cuando menos el primer plano de mi interior. 
-Mal entiendo... no lo hagas, por favor, niña. 
Lo esperaba, desde luego. Dos meses y medio compartiéndolo todo, tú con la seguridad de estar sola en el mundo, no importa cuánto de lejos tu madre y hermano te procuraran, y yo ojos absortos por la llegada dos años atrás del par de maravillas llamadas nietos, con quienes seguía pasando cada tarde de pe a pa y algunas noches que empezaron a espaciar el hijo y la nuera, previsores. Por la calle siempre el contacto de las pieles, normal según los papeles y tu miedo al exterior: de la mano, del brazo, recargando la cabeza en mi hombro o mis piernas, yo acariciándote el pelo o la espalda o los brazos, un paternal beso si la desazón pasaba los límites usuales.
Les costaba trabajo entenderte. Yo aprendí rápido, ¿no? El hermano pequeño sirvió de maestro.
-0-
¿Paro, Tic? Gran exceso decir que no desaparecimos la una para el otro. Ocho años. Para ti los de encontrar una pareja, ni más ni menos, ni más ni menos, mujer escabulléndose de su especie, que habla con hormigas, caracoles, escarabajos. El mar para ti sola y sobre todo, luego de un monumental brinco por encima del miedo, ese niño a tu vera en la fotografía, gemelo.
Las tuyas las borré una a una entre el escándalo de lágrimas que duró horas al regresar del aeropuerto. La única viva me sirve para estar seguro de no haberte imaginado. 
La belleza en ti se explica de varias maneras -ella se explica; no hablo de razones. 
El Circo del Sol me quedó chico para que escucharas cómo intentaba escapar de la pérdida irreparable entre quienes por la edad creerías una compensación.
Cumplí sin falta la regla de no traspasar hacia otra los cuerpos y almas que generosamente se me daban. La alfombra mágica en la cual hacía el viaje eras tú. Sobran las explicaciones pues sabes bien cómo obra el amor en mí. 
-0-
Espera, que quería ir en orden. ¿Mejor no? Bueno.
Volvimos a juntarnos por un sueño, ocho años después. Copio lo que escribí:
En la siesta tuve un sueño que casi me obliga a revelar la razón de llamarte P, además de ser tu inicial. Venía también de Plastilina. 
Nos encontrábamos en un viaje de vacaciones entre jóvenes, sin conocernos. Tenías una gran amiga, los demás, hombres, eran parte de mi grupo, debo poner entrecomillas, pues no los reconozco en absoluto. La insinuación estaba en el viento y los colores playeros, en el barullo de un camino vecinal y la casa que ahora identifico: una variación de la primera al volver a la ciudad luego de los provincianos años -te hablé de ella, seguro-, con un anexo al fondo, tras un hermoso patio natural, no con higueras, a la manera del real -el otro real, porque este existe ya por el sueño o estaba en algún rincón interior. 
La atracción no fue inmediata y de hecho cobró forma apenas al coincidir por casualidad, a solas y a media tarde -eso sí es representativo- en la pequeña vivienda posterior con una hermosa luz de trópico al fondo, remarcando la tibieza de la sombra entre nosotros y la vida exultante todo alrededor, cielo y tierra al servicio de las pequeñas criaturas.
Los cuerpos se juntaban casualmente y los primeros besos en una caprichosa posición podían creerse producto del fácil acceso a ti por los hombres, que dábamos por supuesto -es decir, una P al revés de la conocida por todos-. Tus volúmenes asomaban entre una blusa y una falda larga de sencillo algodón, con el exacto, enloquecedor jugo de tu piel y lo que empezó a descubrirte plastilina. 
Parecías más bajita de lo que eres y así quizá tu ductilidad se multiplicó. Aunque eso se revelaría minutos después y como consecuencia de lo otro: el incontrolable exudar de la carne y el cuenco interior, idénticos a los tuyos, todo.
La previa decisión de penetrarte sin preservativo copió a la vez aquélla tarde y por ello tuvo el mismo significado, aquí incomprensible pues no había presagio de lo que sucedió muy lentamente y fue asombro por el breve tiempo ocupado.
Si sabías bien, lo sabían hasta quienes no tuvieron derecho a tu placer, que eras de una flexibilidad apenas concebible, el nivel rebasaba la imaginación, sin separar un milímetro nuestras pieles.
No necesitábamos revolvernos gran cosa, echados en una confusión de sacos para dormir, telas que no venían a cuento allí y sí en el futón azul, sin mueble, transformado en colchón cuando marchaste, que adornabas con pasminas y chales hindúes, los almohadones de artesanía en riego.
Difícil precisar si el sueño aceleró la velocidad de la entrega sin reservas, que se acompañaba con frases similares a las de entonces y una connotación revelada en la cercanía de los otros y su inverosímil descubrimiento de lo que sucedía tomándonos por sorpresa también y antes que nadie a nosotros.
-Nuestra boda.
-Sí -te temblaba la voz.
Ese diálogo se producía tras tu tercer orgasmo y la inminencia del cuarto, luego de un primero al par de minutos de que iniciáramos los besos y un segundo menos de cinco más tarde.
Tu amiga se acercó para preguntar si estabas bien,el Sí tuyo bastó para que comprendiera y, en el eje de cuanto sucedió, no pudiera creerlo. 
A la manera de cualquier parte del cuerpo, no hay dos sexos iguales en la tierra, doble P, y el reto al describirlo es su continua transfiguración. El tuyo a veces se ensanchaba y ahondaba prodigiosamente -lo hacen todos en un cierto grado, creo-. Era así por completo vivísima tela sobre paredes que bocetaría de tener una mínima disposición al dibujo.
En el sueño permaneció siempre en el desborde de la carnosidad que hacía de beso, agradecimiento, demanda por no marchar. Las manos de ambos se comportaban con extrema delicadeza, morosas, igual que el resto de aquél conmovedor amasijo que éramos. Las tuyas empequeñecían para subrayar tu ternura y no había necesidad, digo a quien mande en esos temas, porque las que tienes, educadas o no por el piano, sobran.
Volvamos a la plasticidad pasmosa incluso para ti o sobre todo para ti, pues fue lo que te rindió: tu rostro no sabía qué decir cuando las piernas, más rellenas que las tuyas, estaban entre tu cabeza, y el cuerpo todo era casi por consecuencia de una blandura inusitada. Un ovillo en la curva del mio, escurriendo y en lentísimo giro o quieto, quieto, incapaz de sustraerse al encanto inexplicable, que la tarde se diría ordenaba. Una de tus manos me acarició el mentón ligeramente para acompañar la mirada, el cuello en un doblez, de niña o madre a quien le traía aquello más allá de él, asimismo agradecido como fiel que recibía en cuerpo y alma a su virgen. Mística la hora en la suerte de pesebre, preciso por fin el lugar. 
Un acto tocado por la divinidad, desde luego, piensa el yo que jamás pisó una iglesia. Por ello la amiga trajo un plato de comida y una jarra con jugo y los dejó a nuestros pies. 
Es tan obvio, Tic: las imágenes mezclaban el recuerdo con estampas de la pintura renacentista. ¿Por qué? Escribo esto cuando ocho años después de entonces rehicimos la relación. El sueño fue quien precipitó nuestro regreso. Lo conté aquí, me llamaste...
No uso música cualquiera de fondo. ¿La merecemos? 
Soñé como solo un viejo puede hacerlo, creo. El fin se acerca y a cambio ofrece vivísimas fantasías irrealizables a menos que haya de por medio una Tic.
El sueño místico procedía de nuestros místicos días. El pecado era original y podía matarnos en un suspiro. Eso orilló mi decisión de que marcharas. 
Los años anteriores me enseñaron que no había gran amor sin perversión. Solo con ella se hurgaba en el fondo. Idílico el romance por sus peculiares circunstancias, apuró la entrega. 
-Quiero tu alma -estuve a punto de decir varias veces y estaba seguro que responderías sin dudarlo. 
No era un juego y podía vernos como luego pretendería con alguien más: muertos por la mezcla de deseo insaciable y hambre. 
Debías marchar, así me odiaras por obligarte. 
No alardeo con aires trágicos, a los que debería sumar otros. Una mujer de negro balanceándose en el columpio mientras contemplaba a mis nietos, y P con las venas cortadas por propia mano. Vaya si sabía del asunto.
Esa es la razón de poner fotos de Betty Blue en el diario y música a lo David Lynch.
-0-   
Pasión mística y tragedia son obsesiones en nuestro diario. Torpe con las ideas, busco quien me traduzca. 
Rescato eso y dejo la continuación para después. Lo ya escrito puede esperar. 
Describí también cómo continuó aquella tarde-noche, así que a su vez...
Por diez meses nuestros cuerpos amanecieron pegados. A ratos al dormir estaban lejos y en algún momento abríamos los ojos y algo nos había juntado.
Bastaban esas horas bajo las sábanas para presumir que se conocía el paraíso. La frescura de tu olor no tiene precio, digo, y me falta describirlo. Será más adelante, si encuentro el modo. Sumémosle nuestro fragor. Y faltan mis ojos. Una pierna tuya descansando valía la vida allá abajo.
Luego nomás quería morirme. Así, ya, de una vez, a la verga todo, esa noche que te fuiste y la siguiente y la otra y meses después y orita, recordando.
A los nietos en julio les dije Adios y soporté solo por ti. Tanta pérdida ni el más pintado.   
Y ahí me tienes frente al espejo diciendo:
-Por querer como no se debe. -Ellos, tú... y ni modo de echar la culpa a alguien. -De esta no te levantan, amigo. ¿Qué haces aquí? Sí, harta noche y luces y pájaros y paisanos, ¿y luego? Mi chica de Jersey... total, dónde chingao queda eso.
Es para reírse. Entonces no. La puta cama estaba más fría que una sepultura. El fantasma de Ella ahí, donde había palpitado.
Los vecinos seguro apostaban: ¿Esta semana, la otra, para la primavera? No me hablen de huevos.
Espera, que miento vilmente. El dolor profundo no lo producía la Tic ni llamó a piedad a nadie. Venía de cuando perdí a E y S; era por ellos y quizá sobre todo por mí; ciertamente de no estar tú me habría roído hasta el tuétano, y cuando se dejó ver produjo la conmiseración barata, por diez minutos, si acaso.
Pero -jeje, pongo, pues jamás uso la conjunción- como aquí convocamos al romanticismo amoroso confiando trascender la novela rosa, va, pues, el desgarrado canto -más obvio jeje. 
Sufrir por una pareja. ¿De qué chingao estamos hablando? A cambio, en efecto, sobreviví de milagro. Bueno, sino morí al quedarme sin hijos, resistiría cualquier cosa.
¿Y los muebles de esta casa, que pateaste sin misericordia? ¿Era la renuncia al placer y el mejor compañero? Al descampado, sin continente, presa fácil para la locura, creías, no importa si yo pensaba te dirigía a puerto seguro.
Nuestra historia debería empezar a contarse entonces, con la separación, o en medio de nosotros. Probemos. No tengo ganas o fuerza. 
Éramos dos seres buenos, pequeños, ocultos. Quizá por eso el drama resultaba insoportable... y tal vez absurdo. Seguir juntos, probar si verdaderamente alcanzábamos el extremo o evitarlo. ¿Habría llegado N, P compondrías canciones ahora?
¿O todo se reducía a terminar una relación fuera del sentido común? El hombre que envejecía, la muy joven mujer.
Cierto, era un compañero perfecto. Me debí limitar al papel de abuelo con una negativa a tu oferta, que quién sabe cuánto hiciste por compensarme, así no puedas reconocerlo.
Claro, así no habría historia que a lo Víctor Hugo mereciera la pena. Menuda pareja, Inesper.
-Anda, deja que te mate un poquito, y verás cómo nos vamos a divertir.
Estoy tratando de que el diario no se repita, Tic. Contemos algo parecido a lo que sucedió... escribo y paro. ¿Cuál parte? Como sea, la descripción sirve poco o nada. ¿El Dr. Simi dará terapia psicoanalítica? ¿Quien se suicida lee a Lacan en ultratumba
Y a todo esto, ¿me quieres? ¿Qué hago aquí? Ah, sí, perdiendo las horas. Uy, son las 3:26 am (cero diario iba a llevar, jeje) y mañana toca morir, tengo entendido.
-0-
El drama se reducía a un viejo parasitando a una joven. ¿Y hoy? 
Debí ser abuelo entonces y debo serlo ahora. Cuesta despedirse de sí mismo. 
¿Sí? Me vale madres. Te quiero y mi conciencia puede ir mucho a la verga.
Así, al chile, Inesper, escribiendo como hablo.
Y ni modo, pasaron en marabunta los años y aun eres para esta bolsa de huesos.  
Riamos. Exageré dramatizando.
Nuestra historia es menor. Qué importa si Melville le hubiera echado un gargajo.
De Jersey te traje con el mismo derecho con que al niño Waits lo enamoró la música mexicana y se volvió el de hoy. 
-0-
Perdón, Manitas.
Nadie muere de amor romántico, digo y digo. Estoy seguro y sé a la vez cuándo puede sufrirse por ello.
-¿Qué pasa? -preguntó la Tic cuando la tomaba de espaldas para besarla. ¿Cómo lo precibía? Volteó y no pude ocultarlo.
-Te quiero tanto que tengo miedo.
Se desnudó.
-Toma todo, también mi alma.
Entré en pánico pues llevaba semanas a punto de pedírsela con una prueba. Esa noche decidí preparar su ida. 
¿Era un desviado? Di una explicación por aquí y quizá no sirve. Hace referencia a puertas abriéndose interminablemente.
Parejas hasta muy inocentes o moralinas o probas juegan a la violación, supe por un especialista que se carcajeó cuando a los treinta y ocho años le pregunté si hacia mal cediendo a las propuestas de mi compañera. 
La angustia, advertí ya, convierte al sexo en un apremiante escape, y yo sufro de ansiedad crónica. Intensidad y duración bastaron por mucho tiempo y luego ellas mismas demandaron otra cosa. 
Hablé ya también de M, incapaz de relacionarse solo físicamente. Juntos iniciamos el camino hacia una perversión en principio simplona, que por inercia avanzó más o menos lejos.
El profesional aquel de seguro habría sonreído otra vez, si le contara. Hasta cuando ella por aparte se prestó a la violación más elaborada concebible. Ahora no tenía límites, no hubo manera de seguirla y sin compromisos ya con los hijos experimenté aquí y allá, aprovechando una fiebre social en torno al tema. 
Se trataba de prácticas desamoradas, insulsas, cuyo principal objetivo era procurar y obtener dolor. Al fondo había puro vacío y yo urgía algo perdurable, que casara con mi romanticismo. En la cabeza daba vueltas una película.  
Empecé a envejecer...
Hay una escena en estos cuadernos, donde fantaseo con otra joven que vino después de P. Mientras la toman me jura amor eterno. Si esa vez no materialicé mis sueños fue por accidente y habría iniciado una historia que vaya a saberse donde nos tendría ahora. Aguardaba el fracaso pues no nos queríamos más. 
-0-
-¿Quién eres?
-La que no supo.
-¿Y esas tus manos qué hacen?
-Tejen los días o los remiendan, según necesiten o ellas puedan. A veces rompen.
Das doce pasos contados y donde haces alto escarbas.
Tú, yo y los dichos. Cuanta tontería acumulé.
-¿Odias sentirte estúpido?
-No. Odio andar las huellas de la estupidez. 
-Bajo la calle, ¿sabes?, rumbo a la aldea, por ejemplo, y al caminar entre piedras los pensamiento no se aparejan. Tienes uno, el pie resbala eso tantito, y se curvea, mientras el otro lo mira y no entiende de qué se trata. Cuéntamelo todo al revés, anda.
-Tuve que buscarte.
-Yo te encontré. Llorábamos los dos.
-Hubo un día...
-Uno solito, ¿eh?
-Sí, uno solito, triste él.
-Tan desacompañado. ¿Quién así lo dejaría?
-Tu boca, que no lo llamó.
-¿Esta?
-Sí. ¿Me la prestas?
-¿Pa contar?
-No, pa comerla pasito.
-¿Muy pasito?
-¿Como así?
-0-
Presenté una "aldea mágica" en la costa contraria a la de P. Esta queda cruzando el océano.
P conoce mis viajes "exóticos". Solo a ella se los conté en detalle a veces excesivo por las preguntas en secuencia interminable. Anecdóticamente podían resultar pobres pues si era fácil que me aceptaran, duraban poco. De lugares y personajes fantásticos había sobra, claro, y en ocasiones la Tic neceaba con que imaginara historias. No siempre atiné a bien hacerlo y algunas veces deliraba sin más. 
Por fortuna tenía estupenda literatura reunida para la larga investigación aquella. "Medieval" o antigua toda, repasamos librerías buscando autores argelinos y marroquís más o menos contemporáneos y para nuestra sorpresa había varios, por su irrupción en ambientes internacionales y un particular interés de las editoriales españolas. Dos llamaron mucho nuestra atención y son muy famosos hoy: Mohammed Moulessehoul, mejor conocido por su seudónimo, Yasmina Khadra, y Tahar Ben Jellou.
Ella leía en voz alta a viejos y nuevos y de allí las telas con que cubrió el futón, hoy guardadas amorosamente en un armario. Cuando entre su madre y yo gestionamos la venturosa beca en Santa Fe, P estaba preparada para componer aprovechando el rico acervo musical magrebí. 
Por asociaciones obvias y generalmente mal observadas, eso le sirvió mucho también para conectar con la "aldea". Soy cuidadoso con el tema pues advertí ya que mi Tic vive haciendo canciones para otras. Olvidar la música que escuchó es una prudencia excesiva e inútil.



Domingo por la mañana
Al amanecer la señito no había leído el diario y se preparaba para llegar temprano a su pueblo adoptivo. Dejó que viera sus idas y venidas por la casa, mientras escuchaba el mar.
Entonces apareció N con cara de sueño, Suertudo se acercó para saludarlo e intercambiaron miaus y arañazos por mi pobre pantalla. 
Menuda familia virtual al borde del colapso cuando P trajo el desayuno para su cosito, que ofrecía jugo, papaya y pan francés a un ofendidísimo minino cuyas croquetas recién ingeridas pareciéronle basura y exigió cuando menos atún. 
-No hay nada. Anoche te tragaste casi una lata entera. 
-Me vale madres -contesto la finísima persona acercando amenazadoramente sus garras a mi cara. 
Ni modo, tuve que correr al veinticuatro horas. En pago debió trepar con panza llena a la ventanita desde donde cree revivir a Espartaco.
Tarde
El juego con el Tic enanito va hoy por aquí.
Con N sigo el pequeño río que cae al estero de la aldea.
La señal se va con regularidad aunque mucho menos de lo esperado, por una pésima razón: militares y narcos demandan internets muy eficientes.
Abajo, P y las y los demás preparan el atardecer, segunda tanda de hoy. Habrá música, desde luego, y la Tic trajo su teclado.
El fuego de las cocinas colectivas es su única iluminación, y el cielo, cuya luna no escogieron y les bastará, sabían. Cuando N se aleja un poco puedo escuchar el vívísimo coro que hacen vaya a decirse cuántos animales pequeños y no tanto, pues hasta monos bajan por aquí. 
-¿Los oíste, Cuac?
-Sí, qué chistosos. Como si fueran un coro.  
Siluetas y más siluetas, o figuras negras, de tan densas. Curiosa oscuridad contra oscuridad. 
Se va la señal y no vuelve. 
-Don´t box my in -digo usando lo que escucho. 
Gran película esa, por cierto. La Inesper estaba enamorada del Chico de la Moto y en el restaurante aparecía su Tom Waits. 
Casi a las diez P vuelve a conectarse. Sube ya la calle empedrada a su casa jalando un carrito donde van N, el teclado y unas bolsas.
-¿Te quieres morir?
-Apenas puedo. Me paro cada diez metros. Grabé todo, lo paso mañana.
Ni un alma fuera de casa, al fondo pasa una camioneta que apesta a sangre. 
-Apura.
-Ya me conocen, pero sí.
-¿La ayudo? -dice un vecino por su ventana. 
-No, mil gracias... N, despierta. 
El vecino pasa por alto las palabras. Los veo seguir en caravana. Llegan, se despiden, agradezco a Madame Tecnología, que a veces odio. 
-Cierra eso, después me cuentas.
-Pidieron despedirte.
-Adios, Cuac.
Mujer prodigiosa con niño prodigioso.
(¿Serías tan amable de no meter las narices y decirle a N que siga esta lista de reproducción atrás y adelante?  

Lunes noche
Ayer ibas de blusa y falda aunque los mosquitos suelen devorarte allí.
-Me dieron un remedio -dijiste. 
No sabes el efecto que produces librada al viento. La tierra vacila a tus pies y entre ramajes, casas sobre el agua, personajes de cuento, eras una fantasía y no solo para mí. Los tratan, a ti y a N, como enviados de los espíritus que protegen al pueblo.
Santa Fe es la explicación. Llegaste allí en pánico y bastaron horas para tu sosiego. Nadie tiene que contarme el momento. Lo viví a través de llamadas por teléfono y correos, casi minuto a minuto. 
-El cielo... ¡y la tierra, Cuac, su color...! Mismito como Fez. No, más bonitos. -Temías perderte en el vacío y todo te arropaba. -Como si fueran mi traje.
La asesora esperaba por ti, preparada para no soltar tu mano. En nada demandabas libertad. 
-El tiempo no existe, te juro. Ni el allá y el acá. 
Había un título, pues, para tu película.

Santa Fe te transformó de manera asombrosa. 

Martes por la mañana
A la Inesper la mirada se le va no sé dónde cuando al amanecer lee lo de Santa Fe. Vivió allí mil historias que no ha contado. O una sola durante dos años. 

Martes noche
Sé cómo musicalizar esto y no puedo: con la mejor canción de P. Está dedicada a un ser luminoso. Busco una imagen que se acerque y por comodidad vuelvo a Bajo el cielo protector.    
Desde Santa Fe un hombre atraviesa tu mirada, Inesper. Por deferencia a mí guardas silencio. Apareció como el jefe beduino en la película. No para raptarte, en su caso. Se marchó cuando menos esperabas, creo. Pertenecía también al desierto. 
-Era etéreo -dijiste una de esas contadísimas veces en que tocamos el tema. Lo hacías para no confundirlo conmigo o cualquier otra persona en el mundo.
Lo que sé es por los primeros días tras el encuentro. Estabas emocionada. Después apenas hubo mención y solo porque yo hacía preguntas. 
Entonces fue que di a la Tic por perdida definitivamente y doliéndome agradecí aquella inasible compañía y me entregué a los juegos.
Un año después te casaste con el padre de N y no atiné qué pensar.
Los dos tenemos, pues, cestos de mimbre.   

Madrugada de jueves
-Estás muy guapo, Cuac -dijiste esta mañana. 
Creo que lo crees pues así me siento gracias a ti. Depende quién mire será lo mirado.
                          
Jueves por la mañana
Es la única época del año en que el sol llega a nuestra puerta y me siento sobre los escalones al patio. 
Dulce voz la de ese hombre que canta, ¿no?
Al amanecer me enseñaste una foto del ser lumínico llegado por el desierto en Santa Fe. Vaya que lo es a mera simple vista. 
-Se fue como vino, sin anuncios, y lo vi perderse donde el cielo y la tierra hacen uno allí, muy lejos y muy cerca. 
"Bajo el cielo protector me decepcionaba cuando ella era incapaz de reconocer la revelación. Ya sé, su hombre había muerto, creía, y ese jefe beduino no se comportó como en un cuento e impedía el gran encuentro. Pero..."
Regresemos a nuestros amores heredados y tan tuyos y míos al mismo tiempo:
Nos buscarán sin encontrarnos, pequeñitos como somos.
Si la sociedad no fuera monstruosa, P, te llevaría al desierto y un día él desde lo alto de las dunas sabría qué hacer. Sin innecesarios adioses este abuelo andaría hacia el sur en vieja espera.
Hay tal cantidad de promesas por el aire...
El domingo pedí a N ir al río porque un hombre se acercó a ti. Era tu amante ocasional, me parece, y no quise incomodarlos. 
-No hay mucho que contar -dijiste al hablarme de él. -Toca y canta por los pueblos, hace jaranas de las de por aquí y como otros tiene un amor en cada puerto. 
Tipo guapo, seductor, sin dobleces, juraría, N lo estima.
-Sí, es una buena persona -responderías si te pregunto. 
-¿Y cuando me vaya, Tic? Tendrás cincuenta o más años por delante. 

Por la tarde
Desde que Suertudo llegó no volví a ver al gorrión. Es muy triste, imaginas pues también tú lo extrañaste en diciembre. 
Quizás murió. Las aves pequeñas viven poco, tengo entendido -tres años, según el tumaburros-. ¿Y su descendiente, entonces, porque aquél o así más bien su predecesor empezó a presentarse hacia 2011?
Me tirabas a loco con la cuestión y el toquido una mañana en la ventana te pareció un truco mío y buscaste migas alrededor. 
Cierto, las ponía, pero no siempre, como esa vez. Entró justo cuando estabas sola en la sala. Se posó sobre un librero y me llamaste, alborotada.
-Tiene celos de P, Cuac. 
-Más bien tomó la decisión al escucharte cantar. 
-Payaso.
-Lo digo en serio. Prueba.
Yo tenía razón.
Ay, Tic, hay momentos que valen una vida. 
         
Noche
En el sueño de la siesta un cuerpo se colocaba sobre el mío. No sabía quién era y al principio su intención no estaba relacionada con sexo. Decidieron los cuerpos, su peso, y mi desconcierto sobre la posible persona llegaba al extremo de despertarme. En el duerme vela había un vívido, extraordinario placer, y las caderas y tu cuenco te delataron.
-Qué estúpido -me dije, tratando de dormir otra vez, jeje.
Sueños y vejez, binomio maravilloso, como a estas alturas damos por entendido, Tic.
Hoy no entraba todavía en ti y la sensación ya era formidable, como si tentara el vacío donde se dibujada lo que tu cuerpo aun por revelar decía a través del volumen, de su carga. Muslos y vulva se distinguieron al fin y penetrarte fue un acto azaroso, torpe, e incluso así soberbiamente placentero. Para cuando nuestros miembros hallaron la exacta manera, el ritmo era muy quieto, sin apuros, gozándose de huesos, membranas, carnes descifradas, cuyo olor, imperceptible, se pensaría, nos envolvía para declararnos humanidades a solas ahuyentando a los extraños, de quienes temían por instinto.  
-0-
Vi a los nietos. Quería volver a nuestras batallas campales y estaban agotados por una larga pijamada.
-Apura -dijo la nuera-. Mañana les bastará un soplido para tumbarte. 
-Hace años también. Son permisos que dan al abuelo, ¿verdad?
Sonrieron.  
Cargué una bolsa con muchos libros y el alma no me daba. Cada cuadra me detenía para cambiar de brazo. Antes me habría apenado. Hoy la edad todo lo justifica. Noble oficio el de viejo.
Voy a dormir, sino no estaré a tiempo.
Como sí me hubiera metido una buena droga, Tic, escucho en sinfónico, jeje, y todo lo veo acercándolo o alejándolo al antojo. 
Es el cansancio, nuestro país promesa, E y S, Él y el Nuevo, y tú.
-0-
...hasta morir también... tal vez un día... de soledad y rabia... de ternura... o de algún violento amor; de amor... sin duda.
Así Zitarrosa. 

Noche
Por fuerza la historia se repite interminablemente y me digo que si fueras mi hija, mi nieta, una de mis hermanitas, todo resultaría muy fácil entre nosotros, y luego, que eso representamos siempre y cada vez más ahora y no hay obstáculos y el otro amor abona al primero o están entreverados los dos y vaya tipo yo quejándose no sé por qué, pues dormí plácidamente mientras ustedes estaban felices, con tu amante ocasional a un paso y quién sabe cómo alrededor la presencia del ser luminoso que te guarda y puedo comprender por Ana, cuya sombra vela también por nosotros, y etcétera en este drama con abundante comedía, queda claro según avanzo sin encontrar el punto y aparte -y hago bien, faltándome la tragedia de Comí casi nada y Suertudo hará gran pataleta cuando no encuentre sus croquetas. 
Es que sólo la mayor del tiempo, Tic, sólo, digo con el Mr.
    
Martes noche
-Quiero contar nuevas cosas de Ana -dije hoy a la Tic. -Pero no lo haré si tú sigues callando la historia del hombre que encontraste en Santa Fe. 
-Fue así -repito de memoria.- Al atardecer yo iba a un ojo de agua desde donde desierto y cielo se confundían conforme avanzaban. 
"Por allí llegó sobre algo casi tan mágico como un camello: la destartalada camioneta con coloridos dibujos por todas partes, en que llevaba de viaje a su hermano mayor, D, quien había sufrido meningitis. Tenía unos años más que yo y su vida estaba divida en tres o cuatro meses por año donde el trabajo era mejor pagado (barcos pesqueros en Alaska, alturas de grandes estructuras para edificios, y cosas así) y paseos con D a playas y lugares exóticos.
"Hacían una pareja maravillosa y D, en silla de ruedas pues las articulaciones no funcionaban más, me recordó a Uno por las descripciones que hacías: ojos muy vivos, sonrisas espléndidas, oídos excepcionales.   
"Se llamaba Mark, era delgado, fuerte, de piel aceitunada, movimientos ágiles y suaves, una paciencia infinita y un aire realmente iluminado.
"Los vi llegar, de verdad. Fue una estampa increíble, con su coche temblando en la atmósfera, ya sabes, como agua que vibra, sin avanzar apenas, casi inmóvil durante buen rato. Pararon para preguntarme dónde había un campamento. Les dije, a Mark le extrañó mi acento. Expliqué. Quedaron en que me buscarían.
"Juntos descubrimos muchos lugares cerca de la ciudad, porque yo los procuraba. Charlábamos poco para incorporar a D y divertirnos los tres. 
"Tardé días en enamorarme sin decirle palabra. Se daba cuenta y al fin se decidió. Hicimos el amor tiernamente y deseé estar a su lado para siempre. 
"Todo iba muy rápido, entendió pronto lo que producía en mí y me previno: no sería posible llevarme cuando se marcharan y las promesas a futuro estaban fuera de lugar. 
"Creo que D intentó convencerlo y retrasaron la ida. Contigo aprendí cuán inútiles resultan los esfuerzos por atarse a alguien si ese alguien está convencido de hacerte bien con su separación. Incluso así insistí, pues nos veía como un trío ideal. 
"Percibía eso y también estaba enamorado, puedo jurarlo. Un día no los encontré por ningún lado. Me dejó una carta que conservo. Lloré y lloré para sanarme, convencida de que no habría más amores en mi vida, y volví a la paz de aquel cielo y aquella tierra.  
"Luego conocí el mar y la aldea, y llegó N."   
Por mí pequeña mentira para hacerla hablar, de que quería contar nuevas cosas sobre Ana, la Tic hizo un escueto resumen. Así puede creerse que su vida amorosa terminó entonces. ¿Y los seis años casada?
Sufro una especie de autismo cuando me refiero a quienes quiero: veo sólo lo relacionado conmigo hasta indirectamente, e impúdico espero de los demás otro tanto. 
Para conocer a P debe irse a no sé dónde, que no es aquí. ¿Sí? ¿Cómo estar seguros?
Las fotos de ella se confunden con las de Betty Blue, N aparece en versión pintor impresionista muerto hacia 1950, su aldea es inubicable siguiendo mis pistas y no hay ni una Inesperada canción. 
Es por proteger identidades y mucho más.
Anoche quería reconfortar a la Tic y faltó nada para cantarle aquello de Bola de Nieve: Vete de mí, no te detengas a mirar... Estaba en modo viejo ridículo, multiplicado por dos, aclaro, pues tengo tan bien estudiado el personaje que no distingo si salgo a escena o voy a comer.   

Miércoles noche
Más música que Ana heredó. Esta vez para ti sola. Puede sonar a fórmula y es verdad. Ella no la escuchó. 
Tampoco se perdió imaginariamente en Fez y el desierto que conocía desde niña tuvo sentido por el mar. Le parecían representaciones de un mismo misterio. 
Ahora tú exploras esa relación cuidadosamente y Mark y su hermano te ayudan en la memoria. Ana se habría enamorado de él, sin duda, y así ambas comparten algo superior a mí.  
Envidio a ese hombre a la vez y sobre todo por cumplir lo que me fue inútilmente prometido. D, Uno...  
Debes seguir contándome de Santa Fe y los dos hermanos.
Sabes que siempre fui un niño, P, y hoy solo descanso cuando consigo asumirme como tal. Odio la posesión y a ratos juego a ella.
-0-
-Aborreces los celos, Cuac. Te veo alejarte ahora y no es porque estés celoso. Aprovechas para renunciar. Siempre renuncias. Otros dirán que tomas el camino fácil. Yo sé cuánto cargas cuando lo haces.
"No lo permitiré esta vez. Si callo cosas es creyendo que las intuyes y porque soy mujer de pocas palabras y aprendimos a comunicarnos con silencios. Por eso me pesa la distancia y trato de romperla. 
Entiende que al escucharla me siento bien y terriblemente mal. Cierto, sufro mucho al renunciar, y nada termina dándome tanta paz.


Jueves por la mañana
Al amanecer la Tic tenía fragmentos de música que se armarán. Desierto, mar, Mark, Ana, el Cuac. Nada separará lo que va descubriéndose como un todo.  
Se sueña con el Sahara y Fez y aparecen Santa Fe y los llanos áridos de Nuevo México. Donde en un espejismo estuvo un príncipe beduino sobre su camello, avanza una colorida camioneta con dos seres luminosos, y así.
Rematará con un viejo que muere por tantas seis de la mañana.
-Calla y sigue besándome.
-¿A quién quieres timar, si andamos a lo virtual?
-Porque te da la gana.
-¡No, el vestidito fuera no!
-Es tarde.
-0-
La materia de los sueños, pasión carnal y misticismo, desierto y mar, Betty Blue y David Lynch. No es poco, Tic.