lunes, 19 de diciembre de 2016

Inesperada. Nuevo tiempo

  En lo alto se lee: diciembre 19, 2016.

La Inesperada llegó el miércoles aprovechando que su pequeño va de vacaciones con el padre. Me vio pasándola mal y viene para apapacharme. Entró sorpresivamente pasada media noche. Suertudo corrió a espiarla y a mí me dejó sin palabras. Justo discutíamos nuestro desastroso estado hogareño y verla fue una confusión de sensaciones, empezando por su posible reacción ante la abrupta forma en que traje y despedí a A. 
Había adelantado su comprensión, es verdad, y aun así me sentí utilitario.
Como buen jilguero canta ahora algo cercano a esto.

Lo hace bajito y aun así mis vecinos celebran el regreso y una pasó a darle la bienvenida.
El miau protesta.
-No, carnal, sardinas no, porque tanta proteína te hará daño, creo.
-Anda -media por él la señito, quien ya va rumbo al refrigerador.
-Bueno, cuando te vayas se irá contigo.
-Uy, sería perfecto para él...y para N. 
Joaquin Sorolla
-¿Me acompañaras al parque de mi trabajo? -le pregunto.
-Al parque nada más. 
-Termino el domingo.
-No importa.
Fuera de la hermanita Dany, nadie allí sabe siquiera que existe. 
-¿Le digo a los nietos que vayan al salir de clases?
-Sí, como tu nuera está para cumplir nuestros caprichos... Ladran los perros, acompañaré a Suertudo.     
¿Titularé esto Inesperada 7? 
A ver si a la remilgosa le gusta esto que regaló la Mal nombrada.
-0-
P fue a verlos a ustedes, nietos, quedó a cenar con sus pas y yo intento darle un remate al registro de la crisis que pasa y no acabará quizás hasta mi muerte, en 2070, confío. 
-Antes fantaseabas dormido y ahora lo haces despierto, parece -dijo ella el jueves en una charla inusual entre nosotros. 
-Como dejé de hacerlo en el diario que te llevaba... Me cuesta trabajo precisar el nivel de mi locura.
-¿Locura, locura?
-Sí. Espero que fuera por la crisis. 
-Vuelve a escribirme y veámonos de cuando en cuando otra vez.
-Mi inseguridad es cósmica ahora. Y no intentes convencerme de otra cosa -generosidad con patas, debí agregar. -La cuestión está en los sueños. Si volvieran...
-¿Qué los trajo?
-Los buenos tiempos, creo.
Odia el lugar común y no salió con uno: Regresarán o Empéñate, o algo así.
-Te quiero, te querré siempre. 
-Y yo a ti, y podemos pasar años sin vernos -pensé y adivinó.
-No nos alejemos más.
Esa noche P casi me obligó a tenernos. Lo hizo con tanto cuidado que por un momento olvidé mis titubeos.
-Si necesitas los buenos tiempos para soñar, ya empezaron -dijo al final.
¿Qué significa eso, exactamente?
Luego cantó una de sus nanas, en algo parecida a esta. 
Si la locura progresa, no será por ella. 
-0-
Regresó y duerme. Yo intento trabajar y no puedo. Tengo cruda por las tonterías que escribí en los últimos meses -las anteriores no importan, jeje.
Se me ocurre que Ana pidió a P velarme. Fue a la única otra mujer a quien hablé de mi larga historia. Lo hice tras aquella primera noche juntos como pareja. 
Había visto el cesto donde guardaba los recuerdos, sin atreverse a abrirlo. Entonces preguntó. Le conté a dosis, por no apabullarla, y de la muerte no hice mención sino los últimos días. Estaba muy irritable y decía cosas sin creerlas realmente. Como que la dejaba ir por conservar la memoria. Era mentira y lo sabía. 
Costó mucho trabajo abandonar nuestros encuentros cuando Luisa enfermó y abrí la larga serie de capítulos con A. Ahora gracias a P pongo punto final al registro de mis desgracias, bobas, por lo demás, contemplando el trágico espectáculo alrededor.
-0-
Debería usar como títulos los días y las horas. 
Es madrugada de domingo y la Inesper duerme. Suertudo vuelve a mis piernas y me preocupa porque cree que en adelante seremos tres y aun así busca cobijo. Improviso un móvil, digamos, y cuando lo deja es otra vez el loco desmecatado. Romper la dependencia, de eso se trata. ¿P pensó algo así al hacerme el amor? 
Busco música para ilustrar.
Leo al revés. 
Necesito mis sueños, entendió. Los que me consagraban. Amores imposibles en la vigilia de cualquier edad. Y es mucho decir, por mi fortuna con ellas. 

Vaya que los necesito. Sino vivir será imposible. Estoy hablando de amor, claro. El resto y más importante lo enfrentaré con miles o millones. Tengo fuerza para eso si la pequeñez permite: mi piel, mi boca, mi imaginación, mi mitad por naturaleza extraviada. 
Mitad, digo, qué cursi. Despierta, Inesper, y anda el pasillo rascándote los ojos, como E y S entonces. 
¿En realidad necesito una mujer? Me bastaban ellos, como antes Él y el Nuevo. 
Mitad, menuda tonta idea. Perdí todo, no soy universo. ¿O sí, Suertudo, que volviste y desde un borde de la computadora miras a tu compadre con, ni más ni menos, amor? Tal vez juntos lo logremos, extrañándonos, pues a ambos nos expulsaron. Y la luna, ve, tan sola también. 

Lunes a mediodía
Acabo de poner por ahí lo que escuchaba en la madrugada y mi comentario: 
-Trágame, tierra... 
-A comer -dice P.
-¿Puede ser luego de suicidarme?
Suertudo mira con gesto de ¿Quién me mando con el Idiota? 
Bueno, todavía hay una oportunidad, pienso tras la furiosa racha de optimismo que entra por mi ventana.
-Inesper, hoy toca casa. Vas a ser amada mejor que nunca.
Sonríe y responde.
-¿Prometes?

Madrugada de martes
De una forma u otra P será mi compañera hasta la muerte.
Creo que aquí y allá dejó claro porqué los últimos años en la pasión transcurren con jóvenes. Detrás está la Inesperada, sin quererlo ninguno de los dos.
Cuanta pareja encontré al irse ella tenía el dejo angustioso de Aden, Arabia, la novela que cito y cito en estos cuadernos. Y yo era ya el abuelo.
Luego cambiaron los papeles y como mi hermanita la Dany o la Mal nombrada, P me cuida. Lo hace a su manera y ahora en un tiempo nuevo, pues no hay más crisis y estoy hastiado de juventud telúrica.
Parejos por fin, podemos hacer el camino clásico evitando, igual que antes, la competencia.
(Sucédese entonces la siguiente escena.
(P aparece como siempre a estas horas y al sentarse en el brazo del sillón ojea la pantalla. 
(-Ah, no. Más tonterías no. A la cama. 
(-¿Eh? -contesto sorprendido, pues nunca dijo algo semejante, y apaga la computadora. 
(-Vamos.
(-Espera. Solo cuento esto...)      
     
Madrugada de miércoles
¿Cómo contar un día, uno largo y hermoso, que aún no termina?
Debió ser otra y no la encuentro.
De la recámara a la sala, duro on the road, es mi terca respuesta a quienes llaman por teléfono, digo en muchos lados aquí para terminar refiriéndome a la batalla cotidiana que clava tumbas en cada una y uno. Hoy mi ventana no encuentra cadáveres flotando, ciego como estoy gracias a P. Su aroma penetró los huesos del que nunca más será viejo en sentido pobre. 
-Crucé el puente, para regresar, ¿no, Suertudo, que me lame con ojos tristes? 
Sí hay bajas: tú. Dabas mucha lata, te cerré la puerta, buscaste cómo volver dando vuelta por el patio, primero, y después saltando al baño. Nada. Cósmica soledad la tuya. Ahora, mal padre, dejo que tires mi encendedor, prohibición absoluta, aprendiste por ti mismo.
-Busca consuelo en ella, en su acogedor cuerpo dormido. 
Marchará, entiendes, y te echas otra vez sobre el borde de la computadora.
-0-
¿El puente de regreso? ¿A dónde? Al humor, será. ¿A cuál, si no veo ni rastros? Pues que empiece. Es delicada la cosa si deben contabilizarse pérdidas. 
-Partieron los jóvenes.
-Bienaventurados sean -dice un eco. 
-Y Santa Utopía.
-Bienaventurada ella.
-Pues no se cumplirá.
-Así sea.
-No digan estupideces -los del coro, claro.
-Nos burlamos un poco, nada más, Padre.
-Padre yo, entonces ustedes, hijos de la chingada.
-Alabada. 
-Me lleva la verga con este orfeón.
-Antiguo cine de esta ilustre ciudad.
-Ahora son enciclopedia.
-A tu servicio, señor de las teclas.
Mucha mamada -léase drama- en estos diarios.
-No hiciste el desayuno, flojo -ahora es la Inesper.
-Ando con la Contienda.
Se ríe señalando la cocina.
-Ya voy, ángel mío.
-Lo perdimos, Suertudo. 
-Jamás estuvo con nosotros -responde el felino.
-¿Ah, sí, ojete?
-¿Perdida?
-¿Eh? No, Santa. Fue un desliz -le aclaro mientra parto fruta.
-¿La de la novela?
-No, P, hablo con... Bueno, se trata de chingarme ¿o qué?
-Así sea.
-Vayan todos a la mierda. Ahí está la fruta.
-Miau.
-Sí, y tu atún.
Mr., venga en ayuda, pliiis.
Ah, pero soy mucho más joven ahora que lo viejo que era entonces, cito al propio Mr.
Y vendrán las oscuras golondrinas...
Me estoy pasando, sí.
-Y tú no me salgas con Come.
-No, mi cielo.
-Y para de burlarte.
-¿Qué le diste ayer? -pregunta el felino a la bienamada.
Antes.
La Inesper vive en una pequeña ciudad costeña, es quien es y no gusta de los tumultos. Así que tocó paseo al gran parque, donde otros pensarán menos desearía. No por nada escogió a su autoconcebido sombra. 
-0-
Eso canta P sentada a la puerta del departamento. Bajito lo hace y el patio largo escucha en dos pisos y se amansa, parece "como cuando yo era niña", dice doña Margarita, que anda por mi edad.
Recordé ya cómo le presenté la época de Tata Nacho, en fotos y crónicas mías, nostálgico paseante reviviendo lo que no conoció. Se afilió gacho, la Inesper, y tuvo su propia morriña, de nueva manera pues conocía las canciones por la abuela. Raro extrañamiento el suyo, naciendo donde nació y no en este seno de maldita Suave patria.
En todo caso canta y nuestra dulce noche de vecindad es un rebozo.
  -Mira cómo está la ventana, marrano.
-Dile al cigarro. Si Suertudo y yo estuvimos talle y talle hace dos semanas.
Ya picada, síguese con la mera, mera.
¡No!, Suertudo babea gacho a su lado con la mística mirada que ahora sabemos inventó la Virgen durante el Renacimiento.
-Cabrona -le digo en silencio. -Y así quieres que no te quiera -por decir, a la forma nuestra.
Ni modo que vaya y le robe un beso en la pantalla gigante del vecindario, quien espía, seguro, y luego uno que no se contiene, va a ser como aquella noche, más miaus ahora, protestones, rabiosos, con uñas y dientes, chance.
Voltea la indina para burlarse, intuyendo mis propósitos. 
-Total -le dije la vez en mientes-, es un servicio a la comunidad. Ói ese orgasmo múltiple.
Termina, tararea, busca inútilmente las estrellas.
-Vamos a la azotea, B. 
Ya la chingamos.
T
Todo, todito se registra, cómo carajos no, si andamos bien faltos de eso.
-Vas a tener de sobra -dice viéndome teclear. 
-Más vale pájaro en mano...
-¿Dudas de mí? 
-Así como dudar, dudar, no. Pero me late lo de A las pruebas me remito...
-¡Deja ahí! -grita para hacerle el juego al diálogo, pues no le toqué ni un pelo.
Ya entrados en gastos, aprovecha uno.
-Quiero una prueba de amor.
-Suertudo, ahí te hablan.
Carámbolas, la contagié de guarrismo.
Ahí estamos.
-¡Ya! Vamos a cenar al lugar ese. ¿Estará abierto?
Lo que quiere es pasear. Medianoche por las calles, calculado privilegio en La casa del horror.  
-0-
-¡Deja eso!
-Unos teclazos nomás.
-Suertudo, ¡a él!
¿La quiero o cuento que la quiero? No hay modo de hacer las dos tareas.
-¿Tareas?
-Eres muy trabajosa, P. 
-¿Sí? Deja hago la maleta -dice y camina rumbo al cuarto.
-No traes.
-La mochila, pues.
-Y no puedes.
-¿Qué? -pregunta volteando a mirar a mitad del pasillo.
-¿Irte?
-¿Quién me lo va a impedir?
Pretextos son pretextos, así que me la comeré.   
Apenas mi boca se pone al asunto, escúchase la carcajada. 
-No más computadora. Así dije y así es.
La gente dice que soy un holgazán
al conducir mi vida entre sueños.
Me han dado toda clase de consejos
diseñados para "alumbrarme".
Les digo que hago bien
al mirar las sombras en el muro...
No me equivoqué. 
-¡De veras ya!
-Pues no vuelvas a hacerme trampa.
-¿No? -dice desabrochándose la falda.
-Cabrona.
-0-
Cuánto tiempo puedo quedarme 
en este café en la nada, antes de que la noche se convierta en día 
Me pregunto por qué me preocupa tanto la madrugada 
Todo lo que tengo y todo lo que sé 
es este sueño de ti, que me mantiene vivo 
No conocía esa rola del Don, todavía imposible de subir, cuando la Inesper vino a vivir conmigo. 
Hace unos meses el Jilguero tiene a alguien. Me permití preguntar por él tras los recuerdos que de Ana escribí para Luisa.
-Nos vemos ocasionalmente. Lo conocí en la aldea-pueblo, como le llamas tú. No es de allí. Pasaba. -Solo eso quiso contar. 
Tema chupado para tratar, pareciera, y es delicadísimo. Y no por los celos que el viejo sabe resultan absurdos en su caso. 
P es el ser más complejo que he visto, quitando a Uno, mi hermano pequeño. Lo que otros vuelven trámite, en ella obliga a un enredado proceso. A cambio entiende -no "resuelve"- en segundos, problemas para los demás casi incompresibles.
Pasó la infancia y la adolescencia peleando contra lugares comunes. 
-Tiene retardo.
-Es una niña genio.
Su sentido musical es muy agudo pues está hecha de la misma substancia que acordes, compases... 
-¿Cómo va tu tempo y tu tonalidad? -debería preguntarle uno al saludarla.
-Te estoy leyendo, ¿eh?
-Total, un exceso no mata a nadie.
-Pero sí el hambre, flojo.
-Ya voy, dulcísimo amor.   
Así ahora la damita:


"Sus manitas", cómo no.
-¡Se quema!
Y ahí va su buey a ver si es cierto.       
-Júrame -dice uno de los dos. 
-¿Puedo ponerla en "canon"? -le pregunto. Sonríe.
Soy un cursilón con motivo. Estos cuadernos dan cuenta de cómo estaba cuando ella no había llegado y la manera en que se presentó inesperadamente por tercera vez.
Una amigo de redes sociales dijo hace rato que inventaba a P. Me permití enojarme, así, tal cual, pues no lo estaba, por el más sensible tema para nuestra especie: cuestionar la imaginación. Existiera o no materialmente, Ella se columpiaba en mi muro, donde los demás podían compartir la historia.
Yo hacía entonces el papel de confidente y al drama que Juan y María aireaban en público debía sumar los de Guadalupe y José. ¿Por qué insistir en que los romances, como cualquier otra cosa, eran impermeables a la épica, digamos?
Tan faltos de sueños cumplidos, el místico amor con mi P -las primeras entregas del diario se refieren a eso- debían festejarse, como oportunidad colectiva.    
¿María Greveer, la compositora, vivió Júrame?, ¿hubo una Maga? A quién interesa.
Soy un viejo al que seguro le queda poco tiempo y no me permitiré el pecado de pudor.
Tras la discusión aquélla, L, con sus diecinueve años compartió mi casa y mi cama, y nuestro amigo rabió. ¿Estaba loca esa joven? No, hacía una gran apuesta.
Al comenzar el diario puse una foto de Betty Blue, la película, advirtiendo que, siendo cronista, jamás fabulaba, y pedía a los nietos precisaran cómo cumplía el oficio ahora. ¿Qué fotos son de quién? 

Si hasta con los reflectores de esta Última función me retrataron hace ya nueve años, jeje.

Téngala, indina:
-¿De veras? Orita sí vas a llorar.
-No, pérate, nomás estaba vacilando.
-¿Qué estás diciendo?, ¿que soy tu abuela?
-No, de la Tucita. Mía nomás mi mamacita.
-Síguele.
-Pues pa qué le pusiste doble carga al café. Mirándole su carita yo miro a Dios¿Qué más quieres?
-Que limpies la ventana, cochino.
-Pero si me chiflas como la Chorreada.
-Ora, pues, mi Pepe el Toro -dice y se carcajea.
-¿Así nos llevamos?
-Tú empezaste.
-Y lo que empiezo, lo termino.
-¡Deja áhi, que está viendo todo mundo!
-Tú chitón y quiéreme hasta la locura.
-Sí, para que vean la amargura que estoy sufriendo por ti.
-Llevada.
-Si crees que ya me distrajiste... ¡La ventana!
-0-
Nochebuena para dos sombras y un gato. Por regla escabullimos las fiestas, esta noche vueltos multitud, cocina, su viejo hace un postre y Suertudo persigue al viento en el patio. 
Canta, para variar, y busco en el Big Brother musical. Tiene letra originalmente y ella lo tradujo dándose licencias y aquiétandolo por plazos, me doy cuenta ahora. 
Por la calle siempre el contacto de las pieles, normal según los papeles y tu miedo al exterior: de la mano, del brazo, recargando la cabeza en mi hombro o mis piernas, yo acariciándote el pelo o la espalda o los brazos, un beso si la desazón pasaba los límites usuales.
Eso recuerdo en Inesperada 1. Fue cuando durante los primeros meses hacíamos de tío y sobrina. La costumbre se trasladó a nuestra cama. Dormir y despertar abrazados, así el sueño nos aventara lejos. Cuerpos necesitados de calor. Hoy también.
Te creo al decirme que amas las arrugas bajo mis pechos, pena mayor para el viejo.
-Cuenta que te depilas -dice leyendo al paso.
-¡Calla! Intimidades no.
-Describiste mi sexo, según creo.
-Pero ese lo conocen todas las páginas porno.
-Ya ponlo, no sufras.
-¿Qué? -pregunto y lo hace ella.
¿Cómo puede creer que extraño algo escuchándola?
-¿La obligada?
-Las que tú quieras, lo que tú quieras, siempre.
Escucharla decir eso... Tenemos tanto miedo a las grandes palabras...
-Miénteme pero nunca dejes de hablar así.
Tampoco importa si robo la foto. De película esa mujer y yo.
Siempre que haya un toque trágico, que lo merezcamos. El Hijo y el acto de la Virgen son sublimes por sencillamente humanos, dice el ateo contumaz. Y ella está pariendo justo esta noche, ¿no?

Domingo
Riega las plantas de la azotea -sobra nombrarla pues somos tres personajes, si bien podría referirme a Suertudo que entonces volvería a lo suyo con las macetas de nuestras vecinas y ahora al encierro castigo, por ellas, que yo intento liberarlo cuanto se pueda y... ¿me sigo hasta el infinito con el tema -uy, dos terceras personas masculinas, complícose la pluma (¿por qué hablo de eso?, porque está en juego, diría ella, P, y no la pluma ((vaya primate preocupación, cuando hace cincuenta años hay escritores que manejan diálogos de varios sujetos en un mismo párrafo sin agua va (((Ay, B, otra vez intervendría la Inesper, ¿a quién engañas si harto quieres terminar haciéndolo bien?, ¿Me volví torpe con el sexo o fuilo siempre?, Pon tu onomatopéyico globo comiquero mientras soy dos o a lo cura Hidalgo tengo el don de la ubicuidad y riego, no meo, las flores, y no busques un clip, que a virgen no me regreso, así me mates y estemos a 25, número de día, preciso, pues te veo poniéndonos precio...)
-¿No tienes algo mejor qué hacer, flojo irredimible? 
-Amarte y no dejas. 
-Con que te estires...
-Uau, se vería genial, yo escurriendo de la sala a la azotea.
-Bésame. 
-Sí, mi iphónica espía. ¿Cantas?
-¿Acaso me escuchas?
-Chance lo hacías al oído de los geranios. Y grítale al miuau, que no lo soporto más tirando cosas a diestra y siniestra. Por cierto, ¿quién sería el que en la madrugada ponían y ponían los vecinos?
-Nel, P.
-Aproximado, pues. Con solo guitarra, eso sí.
-Los dos no viajeros.
-De la recámara a la sala, me enseñaste.
-O tú a la azotea (siempre la azotea aquí). ¿Qué aprendes hoy?
-Lo de siempre: la vida es durísima, en el 15, el 8, el 6.
-Hablas de departamentos, advirtamos. 
-Me encanta esta época del año. No sé porqué la odian.
-Los melancólicos no se dan como los geranios.
-¿Vamos al Carmen?
Tontas fotos google.
-Ya vente a mi pueblo, B. Vieras cómo lo agradecería N.
-¿Y vivir de ti? ¿Y la Santa?
-¿De veras te necesita?
-No, desde luego.
-No llamaste a tus hijos anoche.
-Ya saben cómo soy.
-Y el teléfono está descolgado.
-Nos fuimos hace mucho.
-Los jóvenes volaron también.
-Dejando una cama rota, jeje. En realidad, nada se va. Bueno, sí: lo que no valió la pena. ¿Y tú qué hablas? ¿Hace cuánto no ves a tu madre y a tu hermano? 
-A mi abuelita sí. Le platico muy seguido. Empieza a hacer la maleta, no seas.





Eso idílico en las fotos lo es solo cuando quieren los malditos. 
Tu aldea-pueblo queda a salvo.
-Los odio tanto.
-A "los malditos".
-No, a los cobardes. Esta tumba llamada México, dice un joven poeta de barrio. Eso me acercó a ellas y ellos, a los jóvenes: el odio.
-Vamos, que ya es tarde.
-Me cantas en el camino. Una que... ¿la recordarás?
-Haces el coro.
-Sí, cómo no, jeje.
-Y me la vas soplando.
-No invites al albur, P, que de por sí, y la canción se llama La guanabana... Ora esta.
-No me la sé. Cántamela tú.
-Payasa.
-Si eres entonado.
-¿Un helado?
-Deja de registrar.
Ya nos habíamos tardado en ver una pequeña infamia, que cada vez más incendia el alrededor. Los uniformados levantan músicos y comerciants ambulantes, calculan mal y la chusma, pues eso somos, se les va encima. Hasta que reciben refuerzos y a las camionetas van vaya a saberse cuántos y quiénes, entre el regadero de todo. Celulares pa qué te queremos y ahí van los abogados y abogadas. P trae varios moretones, yo tengo una camisa menos y del primero a la última ahí, el orgullo magullado y mucha, mucha ira, que se acumula, en nuestra oronda ciudad isla sin violencia.
Mientras sucedía la gresca y si los promedios valen, tres mujeres fueron violadas y asesinadas aquí lueguito.
Hay que tener huevos para decidirse a la felicidad en esta mierda. 

Noche
La escogió Ella.
-¿Por que no dijiste lo del ojo?
-No es gran cosa. Basta una operación ambulatoria.
-¿Y tus lentes?
-Quién sabe dónde los metió Suertudo. Necesitaré otros, además.
-Hace cuánto te hiciste estudios.
-¿Me ves mal?
-No, y la última con derecho a decirlo soy yo, pero hay que revisarse de cuando en cuando.
Por primera vez la Inesper tiene preocupaciones de ese tipo conmigo, o al menos las expresa. Es madre ahora, claro. ¿Con dos niños?
-¿Recuerdas la máxima? Quien bien quiere jamás piensa que los seres amados corren riesgo.
-¿Por eso no llamaste a tus hijos?
-Son indestructibles, como los nietos.
-Sí, sabio mío.
-¿Ya empezamos?
-Creí que acabábamos de terminar, jeje.
-Produje un monstruo.
Realmente resulta asombroso el nuevo P humor.
-¿Para qué llevamos este diario?
-Para darle gusto a un necio.
-Suertudo no pidió nada.
-Supongamos que no existes, como puse en la red social. 
-¿Y si quien escribe soy yo?
-Te hubieras inventado alguien mejor.
-Un hombre mayor...
-Un viejo.
-Bueno, un viejo soñando con una Inesperada, suena bien.
Todas las tortillas se me voltean hoy.
Hay un error en los guiones, jugando a nuestro favor.
La efectiva:
Vieran la carita que pone Ña Melancolía.
-Tantos recuerdos... 
No dijo palabra. Traduje su gesto.
Que llevemos un diario está bien para nosotros y quizá para N y los nietos. Si a eso se reduce no tiene caso compartirlo.

Lunes, fin      
Aquí recojo el fin de una crisis aguda, que pudo resolverse gracias a la Inesperada y a tal y cual cosa.
En un momento, marchar en enero era mi único camino, sin que renunciara del todo al sueño colectivo pero dándolo casi seguro por perdido. 
Un viejo a la aventura por la Casa del Horror resultaría el más común y desafortunado espectáculo.
Todo comenzó en septiembre, cuando di por seguro que el desatino que se conoce como México estallaría y un movimiento sin igual en décadas estaba en condiciones de aprovechar.
Demasiada bonita para ser cierta, la coyuntura no desapareció por completo, entendí después, y quizá se anuncia mejor ahora.
Desde luego lo social precipitaba lo personal. 
P vino por un callado, antiguo compromiso. No nos dejaremos más. Hablo en plural pues ella me necesita también, como la única persona que la conoce a cabalidad y en quien confiar para ayudarla con su hermoso niño.
Escribió una canción sobre eso. Tal vez la escucharán en otra voz, adulterada, sin duda, porque de eso vive el Jilguero.
Algo tomaré del diario para los cuadernos. 
-¿Qué haces?
-Hablando mal de ti. 
-No esperaba menos.      
Voy por la canción cuyos primeros versos nos hacen justicia.  

-Cabrón Suertudo, ¿dónde metiste los lentes, que sino no puedo terminar la cosa esa cardenista?


¿Los diarios tienen epílogo?
Con los años fumo más y no menos y a pesar del P ultranergético que consumo estos días, mis despertares son de Lléveme el diablo. Suertudo los recibe eufórico y en cualquier momento o me mata él a mordidas y arañazos o lo mato yo a patadas y gritos. 
Por fortuna la Inesperada visita declaró vacaciones y aun así debo hacer un informe, etcétera -pinche RAE y pinche yo respetándola.
Ya no comparto esto, así que tiéneme sin cuidado si aburro a un camello con mis sumas y restas y gracejadas como la de ayer, cuando fui a x empresa multinacional por aquello del no te entumas laboral. Quieren una investigación, pagan bien, puedo probar, pensé, y para los trámite seguí un instructivo. 
Incluía "Estudio médico" y por más que expliqué a la encargada de personal, me sacaron sangre y tomaron una placa. Muy eficientes ellos, horas después la facultativa tundíome a regaños. 
-¡Quiere estafar a la compañía! Su estado físico es deplorable.
-¿Tanto así? -dije con envidiable tranquilidad, calculando por donde iban los tiros, y ella volvió al discurso. -¿Qué edad tengo, según usted, y cuál es la expectativa promedio de vida?
-Usted, no sé, sesenta, sesenta y dos, y la expectativa, setenta y cinco.
-Falló por cuando menos siete. ¿Tres o cuatro meses cree que los complete, sin seguro médico, desde luego, pues jamás nadie ofreció algo semejante a un trabajador independiente?
Y le eché una revisada de arriba abajo con la vista. 
-Tal vez no la encontraré aquí al terminar el trabajo -díjele con un silencio elocuente. -La vida es tan lábil... 
-¿Qué haces ahí? -dice la Inesper.
-Diarieando un poco. 
-¿Ya viste dónde está Suertudo?
-Imagino.
-Un día se va con la gata negra por esos como corredores y no vuelve.
-¿Tienes miedo de que lo corrompan? Está operada la leidi.
-Ven al sol.
-Sí, mi patrona.
-¿Estás tristón?
-Es la música.
-La melancólica soy yo.
-Egoísta.
-Ven.
¿Y si no hubieras regresado? Ay, Ella.
-0-
-¿Y ora, qué traes conmigo todo el día?
-Que no dejas.
-¿Qué?
-Sufrir. 
-No, si quieres te abandono por Suertudo.
-No le muevas, que ese buey me trae erizo haciéndote descaradamente la corte.
-¿Tú crees?
-¿A poco anda rompiendo records mundiales por la privada, así nomás?
-Es que crece y se pone fuerte.
-¿Te fijas?
-¿En qué?
-Ya te parece que está buenísimo.
-Bueno, ¿sufres por mí o no?
-Nomás tantito.
-0-
A P le gustaban los viajes en Metro, para ir de una ciudad a otra, pues bien entendía que esta es muchas. En cambio circular por el exterior le producía angustia. 
Hoy mi pueblo es cincuenta veces el suyo y aunque en estos días los vagones no se atestan, prefiere moverse poco.
-¿Y esa vecinita qué se cree?
No me hago tonto pero callo. Es una joven dedicada al narcomenudeo, como la familia del galán, que vive ahí. Jamás volteó a mirarme y coquetea apenas vio llegar a la Ineseperada. 
Ésta suele hacerse la opcisa cuando observa comportamientos así y ahora se molesta no por celos, claro, ni por reto. Le parece una inadmisible mancha al día que circula fácil, cadenciosamente.
Somos expertos en estropear a propósito el mejor juguete. 
-0-
Se repite.
La batalla entre mi conciencia y mi cuerpo exterior se aquietó, sin terminar. Si por deseo fuera estaría el día entero dándole lata a P y ella sabiendo que me retraigo toma la iniciativa con dudas pues no sabe cuánto debe animarme. 
Hoy acordamos que yo volvería a decidir. Inicia nuestra despedida carnal, pues. 
Le corrió una lágrima mientras hablábamos y con bromas hice que el tema desapareciera también de mi cabeza. 
¿Y ella y su vida? Componer se volvió una combinación de gusto y rutina. Debió costarle enorme trabajo porque odia lo hecho por necesidad.
Fue una transformación sorprendente y no pregunto por ella. Trato de entreverla. 
P ante P y nadie más, así planteo desde niña la vida. No me costó trabajo entender y sí penetrar el mundo que construyó. La miraba y escuchaba con atención, acostumbrado a los nietos, y descubría, intuía y hacía pruebas, jeje.
Pasea con Suertudo por la azotea, así que no se entera de lo que escribo.
Antes era noctámbula y sigue siéndolo en cuanto puede. 
Mis todavía hermanitos transmiten por streaming su borrachera. Se esfuerzan en estar felices a pesar del injusto destino que les tocó. Los padres hicieron el esfuerzo y ellos estudian y trabajan, algunos desde niños, y al terminar la carrera encontrarán puestos como técnicos o en un call center. ¿Rentar? No alcanzan, ni hoy ni mañana. También por eso su descabellada afición a las mascotas. ¿Cuáles hijos, en tales circunstancias?
-No regresa.
-¿Suertudo? No preocupes. Imagina lo que estará aprendiendo. 
-Bueno, bajo el halo protector de tu amor, jeje.
Después de todo, ser gato no resultó una condición despreciable.
-Miau.
Sí, llegó.
-La próxima vez le pedimos que haga streaming.
-Payaso.
Le pido que aprenda la canción del Zita, otro muerto cuando no debía.   

Miércoles, noche
Adonde quiera que fuimos tomó mi hombro, mi cintura, mi mano, entre abrazos, besos, juegos de intención, risas y melancolías. Como en una burbuja las horas con ella.
A espaldas del barrio antiguo, detenerse y mirarnos, P coronada por la torre de la iglesia, bajo el sol andrajoso, hermano, al declinar. Marañas de niños, comerciantes que ambulaban con sus ofrecimientos, tiempo viejo.
-Tuyita.
Yo tenía veinte años y el mundo no sabía dónde ir, como entonces.
-¿Cuándo moriste? -pudo preguntar un amigo al paso.
-Por una vez haz las cosas como se debe -pensé. -Corre, la alcanzarás.
-Promete -dijo ella y prometí.
En un guiño se había ido. La busqué con los ojos y su cabeza asomó tras una esquina.
Niño, pues, finalmente.
Perdóname por no entender hasta hoy, Paula.
Seguimos, eternamente.
-0-
-¿Quién eres?
-La que no supo.
-¿Y esas tus manos qué hacen?
-Tejen los días o los remiendan, según necesiten o ellas puedan. A veces rompen.
Das doce pasos contados y donde haces alto escarbas.
Tú, yo y los dichos. Cuanta tontería acumulé.
-¿Odias sentirte estúpido?
-No. Odio andar las huellas de la estupidez. 
-Bajo la calle, ¿sabes?, rumbo a la aldea, por ejemplo, y al caminar entre piedras los pensamiento no se aparejan. Tienes uno, el pie resbala eso tantito, y se curvea, mientras el otro lo mira y no entiende de qué se trata. Cuéntamelo todo al revés, anda.
-Tuve que buscarte.
-Yo te encontré. Llorábamos los dos.
-Hubo un día...
-Uno solito, ¿eh?
-Sí, uno solito, triste él.
-Tan desacompañado. ¿Quién así lo dejaría?
-Tu boca, que no lo llamó.
-¿Esta?
-Sí. ¿Me la prestas?
-¿Pa contar?
-No, pa comerla pasito.
-¿Muy pasito?
-¿Como así? 
Ya se aprendió Por los médanos...
Este es el paseo nocturno que falta solo por excepción, a veces de madrugada.




-Más odios.
-¿Y ahora por qué?
-La paz aparente. Podría asesinar al poeta que pasaba el día en los parques y nos inventó la Suave.
-Anda, odia, que te hace bien.
-¿Y tú? 
-Yo con querer tengo. A diez personas nomás, jeje.
-¿Te hablé de mi padre?
-Apenas. 
-Hace tres años, si no me equivoco, murió a los noventa y seis. Estaba ya inconsciente cuando le escribí una carta pública.
-¿Pública? ¿Por qué?
-No lo veía ni hablaba con él desde 1995,. Era, ya sabes, un político provincial muy prominente en otro país, desde su regreso del exilio, y nada nos juntaba. Por ahí digo que aunque viví a su lado mucho tiempo, nos despedimos en el cunero del hospital. Si para ambos era o no justo, sale sobrando. 
"Hice las cuentas con él a lo debido, a solas, haciéndome viejo. De un llano hombre a otro trató el asunto, sin competencia. Terminé por entenderlo, estoy seguro. 
"Me avisaron que moría y urgieron una despedida. Intenté por teléfono y no hubo manera. Entonces cometí la tontería de la carta, tramposa, en que pareciendo un pan le decía cuánto detesté su historia política. De enviarla si él estuviera bien, no habría aparecido. Bloquearía su publicación. 
"Ahí anda la carta, eterna pues se volvió virtual. Fue una de mis grandes estupideces. Hay quienes lo detestan todavía, envidiándolo, creo, y le achacan mi extraño curso. Son muy amables conmigo y pertenecen también al círculo del odio. Los veo loar a sus familias y yo escribiría una carta a todas ellas, sin desdecirme después, como ahora.
"Saludos, pa." 
-De niña tuve un muñeco que cargaba a todas partes. No le hablaba. Él a mí sí. Donde quiera que estés, besos, muñeco.
-P... ¿Me das uno a mí?
-Largo, largo.
¿Fuera de lugar aquí la pasión de Cristo? 

Lunes, noche
La canción la escogió ella, tarareándola.
-Todavía te pones triste.
-¿Se me nota?
-Conociéndote. 
-Los hijos y los nietos, dejarlos, aunque los vea un rato.
-Estuvo muy divertido.
-Ven por ellos cuantas veces quieras.
Eso dijeron al despedirnos.
Camino a casa pensé que quizás era la última vez en encontrarnos. Mi dramática cabeza vuelve a pensar en vejez y país cuyo destino no espera.
-Del sentimiento trágico de la vida, escribió Unamuno, jeje. 
-¿De qué hablas, loco? 
-De tu afán por creer que todo es negro, Pecita (por P).
-Esta noche dormirás en el patio, ¿verdad, Suertudo?, y tú y yo juntitos.
-Ay, de mí. Sabíalo. La traición huélese a kilómetros.
-¿Traele su fármaco, miau? Queda claro que no lo tomó.
Seremos felices los diez -¿cuento bien?-. Familias tan bonitas hicieron los dos críos y la Inesper, y yo con el felino, que está insoportable, digamos de paso, porque fue abandonado una tarde entera.
-Te leo, B. ¿Y tú, N, Suertudo y yo no formamos una familia?
-Sí, también, fisgona. ¿Qué tal si el lunes...
-¿Vas por E y S? Muy la última vez, jeje.
-Pobre Unanumo, tan rebajado. 
-0-
Fui al hospital por el ojo. Tomaron signos vitales y cosas así y confirmé: bajo de talla y peso antes de los setenta. Voy a terminar en el circo, como enano. Sobrará mi condición de sombra, entonces.
Sí que conozco los médanos blancos. 
Realmente pago mis apuestas y el costo no es poco.
-¿Otra vez, B?
-Eso lo escribí al despertar y con apenas dos cigarros encima. Conquistaste al hombre más guapo del mundo, Inesper, ¿te habías dado cuenta?
-Claro -dice y se sienta en mis piernas. -Llamaron para la cena de hoy. ¿No entienden que odias eso -más odios, jeje-?
-Deja explico a los nietuscos. 
S y E. El abuelo no pretende que sigan su azaroso camino. Su pa y su ma hicieron uno mejor. El mensaje lo sostengo: mirar hacia abajo y adentro, recordando siempre que el tiempo circula incesantemente dentro de sí.
-Subí con Suertudo a la azotea y se fue con la Negra.
-Ese es nuestro felino: todo un aventurero. Habrá que llevarlo no al Ártico, que era para los como Buck*, sino a... ¿De dónde vinieron los gatos, P? 
-0-
La Inesper va de compras, Suertudo se pone salvaje, lo regaño dos veces en mal plan y quiero morir. 
-Intento someterte, gato. No te dejes.
Se acuesta manso en mis piernas. La obra está hecha. Ahora mis caricias serán el peor mensaje.
La vecinita provocadora se acerca con un pésimo pretexto, que olvida al comprobar no está mi dama.
-Tomate algo en broma, che B -diría mi consuegro.
Por eso a P le pesa marcharse. Regresa, revisa su androide.
-Mi amor -dice-. ¿Sabes qué necesitas?
-¿Camisas nuevas?
-No, unas hostias. 
(No es morena, pero como si lo fuera. Esa boquita de caramelo...)
-0-
Ya empezó el chantaje. Pobre P.
-¿Y esa carita, B?
-No es porque te vayas el miércoles, ¿eh?
¿Por qué ya no te llamo Tic? ¿Porque deje de ser el Cuac?

Domingo noche
¿Por qué no llorar, si se va?
 
La veré todos los días, cierto, y puedo correr tras ella cuando quiera. No es lo mismo a tenerla, ¿verdad?
Hoy le tocó cantar para el vecindario.

Lunes al atardecer
Todo es regreso hoy.
La otra vez Tic -raros motivos tenemos las gentes- ocupó el día para sus cosas en la calle.
Abandonados -un poco de chantaje nunca viene mal-, bebe Suertudo y el pobre hombre -¿Qué no me pase, miau?- deambulamos como fantasmas de nosotros mismos privada y casa arriba y abajo -¡No muerdas, carajo!
-¿Y si nos colgamos, felino? Imagínate el efecto. Después de eso no nos vuelve a dejar y a puro besito la lleva con nosotros... ¿Qué haces, cabrón? ¡Sabes marcar el teléfono!
Todo lee P y no puedo jugar entonces a mi muerte. Decir, por ejemplo, que revisando el ojo la doctora determinó próximo fallecimiento. 
No recuerdo el luego llamado Manifiesto romántico de Víctor Hugo y su relación con la tragedia. Busco, encuentro. El mundo moderno o viejo redimensiona lo grotesco, convirtiéndolo en "el más rico manantial que la naturaleza ha abierto al arte". Sin él no existe ya sentido trágico. 
(No hay mal que por bien no venga, dicen, y releer el Manifiesto me decide: adios, pretensiones literarias por pobres que sean. Escribir es un don y no lo tengo. Cuesta trabajo reconocerlo y ni modo. El charlador ((Murmullos)) falló en convencerme. El escritor tuvo con dos párrafos.) 
Tocan a la ventana.
-Eres experto.
-¿En qué, Tic?
-En molestarte, jeje.
-Se lo advertí al minino. Debimos darnos caput.
-Tramposo, poniendo esa canción.
-En el amor, la guerra y los P regaños, todo se vale.
-¿Y Suertudo?
-Es el gato más inteligente o sensible del mundo. El latoso inveterado se hizo humo cuando descubrió mi gesto al leer. Espera, lo busco.
-Yo voy... Míranos a la cara, B. Bien sabes que nunca pido cosas a tu corazón. No más castigo. Vete en nosotros dos. 
¿Realmente lo dijo a quien no sabe vivir de otra manera? Si lo hizo, habrá que esforzarse.

Martes por la mañana
Algo se rompió por dentro y Goliat no me sirve ni pa un taco. Ella lo precipitó y el sueño tuvo que trabajarlo, como siempre. Peleé y peleé en él, hasta vencer a quien quiera que allí da las órdenes de pudrirse.
Cuestión de libertad, se llaman las malas fotos.


-0-

Mañana se va la Tic. No hay tristeza. Si nos confundimos, cuál separación.

Madrugada
Despierto por otra pelea con una pesadilla y Suertudo no está en nuestra cama. Lo busco. Se independizó. Queridísimo miau, hicimos el trabajo. Ahora debo hacer el que me toca con la Inesper.

Miércoles mediodía
 
La Tic termina de hacer la mochila y Suertudo le anda alrededor. Yo, bien macho, me hago buey.
-0- 
Así, como la canción, le dije a la Inesper, y se subió al autobús, jeje.
Para entonces Suertudo había animado la liberación.
El abandono nos vuelve atrevidos y hacemos nuestra primera salida nocturna con gatos callejeros, Tic. Cuando Suertudo se me aleja más de lo previsto, soy como papá remilgoso.
-Ven, no te juntes con esa chusma.
-Pero si están de poca.
-Pulguientos.
Te hubiera divertido, Inesper.
La privada no aceptará estos excesos de libertad. Pobre felino, con lo bien que se ve el asunto. 
-¿La extrañamos?
-Más o menos.
-Deja le digo, cabrón.
-¡Miauuu!

Jueves por la mañana
¡Tómala!
Llegó bien la Ticzota -jeje- a su rancho y anda peor que contenta preparando todo para recibir de vuelta a N.

*El llamado de la selva de Jack London. Léanlo, nietos, a cualquier edad, aunque el escritor, gran aventurero, tal vez se equivocó pues hoy se cree que los perros no fueron domesticados sino que escogieron a la humanidad para parasitarla (en todo caso nada queda del animal salvaje, ni la preocupación por la camada, sustantiva entre lobos y demás parientes).