No sé qué haré con el diario, Tic. Quedará reducido a muy poco, como mera sugerencia. Un centenar de líneas, si acaso.
Llegó el tiempo para las cuentas finales.
Meses después de iniciado el diario pone punto final para que la Inesperada, su hijo y yo desaparezcamos en un pueblo mágico.
Eso escribí, nietos, terminando lo que recogía sobre mi relación con la Tic, como también le llamo. Y después:
Para los demás sigo jugando a las escondidas contigo. ¿Existes?, ¿estabas y no volvió a saberse de ti? Parecieras muchas o ninguna y eres tan tú.
Acompañaba el texto con imágenes que advertían ser frecuentemente de una película y un pintor. Otras, según mis declaraciones, pertenecían en verdad a ella y yo.
La Tic es el gran amor de mi vida y pudo venir sólo cuando envejecí.
Si soy un cronista que jamás fabula, a ustedes toca discernir cómo cumplo el oficio en este caso.
Selecciono fragmentos e incluyo música, haciendo a un lado la regla de los cuadernos. Si éstos llegan a papel alguna vez, quién sabe qué sucederá con el diario.
I
"Pues si usted dice", respondo luego de infinidad de insinuaciones parecidas. La por lo común silenciosa coimplicada pierde la paciencia:
"Sí, somos amantes y pronto padres de una criatura, aunque no se note."A los tres metros de distancia entre nuestras computadoras volteó:
-¿Te enojaste, Tic?
-No, Cuac -responde esta vez imitando al pato en el cual me convirtió por incomprensibles motivos, y casi de un salto cae sobre mí a picotazos.
Un par de minutos entre un año hay ahí, P y nunca más otra sigla, hasta el día en que me des permiso y ponga las cinco letras, las canciones y todo lo demás nuestro, nuestro, conforme insististe en el videochat, dije temiendo maltratar la memoria, necesaria en ese instante y no en este cuando ya no sé si borro el pasado pues el día a día que inauguras es el de la ella con quien jugué al amor como nunca antes ni después, de tan completas las maneras; el de la ella entonces, sigo, mejorada -y he de medir muy mucho las palabras, mujer ahora, porque si renuncié en diciembre de 2008 fue gracias y nada más que gracias, justo, a lo único cercano a cuanto significan los hijos, los nietos y el hermano pequeño, y no se te escapa un gramo de lo que hablo, no a ti, la entendedora de todo en mí, modelo exclusivo tú sí... la rima, ¡mira!, qué importa lo mala, de regreso en homenaje a la bien querida, con la cual sobran los rubores, los excesos que se temen, absurdos entre un par de excesos, desborde tras desborde hasta el infinito, suene como suene la retahíla estilo poeta siglo XIX de la más baja categoría.
¿Vamos a dormir?, debo preguntar porque no miente y no quieres que lo haga el registro de este coso, insomne pareja a quien en tres horas demandará la jornada del niño en la foto, sobre la arena los dos.
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La vejez, tan parecida a la adolescencia... ¿Te convierto en la que no asía mirando por la ventana de mi cuarto a los trece años?
-0-
Ya llegué, te digo por primera vez entrando al departamentito, pues jamás usamos la formula, niña cosida al pantalón de quien hacia la variedad de papeles que necesitabas, o porque nos intuíamos o te repugnaban las palabras, tontas, simuladoras, y su empeño por una precisión absurda, odiosa para la sólo sentidos y fantasía que eras.
Anoche dije muchas boberías aquí, no tuvimos tiempo de hablar y las corrijo antes de que espíe sin sentido tu reacción.
De amor cuanto había entre nosotros aún antes de la tarde en la cual tendiste el puente para la urgencia de los cuerpos-ventana. Eramos las dos pequeñas criaturas extraviadas a quienes el azar reunió. Apenas nos vimos me convertí en tío, padre, abuelo, cómplice, girando a solas con la joven provinciana veinticuatro horas tras veinticuatro horas.
No sé cuánto reproduciré el año que habitaba el yo joven todavía a pesar de los sesenta años. Estos días te pasé fotos mostrando los efectos de la edad y tus comentarios fueron los previsibles. Desesperada por animarme y contra cuanto llevas dentro, ofreciste convertirnos en amantes virtuales y mi respuesta fue también obvia.
Enorme trabajo costó el reconocimiento de la vejez contra la que nos previne y no cometeré el pecado de ensuciar la historia.
Tu viejo. El que cabe en la ya no nueva vida de P y nunca se fue. Somos correos de dos líneas cada media hora y una larga llamada por teléfono hecha casi de puros silencios.
¿Contar cuando no eres más la sombra que lee sino la de dentro de una hora con treinta y ocho minutos en un segundo video chat para el cual no me bañaré ni cambiaré la ropa con que duermo y fui ayer al taller (hace rato acostumbro eso, Tac para variar y aprovechando el regreso del péndulo que hace alto a lo súbito, vuelve hacia atrás y no abandonará más el rincón-cobijo, la mujer de negro sentada está vez en la pesa, siempre con la amable sonrisa).
En realidad, Inespe, en la viñeta perdida conté sólo una escena: la de tú desde el sillón de rústico cuero y varas decidiéndote a decir de corrido, sin pausa que se prestara al natural equívoco, Te quiero como hombre, luego del largo rato con la mirada sobre mi espalda, común recreo, creí.
No había música, escuchábamos la tarde, yo con la caricia de tu mirada en mi espalda -tan usual eso, también; lo de mis brazos como ramas y así el resto un tronco, árbol añoso con las hojas bamboleándose en el cabello al viento de la ventana, no lo inventé. Tarareaste una canción improvisada -lo que no tuvieron otros con tu rechazo a la oferta de la gran disquera-, hoy perdida en mi memoria, por increíble que parezca -¿la recuerdas?-, te dio por silbar y quizás debí prevenirme, pájaro. Una breve pausa -qué presente la tengo y la llegada en ella de las risas de nuestros vecinitos (deberías verlos ahora, en tercer y cuarto grado, calculo).
-Te quiero como hombre.
Por la confusión perdoné la broma. Tu voz prevenía que hablabas de algo muy serio, y mi breve tardanza en responden no fue menos parlanchina. ¿Lo venía esperando inconscientemente y trabajaba para ello?
Contesté de acuerdo a la etiqueta y al ruego en cuando menos el primer plano de mi interior.
-Mal entiendo... no lo hagas, por favor, niña...
Lo esperaba, desde luego. Dos meses y medio compartiéndolo todo, tú con la seguridad de estar sola en el mundo, no importa cuánto de lejos tu madre y hermano te procuraran, y yo ojos absortos por la llegada dos años atrás del prodigioso par llamado nietos, con quienes seguía pasando cada tarde de pe a pa y algunas noches que empezaron a espaciar el hijo y la nuera, previsores. Por la calle siempre el contacto de las pieles, normal según los papeles y tu miedo al exterior: de la mano, del brazo, recargando la cabeza en mi hombro o mis piernas, yo acariciándote el pelo o la espalda o los brazos, un beso si la desazón pasaba los límites usuales.
¿Paro, Tic? Gran exceso decir que no desaparecimos la una para el otro. Ocho años. Para ti, los de encontrar una pareja, ni más ni menos, ni más ni menos, mujer escabulléndose de su especie, que habla con hormigas, caracoles, escarabajos -nuevamente, cuán poco percibió N a la que estaba detrás y me dirigió a su blog-. El mar para ti sola y sobre todo, luego de un monumental brinco por encima del miedo, ese niño a tu vera en la fotografía.
Las tuyas las borré una a una entre el escándalo de lágrimas que duró horas al regresar del aeropuerto. La única viva me sirve para estar seguro de no haberte imaginado.
La belleza en ti se explica de varias maneras -ella se explica; no hablo de razones.
Inevitable que el idilio durara de principio a fin en la relación y la trascendiera. Tan poco el tiempo, tan peculiares las circunstancias.
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Pasa un año y queda claro que escribiré el diario hasta mi muerte. De todo te cuento y no mostraré a otros sino lo poco útil para Última función.
Regresemos al registro que hago.
II
Fui a la fiesta de cumpleaños de la Dany, que es mi hermanita, mi mamá, mi cómplice. Por eso y por respetar tú domingo, no hubo correos está vez.
Tu Cuac se volvió un viejo simpático y confiable. En la cabeza toda la tarde-noche, la Tic del pasado y el presente.
Me preparaste para las mujeres jóvenes como abuelo. De admiración era la cosa, aprendí contigo desde los intercambios antes de que vinieras. Si tenía una práctica muy desarrollada en los cinco varones de mi vida e hice grandes avances con las mujeres cuando lo permitían y aun sin hacerlo, gracias a ti di el salto.
A los demás les costaba trabajo entenderte. Yo aprendí rápido, ¿no es cierto? El hermano pequeño sirvió de maestro.
No te abandonaré más, cosa. En la soledad andarán los recuerdos y su recreo. En lo demás representaré al mismo de hoy con seis jóvenes incorporándome a sus confesiones y bromas secretas.
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Cumplo sesenta y ocho y a las 12:02 mandas esto
Te perdono el par de minutos. Aguardé para hacer la vida de regreso contigo, con el pequeñito de tu mano.
El Circo del Sol me quedó chico para que escucharas cómo intentaba escapar de la pérdida irreparable entre quienes por la edad creerías una compensación.Cumplí sin falta la regla de no traspasar hacia otra los cuerpos y almas que generosamente se me daban. La alfombra mágica en la cual hacía el viaje eras tú. Sobran las explicaciones pues sabes bien cómo obra el amor en mí.
Canción se llamaba una de la docena que compusiste para este modestísimo hombre. Me vestías de notas y letreros en su camino.
Conoces a la Mal nombrada, de quien en el muro que no me decido a abandonar acabo de bautizar por vez número mil con un Pareja. En las ventanitas abajo una joven trasnochadora se da a la seducción, animada, creo, por el alcohol. Canción me hiciste, cosa, y el resto que quedó basta para la buena fortuna presente.
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Desde luego llamaría, Tic. Ni referencia a la joven, sólo expresar la duda.
Por la mañana puse fotos de los hijos y los nietos, pues si de amores mayores se trata, como bien sabes ahora. Faltó el registro del hermano pequeño. Sigo vivo de milagro y nadie más tú se da cuenta de cuánto lo necesito cerca a pesar de que moro en él. Sus ojos, Tic, la manera de rascárselos con el dorso de la mano... la sonrisa, el mentón, su piel un poco áspera.
¿Y tú? Me siento joven hoy y al verte en la pantalla tuve el impulso de ir por ti.
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Pasan los días, charlamos casi a lo telegráfico pues las tareas de ambos se multiplicaron por un momento, sólo por un momento, gracias a San Miliano, como me gusta decir ahora.
Sin mencionarlos hamacaste los espasmos por el que frente al espejo y las fotos de hijos y nietos fue el último episodio de la aventura que inconscientemente se precipito contigo. En una viñeta contigua, a la cual te asomas, sé y ni caso compartirla en nuestras conversaciones, el poeta que de cuando en cuando leíamos juntos, a quien vi poco antes de tú llegada y de la muerte suya, habló por mí, espero.
Anoche saqué el demencial plano que hiciste sobre el uso de esta casita en sus rincones. Lo escanearé para ruborizarte y pavonearme y mientras -si en verdad me decido a plantarlo aquí- explico a las pocas docenas que frecuentan la viñeta.
Entre carcajadas la damita sorprendiome con un:
-Seis en B.
El par de horas anteriores evité fisgonear lo que hacía con aire secretoso. Era sobre una gigantesca hoja de papel estraza, cuyos bordes escurrían por toda la mesa redonda, jaloneados una y otra vez entre un alegre nerviosismo que ahora en las manos se transmitía luego a los pies.
Imaginativo yo y de una cerril insubordinación ella contra cuanto representara rutina, procurábamos el amor en lugares insospechados.
Al mapeo de esos nichos se había dedicado la Tic, numerándolos y representando las alternativas en cada uno.
El problema vino después, en el continuo, fatigoso (jeje) espiar dónde no había huella de nuestro trabajo, que en tal parecía convertirse el placer.
(Son cinco y media, cosa, y no me tengo en pie. Tú debes estar despertando para preparar lo que necesita la fantástica existencia por quien la vida se convirtió en un maravilloso viaje inesperado -como tú-. De nuevo olvido que para ti el reloj se retrasa una hora.)
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Anoche de nuevo hubo una silenciosa llamada por teléfono. No estaba convencido si madame Ring, ring volvía a las andadas y atendí al fondo del vacío de voz, pues M solía anunciarse a través de él. Era tan extraño, Tic.
No te conté que por unos días tuve miedo. La llamada no me lo regresó, tal vez porque dimensiono menos mal el asunto.
III
En la siesta tuve un sueño que me obliga a revelar la razón de llamarte P, además de que es tu inicial. Venía también de Plastilina. Ay, Tac, ese primer día como el algo más al cual me decidiste.
Nos encontrábamos en un viaje de vacaciones entre jóvenes, sin conocernos. Tenías una gran amiga, los demás, hombres, eran parte de mi grupo, debo poner entrecomillas, pues no los reconozco en absoluto. La insinuación estaba en el viento y los colores playeros, en el barullo de un camino vecinal y la casa que ahora identifico: una variación de la primera al volver a la ciudad luego de los provincianos años -te hablé de ella, seguro-, con un anexo al fondo, tras un hermoso patio natural, no con higueras, a la manera del real -el otro real, porque este existe ya por el sueño o estaba en algún rincón interior.
Los cuerpos se juntaban casualmente y los primeros besos en una caprichosa posición podían creerse producto del fácil acceso a los hombres, que dábamos por supuesto -es decir, una P al revés de la conocida por todos-. Tus volúmenes asomaban entre una blusa y una falda larga de sencillo algodón, con el exacto, enloquecedor jugo de tu piel y lo que empezó a descubrirte plastilina -en el sueño y en nuestro departamento. Parecías más bajita de lo que eres y así quizá tu ductilidad se multiplicó. Aunque eso se revelaría minutos después y como consecuencia de lo otro: el incontrolable exudar de la carne y el cuenco interior, idénticos a los tuyos, todo.
La previa decisión de penetrarte sin preservativo copió a la vez aquélla tarde y por ello tuvo el mismo significado, aquí incomprensible pues no había claro presagio de lo que sucedió muy lentamente y fue asombro por el breve tiempo ocupado, sin pausa, mientras no sólo yo sino los dos nos maravillamos de la auténtica plastilina en la cual te convertiste.
Si sabías bien, lo sabían hasta quienes no tuvieron derecho a tu placer, que eras de una flexibilidad apenas concebible, el nivel rebasaba la imaginación, sin separar un milímetro nuestras pieles, ni más ni menos que aquella tarde.
No necesitábamos revolvernos gran cosa, echados en una confusión de sacos para dormir, telas que no venían a cuento allí y sí en el futón azul, sin mueble, transformado en colchón cuando marchaste, que adornabas con pasminas y chales hindúes, los almohadones de artesanía en riego.
Difícil precisar si el sueño aceleró la velocidad de la entrega sin reservas, que se acompañaba con frases similares a las de entonces y una connotación revelada en la cercanía de los otros y su inverosímil descubrimiento de lo que sucedía tomándonos por sorpresa también y antes que nadie a nosotros.
-Nuestra boda.
-Sí -te temblaba la voz.
Ese breve, único diálogo se producía tras tu tercer orgasmo y la inminencia del cuarto, luego de un primero al par de minutos de que iniciáramos los besos y un segundo menos de cinco más tarde.
Tu amiga se acercó para preguntar si estabas bien, el Sí tuyo bastó para que comprendiera y, en el eje de cuanto sucedió, no pudiera creerlo -ella símbolo del exterior de entonces, claro.
A la manera de cualquier parte del cuerpo, no hay dos sexos iguales en la tierra, doble P, y el reto al describirlo es su continua transfiguración. El tuyo a veces se ensanchaba y ahondaba prodigiosamente. Era así por completo vivísima tela sobre paredes que bocetaría de tener una mínima disposición al dibujo.
En el sueño permaneció siempre en el desborde de la carnosidad que hacía de beso, agradecimiento, demanda por no marchar. Las manos de ambos se comportaban con extrema delicadeza, igual que el resto de aquél conmovedor amasijo que éramos. Las tuyas empequeñecían para subrayar tu ternura y no había necesidad, digo a quien mande en esos temas, porque las que tienes, educadas o no por el piano, sobran.
Volvamos a la plasticidad pasmosa incluso para ti o sobre todo para ti, pues fue lo que te rindió: tu rostro no sabía qué decir cuando las piernas, más rellenas que las tuyas, estaban entre tu cabeza, y el cuerpo todo era casi por consecuencia de una blandura inusitada. Un ovillo en la curva del mio, escurriendo y en lentísimo giro o quieto, quieto, incapaz de sustraerse al encanto inexplicable, que la tarde se diría ordenaba. Una de tus manos me acarició el mentón ligeramente para acompañar la mirada, el cuello en un doblez, de niña o madre, a quien le traía aquello más allá de él, asimismo agradecido como el fiel que recibía en cuerpo y alma a su virgen. Mística la hora en la suerte de pesebre, preciso por fin el lugar.
Un acto tocado por la divinidad, desde luego, piensa el yo que jamás pisó una iglesia. Por ello la amiga trajo un plato de comida y una jarra y los dejó a nuestros pies. (Es tan obvio, Tic: las imágenes mezclaban el recuerdo con estampas de la pintura renacentista.)
SIGUE
X
Los hermanitos y hermanitas volvieron esta casa hotel de paso o refugio y no saben cuánto me cuesta cederles el espacio donde te recreo y nos tocamos, así sea a lo lejos.
A veces les da por ordenar y rompen o hacen perdedizos pequeños objetos cuyo significado desconocen. Sus predecesores destruyeron la mitad de las sillas y hace días un soporte del futón terminó por romperse. Cierto, tampoco sin ellas y ellos sobreviviría.
-¿Estás triste? -preguntaste el otro día. Era rarísimo que lo hicieras, pues tu intuición atina siempre y economizas palabras sino se trata de juegos.
-Ya me le pierdo por momentos -pensé, un segundo nada más, y te diste cuenta.
-Ay, Tac.
Sonreí, pidiendo perdón en silencio por mi desmemoria. Usabas variantes de una fórmula con que hacíamos cálculos sobre cuánto se inclina la balanza.
-0-
Es sábado, Mario vino tras la reunión que tuvimos, tomó un bañó, compré de cenar para los dos y se fue.
Mi soledad rescatada te busca enseguida y hay un breve videochat. No estás en el balcón como acostumbras para vernos y sin decir palabra me llevas al piano. Grabo mientras estoy a un paso de ti, contemplándote. Sólo N y yo tenemos ese privilegio.
-Es para la aldea -dices al terminar -y para ti, como todo -agregas sonriendo.
-0-
Por fin la encuentro y puedo traerla siquiera así: http://www.mojvideo.com/video-bob-dylan-this-dream-of-you/d2153e88fddfb343b8cb
Llegó tarde, cuando te habías marchado y no pudimos conocerla juntos. A solas fue después una terca manera de llamarte.
SIGUE
Viejo amor que reciclamos. También a él.
Pasa año y medio de nuestro recuentro, te desaparecí oficialmente y para llenar tu hueco ante los demás invento tontería y media. Así explico, por ejemplo, el terrible desorden de mis horarios, que siguen guiando nuestros amaneceres juntos por la pantalla. Los hermanitos y hermanitas volvieron esta casa hotel de paso o refugio y no saben cuánto me cuesta cederles el espacio donde te recreo y nos tocamos, así sea a lo lejos.
A veces les da por ordenar y rompen o hacen perdedizos pequeños objetos cuyo significado desconocen. Sus predecesores destruyeron la mitad de las sillas y hace días un soporte del futón terminó por romperse. Cierto, tampoco sin ellas y ellos sobreviviría.
-¿Estás triste? -preguntaste el otro día. Era rarísimo que lo hicieras, pues tu intuición atina siempre y economizas palabras sino se trata de juegos.
-Ya me le pierdo por momentos -pensé, un segundo nada más, y te diste cuenta.
-Ay, Tac.
Sonreí, pidiendo perdón en silencio por mi desmemoria. Usabas variantes de una fórmula con que hacíamos cálculos sobre cuánto se inclina la balanza.
-0-
Mi soledad rescatada te busca enseguida y hay un breve videochat. No estás en el balcón como acostumbras para vernos y sin decir palabra me llevas al piano. Grabo mientras estoy a un paso de ti, contemplándote. Sólo N y yo tenemos ese privilegio.
-Es para la aldea -dices al terminar -y para ti, como todo -agregas sonriendo.
-0-
Por fin la encuentro y puedo traerla siquiera así: http://www.mojvideo.com/video-bob-dylan-this-dream-of-you/d2153e88fddfb343b8cb